Héroes y heroicidades en la cultura hispánica

Cristina Mondragón

Université de Lausanne

ORCID: 0000-0003-3929-1565

Introducción

El del héroe es uno de los temas más antiguos y populares: no solamente ha sobrevivido en diversas manifestaciones culturales, con pocas variantes y adaptaciones, desde hace más de cuatro mil años1 sino que lo encontramos en casi cualquier forma de manifestación cultural: ora en relatos míticos, pintura, literatura o artes gráficas, ora en videojuegos, podcasts o juegos de rol. Podríamos afirmar que, desde los albores de la cultura hasta nuestros días, ya sea que se trate de héroes épicos o de superhéroes, el relato de sus hazañas, castigos, vidas y, a veces, muertes muestra lo mejor y lo peor del quehacer humano. Los héroes son una figura en buena medida omnipresente, tanto que el término ha adquirido con el tiempo múltiples significaciones y connotaciones pues cada época, sociedad e incluso cada individuo tiene su propia definición. Así, se le llama héroe al protagonista de un relato, al caudillo de la historia nacional, al soldado desconocido muerto en cualquier guerra o a todos los veteranos igualmente despojados de su individualidad; se trata de héroe al galán de una telenovela, al ciudadano que realiza cualquier acción fuera de su cotidianeidad en favor de otros, al político en boga, al deportista ganador de medallas, al equipo de fútbol que gana un Mundial, en fin: ya para el siglo XXI pareciera que “héroe” puede ser cualquiera.

Sin embargo, en tanto personaje figural o tema, la definición del héroe es mucho más específica; si escudriñamos un poco más, hallaremos una discusión considerable en torno al personaje y caracterizaciones que, si bien son diversas, lo delimitan con precisión. A continuación repasaremos muy brevemente algunas de las más sobresalientes a fin de unificar los criterios sobre los que organizamos este dossier. Para comenzar, Stefan Czarnowski propuso a principios del siglo XX, en Le culte des héros et ses conditions sociales. Saint Patrick, héros national de l’Irlande, que el héroe encarna un ideal social, un tipo humano particular para la sociedad que ha creado su leyenda: “[o]n peut dire que le héros est l’exaltation de l’homme en opposition avec le monde des dieux et des esprits” (1919: 13). No obstante en muchas ocasiones su naturaleza puede ser semi-divina, o bien puede ser que haya obtenido algunos poderes que lo acercan a lo sagrado, su comportamiento suele ser muy humano, por lo cual no resulta imposible seguir su modelo de comportamiento para quienes componen la sociedad a la que representa.

Contemporáneo de Czarnowski, Otto Rank se acerca al héroe desde la psicología y propone en The Myth of the Birth of the Hero. A Psychological Interpretation of Mythology, con base en el análisis de quince personajes, un modelo compuesto por motivos bien determinados:

(1)

El origen prodigioso: de padres nobles, el héroe puede ser engendrado por un dios y otro héroe, o bien nacer de madre virgen.

(2)

La profecía del nacimiento: durante la gestación la madre puede soñar que pare un monstruo, el oráculo puede predecir que el nacimiento acarreará grandes desgracias para la ciudad, la región o bien para el padre.

(3)

El abandono de los padres por causa de la profecía. El héroe-niño es abandonado a su suerte —se le arroja a un río en una canasta o cofre, se le abandona o se le esconde—, se entrega a una familia de clase social inferior ocultando su origen noble o bien se le condena a muerte.

(4)

El héroe crece en el seno de una familia humilde sin conocer su filiación real, o bien es criado por fieras.

(5)

El héroe funda un pueblo o nación, o bien lucha contra su padre sin saberlo para recuperar su lugar en la sociedad.

(6)

Descubre su origen y cumple con su destino heroico2.

Si sumamos estas características al modelo anterior, veremos que coinciden en algunos aspectos. En primer lugar, hasta ahora el héroe es hombre, en el sentido general y literal del término: un humano varón, que se destaca entre sus pares, sea por su nacimiento, sus hechos o su crianza. Es, también, parte de la clase social dominante ya por ser un semidiós, ya por ser hijo de padres nobles, y es un luchador nato al que generalmente se reconoce por su fuerza, valor o astucia.

Otro acercamiento a esta figura, muy conocido, es del de Joseph Campbell. Si bien la crítica ha discutido y puesto en tela de juicio su método teórico, El héroe de las mil caras sigue siendo una de las obras más socorridas cuando se trata del análisis heroico, particularmente por el “monomito del héroe”3. Sin apartarse de las características esbozadas por Rank, Campbell añade a la construcción del tema una estructura narrativa, “el camino común de la aventura mitológica del héroe es la magnificación de la fórmula representada en los ritos de iniciación: separación-iniciación-retorno, que podrían recibir el nombre de unidad nuclear del monomito” (Campbell 1959: 35). Propone, así, un modelo común que se compone de tres estadios: la llamada de la aventura, la iniciación y el retorno, cada uno compuesto, a su vez, de diferentes etapas4. Northrop Frye, por su parte, siguiendo la noción de héroe propuesta por Aristóteles en su Poética, añade a todo lo anterior la superioridad del personaje sobre los otros hombres, ya sea por ser de naturaleza divina o semi-divina, o por su situación social: es el jefe o personaje principal y debe aludir siempre a una mímesis alta5; el hombre común, protagonista de la novela realista, no es heroico en el sentido estricto del término.

Al final de su gran empresa, el héroe se convierte en el ejemplo a seguir, el ser extraordinario funda, erige y mantiene el orden sobre el caos pues, como bien asienta Yenisey Rodríguez:

Todo héroe es dueño de una moral sólida, es la suma de los valores que una sociedad, una clase social o un grupo social considera positivos en un momento histórico determinado. […] El héroe es el mejor de su clase, modelo de virtudes y respuesta a deseos y anhelos.

El héroe construirá mundos o defenderá el suyo de acuerdo a la imagen de lo que es correcto, lo bueno. Los valores que defiende —socialmente construidos y sancionados— son los más preciados estén o no vigentes. Pueden corresponder al de un orden que llega y se establece o a uno ya desaparecido o en pleno proceso de disipación, pero siempre lo suscriben (2019: 56-57).

De esta forma, con base en las categorizaciones y definiciones anteriores, que no son sino una brevísima introducción, podríamos resumir parafraseando a William G. Doty: al parecer, las figuras del héroe y de la heroína representan los extremos del comportamiento individual en pos del interés colectivo. El héroe lucha en soledad y así va más allá de las expectativas sociales, rompe las normas y los límites con el único fin de confirmarlos o rehacerlos, es pues el extremo de la naturaleza humana: habla con la verdad, se guía por la justicia, la generosidad y la hospitalidad.

Este dossier: héroes en español

Hemos encontrado que el héroe de la Antigüedad permanece como un ideal también en las producciones hispánicas: varios personajes literarios han tomado este modelo, pero pasado por el tamiz de la Edad Media anglo-francesa que, durante el siglo XII, a las virtudes del guerrero y del príncipe fue añadiendo normas de caballerosidad cortesana. Esta suma de valores épicos y maneras corteses se encarnó en un nuevo tipo heroico, el caballero, personaje que en buena medida ha regido la heroicidad de Occidente hasta el siglo XX. En efecto, veremos que el prototipo medieval es el que más se acerca a nuestro ideal heroico pues su comportamiento no choca con el paradigma moral contemporáneo: más aún, sigue siendo tan modélico que incluso el viejo héroe épico se reelabora hoy en tono paródico. Igualmente, encontraremos que, si bien las primeras décadas del siglo XXI han mostrado una fuerte predilección por los héroes, la épica ya no se lee de la misma manera: la búsqueda de sabiduría aristotélica ha tomado otro cariz, las obras se reescriben bajo la óptica del nuevo siglo y sus convicciones.

La cultura hispánica, por supuesto, tiene sus propios héroes, más aún: podríamos afirmar que la literatura en español se inauguró con aventuras de un héroe en el Cantar de Mío Cid y creó la parodia heroica por excelencia con Don Quijote de la Mancha. La literatura caballeresca española fue muy fructífera y sobre ésta trata el artículo que abre este dossier: “El ocaso de los dioses y los héroes en el último libro de caballerías castellano”, donde Pablo Domínguez analiza este aspecto en las Quinta y sexta partes de Espejo de príncipes y caballeros. Domínguez repasa la manera como Juan Cano López, a mediados del siglo XVII, presenta a los héroes y dioses de la Antigüedad cuando se enfrentan a los descendientes del Caballero del Febo en este último libro de caballerías en castellano. Entre los aspectos que más saltan a la vista, además de las aventuras caballerescas, es que la pareja de hermanos Clarisol y Clarabela, como bien explica Domínguez, muestra que las mujeres (las “belicosas y bizarras damas”) pueden pelear en el mismo nivel que los varones, dando al personaje de la heroína una preeminencia que no siempre sale a la luz. En cambio, los dioses paganos y los héroes clásicos quedan bastante mal parados: los caballeros y las damas dominan la palestra con sus acciones heroicas mostrando que, para este momento histórico, el modelo de heroicidad en efecto ha cambiado y se ha impuesto sobre el anterior.

El segundo texto muestra otro momento de cambio ya en el siglo XX que se desarrolló en México e impactó profundamente en otros países hispanoamericanos gracias al cine, la historieta y la llana realidad: los héroes luchadores y el héroe radiofónico. En “Héroes transmediales de México: El Santo y Kalimán” Cristina Mondragón recupera a dos personajes, quizás los más famosos creados en este país, para mostrar cómo, a pesar de su carácter popular y masivo, presentan todas las características indispensables de la figura heroica, lo que probablemente explica su arraigo en el gusto del público. A diferencia de los superhéroes sobre todo estadounidenses creados en la llamada Edad de Oro del cómic, para finales de los años 50 y durante las décadas siguientes, héroes como Santo y Kalimán no tendrán necesidad de superpoderes: la fuerza y la astucia fueron las únicas armas que necesitaron para conquistar las revistas de historietas, la radio, la pantalla cinematográfica y, en el caso de Santo, las arenas de lucha libre.

Pero el siglo XXI tiene su propia lectura sobre la heroicidad, como demuestra Natacha Crocoll en su colaboración, “World War Cid: una reescritura en clave de ciencia ficción”, donde analiza la parodia que Antonio Orejudo hace del héroe español por excelencia, Rodrigo Díaz de Vivar, en la primera parte de la obra colectiva ¡Mio Cid! de 2007. Esta lectura tiende un puente entre el cantar de gesta del siglo XI y las virtudes que promueve mediante su protagonista y su mesnada, y la desenfadada violencia que su sucedáneo intergaláctico desata en “El destierro” cienciaficcional. Ahora bien, como Crocoll demuestra en su análisis de heroicidades enfrentadas, la relectura propuesta por Orejudo acerca al clásico medieval a un público que, diez siglos más tarde, requiere de nuevas coordenadas de lectura para reencontrarse con el relato, y muestra “no tanto lo que nos separa del público medieval, sino lo que nos acerca a él en nuestro consumo de la ficción”.

Cierra este dossier la colaboración de Yenisey Rodríguez, “Épica pop en el siglo XXI. Configuración heroica del Padre Vergara en 30 monedas”, que trabaja con el ejemplo más reciente de heroicidad: un personaje cuya serie está en plena construcción. Por si faltaran ejemplos de que la figura del héroe sigue vigente en el imaginario, Rodríguez recupera la primera temporada de esta serie, creada por el genial Álex de la Iglesia, y demuestra que el fundamento de una épica eficaz, incluso tratándose de horror y de historias “a lo Lovecraft”, está en la construcción del héroe con todas las características que han acompañado al tema desde sus inicios. También constata que, a pesar de todo, la lucha del caos contra el orden y la amenaza de lo Otro amedrentan al lector espectador del siglo XXI con la misma fuerza que atemorizaron a los receptores de relatos épicos de todas las épocas, y que el campeón de la batalla puede presentarse bajo apariencias muy diversas.

Así, con ejemplos que van del siglo XVII al 2023, podemos afirmar que el tema del héroe y la figura que lo encarna sigue vivo y con buena salud en la cultura hispánica. Es verdad, quizás no puedan competir en popularidad con los superhéroes de las casas editoras estadounidenses, con sus enormes superproducciones y novelas gráficas, pero el éxito de una serie de streaming como 30 monedas, la reescritura del Cantar de Mio Cid bajo la pluma de Antonio Orejudo, Luisge Martín y Rafael Reig (sin contar otras reelaboraciones del Cantar), y la gran cantidad de reproducciones en diversas plataformas de las películas, historietas y radionovelas de héroes como Santo y Kalimán, son síntomas de su supervivencia en el gusto del gran público. Quizás un Mio Cid interplanetario y un Padre Vergara superen como modelos a personajes como los luchadores o los superhéroes, de la misma forma que Clarisol y Clarabela superaron a los héroes épicos de la Antigüedad, y seguramente el siglo XXI está ya conformando a los campeones que enfrentarán a las amenazas nuevas y heredadas, cuya misión será vencer también a sus antecesores. Pero una cosa es segura: con superpoderes o sin ellos, humanos o semidivinos, terrestres o alienígenas, los héroes seguirán habitando un lugar privilegiado en el imaginario popular y, por supuesto, en español.6

Bibliografía

Campbell, Joseph (1959), El héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito, México, Fondo de Cultura Económica.

Czarnowski, Stefan (1919), Le culte des héros et ses conditions sociales. Saint Patrick, héros national de l’Irlande, Paris, Librairie Félix Alcan.

Doty, William G. (2000), Mythography. The Study of Myths and Rituals, Tuscaloosa, Alabama, The University of Alabama Press.

Frye, Northrop (1971), Anatomy of Criticism. Four Essays, Princeton, Princeton University Press.

Gilgamesh o la angustia por la muerte: poema babilonio (1994), trad. directa del acadio, intro. y notas de Jorge Silva Castillo, México, El Colegio de México.

Rank, Otto (1914), The Myth of the Birth of the Hero. A Psychological Interpretation of Mythology, trans. by F. Robbins & Smith Ely Jelliffe, New York, The Journal of Nervous and Mental Disease Publishing Company.

Rodríguez Cabrera, Yenisey (2019), El campeón del Úlster. Moral heroica y destino en la antigua Irlanda, México, Universidad Nacional Autónoma de México/ Instituto de Investigaciones Filológicas-UNAM.

Notas

1Según Jorge Silva Castillo, si bien un Gilgamesh histórico pudo haber vivido en algún momento del cuarto milenio, que considera la etapa heroica del Sumer, “las diversas tradiciones sumerias fueron recogidas en un solo poema épico acadio, cuya primera versión data de una época particularmente rica en la producción literaria mesopotámica, la época paleobabilónica (ca. primer tercio del segundo milenio a.C.)” (1994: 17 y 21). ↩︎
2Cfr. Rank 1914. ↩︎
3“The term monomyth represents a primary and influential figure or motif —such as that of a particular type of heroine or hero— that (1) a mythographer emphasizes so strongly that the figure becomes remarkably characteristic of her or his analysis (Joseph Campbell’s hero monomyth); or (2) represents a frequently occurring figure that appears to be prototypical within a given period (the cowboy, say, or the post-Vietnam avenger)” (Doty 2000: 18). Partiendo de esto, podemos considerar el tema o figura del héroe como un monomito prototípico. En efecto, un tema se define por el conjunto de categorías semánticas y sujetos relacionados con éstas, y se individualiza con los motivos asociados; si esta tematización se concreta con un nombre que tenga un alto nivel de referencialidad, tendremos una figura o tipo, en nuestro caso, un héroe, muy similar a lo que define Doty como monomito. ↩︎
4En general, el héroe es puesto por su destino en una situación que le impele a abandonar su estado inicial (la llamada de la aventura); según este modelo, rechaza el llamado pero la situación le obliga a asistir a su aventura. Al inicio se encontrará con un ayudante sobrenatural que le otorgará amuletos u otros objetos de auxilio para el buen término de la empresa. El héroe luego cruzará por lo menos un umbral, donde se enfrentará a las primeras pruebas (lucha contra el guardián, la resolución de un misterio, la respuesta a un enigma) para llegar al “vientre de la ballena”, es decir, a un Otro mundo que puede ser el mundo de los muertos, el inframundo, o un más allá donde habitan seres maravillosos. En este lugar deberá pasar más pruebas que muestren su crecimiento o su valor a fin de “renacer”, llegado el momento, en el mundo al que pertenece. Más adelante, en la iniciación, el héroe muestra el crecimiento alcanzado al enfrentarse a diversas aventuras, entre ellas la más importante (siempre según Campbell) el encuentro con la diosa y el matrimonio sagrado. Una vez alcanzada la meta, el personaje confronta al padre literal o simbólicamente, logra la apoteosis y recibe el don sagrado: la inmortalidad, el fin de la Tierra Baldía o el reconocimiento de su estatus. Entonces, el héroe debe dejar el otro mundo lo que puede hacer con ayuda de algún dios o diosa (el vuelo mágico) o puede ser rescatado por su ayudante sobrenatural, pero aún debe pasar de vuelta los umbrales con las pruebas correspondientes. Finalmente, el héroe vuelve a su mundo, con el don obtenido y es entonces cuando puede fundar ciudades o recuperar su reino al final de su periplo. ↩︎
5Para Northrop Frye, los héroes de la ficción literaria pueden clasificarse como míticos —si se representan como superiores en naturaleza con respecto a su entorno y el resto de los personajes, suelen ser dioses u otros seres sobrenaturales—, legendarios —si son superiores en grado al resto del mundo ficcional, por ejemplo los héroes de leyenda o de cuentos tradicionales— o líderes —si son superiores al resto de los personajes pero no difieren del mundo representado, e. g., personajes de la nobleza: reyes, príncipes, emperadores—; a éstos últimos, cuyas acciones no escapan de la crítica social, los llama de mímesis alta. Si el héroe aparece en una mímesis realista o tética, y su representación corresponde a la naturaleza común, es decir que se encuentra en el mismo nivel que el resto del mundo ficcional, se considera de mímesis baja, por ejemplo el héroe de la novela realista. Cfr. Frye (1971: 33-34). ↩︎
6En este dossier las belicosas damas seguimos la norma ortográfica del español de México, así pues, mantenemos las tildes en 'sólo' con función adverbial y en pronombres demostrativos. Para mayor información, consúltese la Academia Mexicana de la Lengua en <https://www.academia.org.mx/consultas/consultas-frecuentes/item/solo-y-solo>. ↩︎