El ocaso de los dioses y los héroes en el último libro de caballerías castellano

Pablo Domínguez Muñoz*

Université de Genève

ORCID: 0000-0001-5823-2814

Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto de investigación Arturus latinus: Literatura y Cortesía de la Antigüedad a la Edad Media (Ref. PIUAH23/AH-063).

Peer reviewed article:
Envío:30 de octubre de 2023
Aceptado:23 de enero de 2024

Resumen

En este artículo estudio el tratamiento que se hace de la figura de los dioses y héroes clásicos en el último libro de caballerías castellano. Juan Cano López, escribano real en la corte de Madrid, pone punto final al género de ficción narrativo más leído en Europa y América en el siglo XVI. Sus Quinta y Sexta partes de Espejo de príncipes y caballeros (ca. 1640) continúan las aventuras del famoso Caballero del Febo que dejó inacabadas don Marcos Martínez en 1587. Pero esta vez los protagonistas serán los hijos (Quinta parte) y los nietos (Sexta parte) de este viejo caballero ya emperador de Trapesonda. Mientras que los primeros sufren el rapto de las princesas griegas por el nigromante Selagio y la impotencia de no poder actuar —pues su rescate está reservado a unos héroes aún no nacidos—, los segundos, los infantes hermanos Clarisol y Clarabela, darán cima a esta aventura. En un intento por detener a los jóvenes príncipes de Lira, el malvado sabio recurrirá a las grandes fuerzas del pasado: los dioses y héroes del mundo clásico.

Palabras clave

Libros de caballerías castellanos, Espejo de príncipes y caballeros, continuaciones caballerescas, mitología grecolatina, Doce Pares de Francia

The Decline of Gods and Heroes in the Last Castilian Book of Chivalry

Abstract

In this paper I study the treatment of the figure of the gods and heroes of Classical Antiquity in the last Castilian book of chivalry. Juan Cano López, royal scribe at the court of Madrid, puts an end to the most widely read genre of narrative fiction in Europe and America in the 16th century. His fifth and sixth parts of Espejo de príncipes y caballeros (Mirror of Princes and Knights) (ca. 1640) continue the adventures of the famous Caballero del Febo, left unfinished by Don Marcos Martínez in 1587. But this time the protagonists are the children (Part Five) and grandchildren (Part Six) of this old knight, now Emperor of Trapesonda. While the former suffer the kidnapping of the Greek princesses by the necromancer Selagio and the impotence of not being able to act —since their rescue is reserved for heroes not yet born—, the latter, the infant siblings Clarisol and Clarabela, will bring this adventure to a climax. In an attempt to stop the young princes of Lyra, the evil sage will turn to the great forces of the past: the gods and heroes of the classical world.

Keywords

Castilian books of chivalry, Mirror of Princes and Knights, chivalric continuations, Greco-Latin mythology, Twelve Pairs of France

1. Introducción: el último libro de caballerías castellano

Juan Cano López, escribano real en la corte de Madrid en la primera mitad del siglo XVII, escribió el último libro de caballerías castellano alrededor del año 1640. Sus Quinta y Sexta partes de Espejo de príncipes y caballeros1 suponen el fin del ciclo de caballerías más importante de la segunda mitad del siglo XVI, pero también el fin de un género de ficción narrativa que cautivó a lectores de ambos lados del Atlántico durante más de un siglo.

El género caballeresco —que se gestó en la península ibérica durante la Baja Edad Media, en un proceso de asimilación que conjugó la literatura artúrica, las recopilaciones de exempla y los relatos de viajes— floreció en los últimos años del reinado de los Reyes Católicos, alcanzó su esplendor bajo los gobiernos de Carlos V y Felipe II, y vivió su ocaso en la época de Felipe III y Felipe IV. De entre el más de medio centenar de libros de caballerías sobresalieron el ciclo de los Amadises (<1508 a 1551), el de los Palmerines (1511-1548) y el de los Clarianes (1518-¿1550?) en la primera mitad de siglo, y el de los Belianises (1545-fin del XVI) y el de Espejo de príncipes y caballeros (1555-1587)2 en la segunda mitad.

Este último conjunto —iniciado por don Diego Ortúñez de Calahorra (1555), continuado por don Pedro de la Sierra (1580) y presumiblemente finalizado por don Marcos Martínez (1587)— dio como fruto dos nuevas continuaciones en la primera mitad del siglo XVII: una Quinta parte anónima posterior a 1623 (fecha de una edición zaragozana que reunió las cuatro primeras partes del ciclo) y unas Quinta y Sexta partes obra de Juan Cano López alrededor de 16403. El encuadre cronológico de estas continuaciones tiene su interés, pues viene a corroborar dos aspectos importantes del fin de este género: los libros de caballerías sobrevivieron unos años a la Segunda parte del Quijote (1615) —que seguramente reavivó el interés en los lectores por este tipo de literatura—, y, en segundo lugar, el formato de difusión, lejos ya de su glorioso pasado editorial, fue el manuscrito4.

Por otro lado, la historia gira en torno al rescate de las princesas griegas robadas por el nigromante Selagio, a la que darán cima los infantes hermanos Clarisol y Clarabela, nietos del Caballero del Febo. Pero antes ocurrirán una serie de aventuras, entre las que destacan el rescate de la infanta Eufronisa por los príncipes griegos para restituirla en el gobierno de Silepsia, y la batalla entre los sabios y los nigromantes en la Ínsula Fuerte. El rescate de las damas griegas será, pues, la aventura más importante de estas continuaciones, y es precisamente en ella donde aparecen los personajes objeto de nuestro estudio: los dioses y héroes de la Antigüedad clásica. Vayamos, pues, a ello.

Pero vayamos adentrándonos en la obra del escritor morateño. Su autor, Juan Cano López, fue, ante todo, un gran continuador: en primer lugar, retoma la historia justo donde la dejó don Marcos Martínez (la batalla entre los caballeros Bravorante y Brufaldoro5); En segundo lugar, a lo largo de sus cuatro libros (dos de la Quinta parte y dos de la Sexta) finaliza muchas de las aventuras que quedaron inconclusas, como la del Purgatorio de los Amantes, la del Castillo de la Esperanza y la del Castillo de Marte; y, finalmente, expande el universo narrativo de ficción con la creación de nuevos personajes (Píndaro, Polinarda, Aspramonte, Grisanea, Hispalión, Rodelando, Clenarda, Balisano, Lindaura y Deifebo, entre otros).

2. Los guardianes del Castillo de Marte

En el capítulo siete del libro primero de la Quinta parte, titulado “De lo que subcedió en Costantinopla en la fiesta de los batizos y cassamientos de los príncipes Bembo y Polifebo”6, aparecen por primera vez las figuras de los dioses y héroes de la Antigüedad clásica. El primer párrafo —que el autor utiliza siempre como exordio moral donde nos da las claves interpretativas y el sentido del capítulo a lo largo de toda su obra— nos hace un retrato del que será el antagonista principal de las continuaciones:

Es el odio en el corazón del hombre humano, como lo sienten todos los doctos, más terrible, iracundo, que todo junto el infierno […]. Pero al hombre, a quien se le concedió libre alvedrío para obrar mal o bien […] si con su mala inclinación se conjuntan sciencias ilícitas y poder, aunque violento, no ay, como digo, Lucifer de limitada jurisdictión para mal obrar que su igual sea.

[…] ¿Qué diríamos, pues, si un hombre de mal ánimo buscasse y investigasse cómo executarle y fuesse escolástico, y con esto superior en ingenio a muchos ignorantes o a nobles comfiados, que todo es uno, añadiéndole artes diabólicas o familiares? 24va ¿cuánto más se estendería su malicia? No ay dubda, sino que con los supremos reyes, reinos, monarquías y estados pueden temer con razón no a muchos sino a un solo hombre d'esta cualidad por su daño (Quinta parte I, 7, ff. 24rb-24va).

Este ser odioso, terrible, iracundo, de mala inclinación, docto y poderoso en las artes diabólicas es el nigromante Selagio. No es la primera vez ni la última que este sabio malvado aparece en el ciclo de Espejo de príncipes y caballeros, pues es él precisamente quien, en el penúltimo capítulo de la Cuarta parte7, perpetra el robo de las damas griegas justo cuando el imperio de Constantinopla está celebrando la victoria sobre los imperios fenicio, egipcio y babilonio. Aprovechando el barullo y el gentío de las fiestas, desciende sobre los griegos montado en un carro de fuego rodeado de relámpagos y truenos, se lleva consigo a Policena, Helena, Aurelia, Elena y Troila, y desaparece.

Este rapto, que como he dicho anteriormente es el eje narrativo de ambas continuaciones, no es respondido inmediatamente por los príncipes griegos por una simple razón: según el sabio Nabato, aliado de los griegos, la liberación de las princesas está reservada a unos jóvenes héroes que aún no han nacido, así que por mucho que lo intenten no podrán dar cima a tal empresa. Ante tal revelación, prosiguen la celebración de su reciente victoria, aunque el motivo de la tristeza por el recuerdo del rapto será algo recurrente a lo largo de la Quinta parte.

Sin ir más lejos, en el capítulo primero del primer libro de esta continuación, tras el combate y las paces entre los príncipes Bravorante y Brufaldoro por las armas de Bramarante, padre del primero, la corte de Constantinopla vuelve a recordar la ausencia de las infantas y se sume de nuevo en la tristeza general. Los jóvenes príncipes se disponen a salir otra vez en su busca, cuando el emperador Trebacio (padre del Caballero del Febo, de Rosicler y de Claramante) se opone recordándoles la profecía de Nabato, por lo que desisten de este segundo intento de rescate.

A pesar de que el motivo literario de la aventura predestinada o reservada mantiene a raya la contraofensiva aliada, el nigromante Selagio sabe que tarde o temprano les tendrá que hacer frente, pues conoce bien la naturaleza vengativa de los griegos. Por ello, se dispone a preparar las defensas de sus dos grandes fortalezas: el Castillo de Marte y el Castillo de las Furias, en el monte Olimpo. Volviendo, pues, al capítulo séptimo, vemos en qué manera se refuerza y los problemas que le surgen a la hora de los preparativos:

[…] como quiera que su cuidado principal era de fortalezer 24vb y pertrechar de guardas poderossas, fuertes e invencibles el Castillo de Marte y el inexpugnable de las Furias del monte Olimpo, después de otras espantossas y dessemexables guardas vestiales y descomunables sobrenaturales que pusso en sus puertas y partes captelossas, como en su lugar se dirán, para más diferenciar las fuerzas de lo impossible a conquistar de cavalleros humanos, las adornó de los más famossos capitanes y valerossos cavalleros que tuvo el universo, escogiendo entre ellos como a supremo a todos en las armas al invencible y no domado Marte.

Y todavía temiendo el valor vigorosso y ventura de los príncipes griegos, consultó al grande ateniense Tesseo, a los cuales, como les faltassen sus preciadas y encantadas armas, con la tajante y endemoniada hacha, por se las aver ganado a Marte en su castillo el valiente Rossabel, y a Tesseo el esclarecido príncipe Claramante […], y que al fortíssimo capitán romano Milón, a quien por tercer guarda avía escogido, faltava su preciada y cortadora espada ganada por el ínclito don Clarisel […] Le pareció al maldito savio grande incomveniente y poca seguridad, y que estos insignes capitanes se hallavan sin ella y desaparcividos, […] 25ra y pues, como a los tres viese el maliciosso Selagio malcontentos, se dispusso a conjurar ciertos sus familiares que en los abismos vigilavan a darle obediencia y contento (Quinta parte I, 7, ff. 24va-25ra).

Selagio invoca como guardas poderosas de sus castillos al belígero Marte8, al ateniense Teseo9 y al romano Milón10. Un dios, un héroe y un soldado —todos ellos pertenecientes a la Antigüedad clásica, ya sea mitología o historia— son los escogidos para proteger los dominios del nigromante, pero todos tienen en común que perdieron sus armas ofensivas en batallas pasadas contra los príncipes Rosabel, Claramante y Clarisel. Es por eso por lo que el sabio decide invocar a más “familiares”, es decir, a más dioses y héroes antiguos para reforzar sus defensas, pero no sin antes recuperar las armas de sus nuevos paladines. Así que vuelve a la capital del imperio, Constantinopla, y, aprovechando de nuevo una celebración —en este caso los bautizos y bodas de los príncipes Bembo y Polifebo— desciende sobre la plaza envuelto en una nube tempestuosa, se transforma en un horrendo vestiglo, arrebata las armas a los sorprendidos caballeros y regresa volando a sus nuevamente pertrechados castillos.

3. Marte, Palas y sus mesnadas

En el capítulo nueve del libro segundo de la Sexta parte, titulado “De lo que subcedió al príncipe don Clarissol en las faldas del monte Olimpo yendo con su hermana, savios y savias”, comienza, por fin, la empresa que culminará con el rescate de las princesas griegas. El infante don Clarisol, convencido por su hermana Clarabela y por los sabios Galtenor, Lupercio, Amaranta y Medea de que debe emprender la aventura del Castillo de Marte, decide poner rumbo a Siria, donde se encuentra el monte Olimpo.

Antes de comenzar con las aventuras del joven príncipe, cabe aclarar que tanto él como su hermana Clarabela son los protagonistas de esta última continuación de Cano López. Mientras que en la Quinta parte son el hijo, sobrinos y príncipes vasallos del Caballero del Febo quienes llevan a cabo las aventuras, en la Sexta son sus nietos quienes toman el mando. A ellos está reservado el rescate de las princesas que vaticinó Nabato, y no es para menos, pues ambos fueron separados de sus padres al nacer y criados por la sabia Fenicia siguiendo las directrices del Libro de la Sciencia de Merlín11: un totum revolutum de conocimientos de la época, que contiene desde la situación y movimiento de los astros, el uso del armamento y la creación de objetos y filtros mágicos, hasta las maneras de hacer frente a los encantamientos maléficos. Con semejante conocimiento teórico, y con los anillos, armaduras, cascos, escudos y espadas encantadas por la sabia, no habrá prueba humana ni maravillosa que se les oponga12.

Muestra de ello es el camino del infante de Lira hasta el Castillo de Marte: en primer lugar, se encontrará con una barbacana custodiada por un caballero, una doncella y un enano. Este último le increpa por mostrarse tan altanero ante su señor, mientras que la doncella le avisa de que aquel caballero es ni más ni menos que el dios Marte. A pesar de las advertencias, Clarisol decide correr lanzas con él, siendo engañado en los dos primeros embates, pues el arma del dios está encantada y es inquebrantable, mientras la suya es feble. Una vez que el príncipe desarma al hijo de Juno y le tira de su caballo, la barbacana, su contrincante y sus vasallos desaparecen entre un tremendo estallido13.

La infanta Clarabela acude al rescate de su hermano al oír semejante ruido y, aunque le encuentra bien y sin un rasguño, decide acompañarle a partir de ese momento. Juntos vivirán una aventura más antes de llegar al Castillo de Marte. En este caso un río se interpone entre ellos y la gran fortaleza que ya divisan a lo lejos. De repente, aparecen de la nada unos pescadores que les ofrecen cruzarles al otro lado con su barca, pero una vez dentro de la pequeña embarcación los afables lugareños se transforman en terribles gigantes14 que intentan matarlos. Sin embargo, la fuerza de Clarisol es tal —ya veremos más adelante que la de Clarabela le va a la par— que consigue arrojar a un jayán por la borda, desapareciendo los demás en el acto, y cruzar a la otra orilla sin mayor inconveniente.

3.1. Clarisol contra Marte y los héroes de la Antigüedad

Tras el episodio de los gigantes, los infantes de Lira llegan ante las puertas del Castillo de Marte. Los jóvenes se encuentran con dos caminos diferentes al interior de la fortaleza. Es entonces cuando deciden separarse —no sin una fuerte reprimenda de Clarabela a su hermano gemelo por querer dárselas de galán y prometerse la puerta más difícil y llena de peligros para sí, al tiempo que le echa en cara no querer compartir más aventuras con ella— y no se volverán a juntar hasta que hayan conquistado las pruebas sobrehumanas que les están reservadas.

Siguiendo, pues, su solitaria senda, el joven Clarisol se encontrará de frente con una enorme sierpe alada de afilados colmillos que le atacará nada más verle. El infante consigue derrotarla no con pocos problemas, y tras desaparecer la bestia en un tremendo estallido, aparecen de improviso dos gigantes que se abalanzan sobre él para atacarle por la espalda. De nuevo, el hijo de Claridiano y Arquisilora consigue vencer a los jayanes. Atravesando patios cada vez más espaciosos y luminosos, se encuentra ante una gran puerta guardada por un velludo gigante. Sin más tiempo que perder, el príncipe golpea violentamente con su espada al enorme guardián y seguidamente:

se entró temerario e impaciente, con la sangrienta espada desnuda de la vaina en la mano, hasta llegar a una grande y hermossa sala de más de cien pies en largo y más de cincuenta en ancho, cuyas paredes eran de alabastro blanco y terso, 407vb con muchos trofeos hazañossos, ansí de Marte como de Aníbal, Héctor, Milón, Tesseo, el Magno Alexandro, Aquiles, Hércules y otros capitanes famossos que allí avía, con las mismas efigies pinceladas tan al natural de sus naturales personas que era gran maravilla de lo mirar.

Pareciole indecencia entrar en tan eminente lugar y de tanto respeto tan intempestivamente, y ansí sacó atrás dos passos el cuerpo y embainó su espada. Estava Marte armado de punta en blanco, con un arnés verde y dorado, tranzado con muchas diamantinas piedras por las orladuras y de inestimable valor […], levantada la vissera, con un vastón de oro como general, y devaxo de un riquíssimo dossel de terciopelo carmessí con los remates 408ra y flocaduras de fino oro en una silla de lo mismo. Los pies armados sobre dos almohadas de damascos y carmessíes del mismo lavor del rico dossel, y en un excelso trono, al cual se subía por seis gradas de fino oro con muchos penachos leonados en la celada del yelmo.

Y aquellos valerossos capitanes a sus dos lados, pero en lugares inferiores, en unos escaños de respaldares, colgados del mismo terciopelo y doradas las clavazones, todos armados de riquíssimas armas y plumages excepto el valiente cartaginés Aníbal, que estava desarmado (Sexta parte II, 11, ff. 407va-408ra).

Allí están los grandes héroes clásicos con los que Selagio ha rodeado al dios Marte, caudillo de sus huestes y protector de sus castillos: Aníbal el cartaginés15, el príncipe Héctor de Troya16, los ya mencionados anteriormente Teseo y Milón, el gran conquistador Alejandro Magno17, el Pelida Aquiles18 y el poderoso Hércules19. Marte, escandalizado porque el joven príncipe porta la espada de Milón, el hacha de Teseo y la armadura de Aníbal, manda a sus huestes infernales contra él: Héctor será el primero, y será derrotado tras media hora de combate de espadas mediante la lucha cuerpo a cuerpo; Hércules será el segundo, y sucumbirá a la ligereza de Clarisol que, por miedo al combate cuerpo a cuerpo con él, lo desangrará tras una hora de rápidas estocadas; Teseo, tras media hora de combate con porra y hacha, desaparecerá al sufrir un suplex del joven tras otros treinta minutos de lucha grecorromana; después, cogerá el hacha de Teseo y vencerá rápidamente a Milón, a Jasón y a una serie de capitanes famosos que Cano López no cita. Aníbal pedirá permiso para luchar, pero Marte emplaza el duelo para el día siguiente.

Tras una noche de descanso en la guarida de Selagio, don Clarisol vuelve a la sala de alabastro donde venció a la mayoría de los capitanes de la hueste de Marte y reta a un duelo al mismo dios, pues Aníbal carece de armas. El hijo de Juno acepta, dando comienzo un combate de espadas que durará una hora. El infante de Lira, harto de la maña del dios de la guerra con las armas, decide arrojar su espada y escudo y abrazarse con su adversario para llevarlo al suelo, como hizo con Teseo, pero su fuerza y resistencia son mucho mayores. Tras otra hora de forcejeos, finalmente los dos contendientes caen de lado al suelo sin un claro ganador, pero en ese preciso instante Marte desaparece, junto con el resto de su hueste y castillo, apareciendo Clarisol en la falda del monte Olimpo al lado de su hermana Clarabela. El dios de la guerra ha caído.

3.2. Clarabela contra Palas y el panteón de heroínas clásicas.

Las hazañas del joven Clarisol, que se contienen en el capítulo nueve y en el final del capítulo once del segundo libro de la Sexta parte, se intercalan con las de su hermana Clarabela, contenidas en el capítulo diez “De las batallas que en el Castillo de Marte tuvieron los príncipes don Clarisol y su hermana la infanta Clarabela con sus guardas” y el capítulo once “De la rigurossa batalla de entre la infanta Clarabela y la diossa Palas en el Castillo de Marte, y del fin que tuvo”. Retrocedamos, pues, a las puertas del Castillo de Marte, segundos después de que Clarisol entrase por su puerta:

Dejola, pues, como vimos y nos mostró el capítulo passado, a la puerta de la puerta segunda izquierda del fuerte Castillo de Marte, ya abierta, al son de la bozina que la dama valerossa avía tocado, la cual, en esto no imitó a su hermano en dexar su acerada hacha, porque aviéndola traído puesta con mucha gala sobre el hombro derecho, el fuerte escudo embrazado con gentil donaire, comenzó a entrar por la principal puerta, y no viendo guarda ni impedimento alguno, halló un rico y enlossado patio de lossas blancas, rodeado de gruessas colunas de alabastro, y las tersas y lisas paredes y corredores de la misma bruñida piedra, en diferencia extremado del que su hermano don Clarissol ocupaba.

[…]400vb Aquí, pues, estaba un trono de magestuossa obra y de capaz grandeza artificialmente obrado, sobre firmíssimas colunnas doradas y trofeadas a lo mossaico, y muy perfecto en extremos y conformidades. En lo supremo d'este trono excelso estaba sentada en una silla de tersa plata la diossa Palas, armada de punta en blanco excepto que no tenía celada, sino un rico y dorado morrión de rico y rutilante acero como lo eran las armas todo dorado en harpón, pero en el cañón del morrión un gran penacho de plumas blancas.

[…] Estavan por sus plateadas gradas diversificadas muchas famossas guerreras que en vida lo fueron, como eran la reina Pantasilea, Semíramis, la reina Galercia, la reina de las Amazonas Pintiquinestra, todas armadas de blanquíssimas y rutilantes armas, pero estas con celadas borgoñonas, levantadas las 401ra visseras de los yelmos, y en ellos grandes penachos de plumas de diversas colores que hacían un vistossíssimo y agradable espectáculo (Sexta parte II, 10, ff. 400rb-401ra).

Este episodio es un claro reflejo de las hazañas llevadas a cabo por su hermano Clarisol. Como si de un espejo se tratase, la infanta de Lira va a luchar, una a una, contra las heroínas que integran la mesnada de la diosa Palas para, finalmente, enfrentarse a ella y vencerla. En primer lugar derrota, tras una hora de lucha a espada, a Pintiquinestra, de un rodeón que la lleva al suelo; tras ella viene la reina Galercia de Francia, a la que vence en duelo de espada; después destruirá a la reina Semíramis20 de un suplex —al igual que su hermano Clarisol a Teseo—; y por último será el turno de Pantasilea, la reina de las Amazonas21, llegando ambas a la lucha grecorromana, donde Clarabela la agarrará con fuerza y la llevará al suelo.

Finalmente llegará el duelo con la diosa Palas22. Tras una larga lucha de espada, el combate terminará con un momento bochornoso para ambas y patético para la última, pues su combate se decidirá por un capricho del destino —como si Cano López le quisiera devolver a la diosa la mala jugada que le hizo a Héctor en su batalla contra Aquiles mientras daba vueltas a la bien amurallada Ilión—:

Zancadilla le armó la vella diossa a la vella Clarabela, pero ella se la deshizo con el pie derecho, desconcertándola el suyo izquierdo con que se la avía formado, y aún gano con ello la griega dama más de dos passos de tierra. En ella se rehízo con cuidado Palas, corrigiendo el defecto passado. Provola a apretar de los pechos por si podía con los acerados brumar el natural hermosso, pero con el resistente fuerte suyo, ambas rescivieron igual congoxa. Dio un rodeón la diossa a la infanta y ella se dexó llevar con captela, pero aplicando fuerza contra la diossa en opossición de su siniestro lado.

Subcedió un exemplar misteriosso en pro y en contra de las guerreras, efectos, en fin, celestes, que aun los soberanos y magestuossos gentílicos, esto es, a 407ra los imperiossos monarcas, no perdonan. Avía sobre la haz de la tierra donde luchavan unas cuantas raíces de aquellos olmos y otros árboles, ni vistos ni prebenidos de las belicossas guerreras, y como el rodeón contrapuesto que Clarabela dio a la diossa Palas fuesse para ella impensado y no previsto, con las raíces tropezando, en ellas arrodilló de la pierna izquierda. Lo cual, sintiendo la captelossa griega, aplicó toda su fuerza en el diestro lado de la diossa, ayudando al forcexo su gravedad y natural pesso, caussas para que sin resistencia diese en el suelo y sobre ella, pero con armas iguales, la vencedora Clarabela. Solo pudo decirla la diosa:

—Trunfa, gloriossa Clarabela, gozando el mérito premio de mi vencimiento y queda en paz (Sexta parte II, 11 ff. 406vb-407ra).

Con esto dan fin las batallas de los dos infantes hermanos que, tras desaparecer el Castillo de Marte, como hemos visto al final del apartado 3.1, tendrán vía libre para rescatar a las princesas griegas.

4. Epílogo: los Doce Pares de Francia

A modo de epílogo, antes de dar paso a las conclusiones, me gustaría salir del ámbito grecolatino para hacer una breve incursión en la Materia de Francia. En el capítulo diecinueve del libro primero de la Sexta parte, “De cómo las belicossas cuatro infantas Clarabela, Clenarda, Lindaura y Polinarda intentaron la aventura del Purgatorio de los amantes”, las jóvenes princesas intentan dar cima a una de esas aventuras que quedaron inconclusas en las partes anteriores del ciclo. Precisamente el Castillo de la Esperanza guarda una serie de maravillas solo reservadas para ellas, apodadas las “Cuatro Leonas” por la profecía.

En el ameno valle de la isla de Citarea, en el citado castillo, les espera el Purgatorio de los Amantes. De esta manera, guiadas las infantas por el rabadán Léntulo, llegan a una fuente en el claro del bosque. Una vez allí vislumbran un cuerno que, al soplarlo, abre las puertas de la fortaleza. Como por arte de magia, el castillo expulsa cuatro grandes toros en dirección a las cuatro infantas. Se han desatado las maravillas. Tras unos torpes movimientos de toreo, revolcones por el suelo y, finalmente, sentenciados por la espada, se topan con cuatro caballeros armados de pies a cabeza que les impiden avanzar. Las infantas se niegan a decir sus nombres, pero los caballeros, a la manera cortés, se presentan: “—A mí llaman —dixo el cavallero— don Roldán, a aqueste cavallero llaman Montessinos, y Oliveros a este caballero, y al último, don Durandarte. Príncipes todos de Francia, 319rb renombrados por nuestros raros hechos con armas Doce Pares” (Sexta parte I, 19, ff. 319ra-319rb). La infanta Clarabela, que ya hemos visto cómo reprende a su hermano Clarisol ante las puertas del Castillo de Marte por pasarse de listo y de cortés, no puede evitar hacer un comentario hiriente a los paladines del mítico emperador Carlomagno:

—Y porque veas, Roldán, y vossotros, Pares o Nones de vuestra Francia gavacha, en cuán poco os tiene mi novilíssima nación griega, que todas cuatro somos mujeres, y que yo, por oprovio tuyo, con las pocas fuerzas que en diferencia de mi hermano don Clarissol alcanzo, te tengo de vencer a fuerza de brazos sin ussar de armas. Que, si tus fantásticos hechos lucían con aquellos moros baharíes del almirante Balán y aquellos enbelecos que vuestro Turpín zelebrava por zelebraros, nossotras con mucho fundamento y callando cautelossas obramos más que hablamos hasta que nos hacen salir de madre ¡Apercívete, fanfarrón Par de Francia, que por Júpiter excelso que quissiera que todos essos Pares y Nones, con el enfado que de ti é rescivido, estuviérades contra mí! (Sexta parte I, 19, f. 319va)

La infanta de Lira, totalmente colérica, se va hacia Roldán para agarrarlo, y tras un par de esquivas por parte de la princesa consigue cerrar con él, levantándolo del suelo y lanzándolo por encima de su cabeza hasta caer mortalmente y desaparecer. Por otro lado, Clenarda se había ido a por Durandarte y, después de una hora de tentarse las armaduras, la joven decide arrojar su escudo y seguir la estrategia de la infanta Clarabela, agarrándole y arrojándole seguidamente contra el suelo. Finalmente, Oliveros y Montesinos sufren el mismo destino que sus compañeros, pues Lindaura y Polinarda, siguiendo las maneras de sus dos amigas, arrojan los escudos y se vienen a las manos hasta dar con ellos en la tierra. De esta manera, las Cuatro Leonas vencen a los paladines del Castillo de la Esperanza, rompiendo así el encantamiento que pesaba sobre el príncipe Breño, y dando cima a la aventura del Purgatorio de los Amantes.

5. Conclusiones

En este artículo he querido mostrar el trato particular que reciben los dioses y héroes de la Antigüedad clásica —con una breve mención a los Doce Pares de Francia— en las Quinta y Sexta partes de Espejo de príncipes y caballeros, último libro de caballerías castellano (ca. 1640). Las claves de las dolorosas y ridículas derrotas que sufren los dioses y semidioses a manos de la cómica y despiadada pluma de Juan Cano López, escribano real en la corte de Madrid bajo los reinados de Felipe III y Felipe IV, creo encontrarlas en dos aspectos que he tratado a lo largo del texto y en otro que será expuesto en breve:

1. Continuaciones fieles a las estructuras y partes anteriores del ciclo. Juan Cano López, como ya he dicho anteriormente, retoma con maestría las aventuras que el licenciado Marcos Martínez deja inconclusas en sus Tercera y Cuarta partes. No solo aquellas relacionadas con el relato de los caballeros y doncellas del imperio griego, como la batalla interrumpida de Bravorante y Brufaldoro, o el rescate de las princesas griegas, sino también de estructuras “externas” al relato como es el prólogo.

El licenciado Martínez, en el prólogo de sus continuaciones23, hace un viaje onírico donde se encuentra con los sabios compiladores de la obra, con el nigromante Selagio y también con una serie de personajes histórico-literarios, más concretamente con la mayor parte de los Nueve de la Fama: El rey Arturo de la Gran Bretaña, el príncipe Héctor de Troya, el conquistador macedonio Alejandro Magno, el noble cruzado Godofredo de Bullón y el emperador Carlomagno. Unido a las figuras del prólogo (de las que aparecen Héctor y Alejandro como parte de la mesnada de Marte), Juan Cano López da continuidad al mago Merlín, al cartaginés Aníbal, al ateniense Teseo y al capitán romano Milón, estos tres últimos con sendas derrotas a manos de los príncipes griegos en las partes del licenciado Martínez. Es, pues, la reutilización de estas figuras un argumento más para ensalzar su buen trabajo como continuador.

2. Muy ligado al argumento anterior estaría el del empleo de las “belicosas y bizarras damas”. El ciclo de Espejo de príncipes y caballeros se ha caracterizado, desde el comienzo, por la belicosidad y fiereza de sus emperatrices, reinas, princesas, doncellas y damas, alejado del motivo carnavalesco de la burla a la virgo bellatrix. Mujeres guerreras24 que combaten de tú a tú, como hemos visto, con las fuerzas del mal.

Además, al argumento de la reutilización de personajes y tramas, hay que sumarle el de la coherencia con el propio prólogo del autor. Cano López defiende la veracidad de los actos heroicos de sus caballeros comparándolos con los del Cid, Bernardo del Carpio o Carlos V, y los de sus princesas y doncellas con los de Semíramis (que aparece en la mesnada de Palas) o con los de una mora que en la Guerra del Levantamiento de Granada atacó y mató a varios soldados españoles hasta que la acribillaron con fuego de arcabuz. De esta manera, los actos heroicos de Clarabela, Polinarda, Clenarda y Lindaura, las Cuatro Leonas, quedan más que “justificados”.

Y en cuanto a las fuentes literarias de estos modelos femeninos, tenemos la más que posible influencia de la Silva de varia lección de Pedro Mexía en nuestro autor y otros tantos del siglo XVI y XVII (la mujer papa, la mujer emperador, las amazonas, las sibilas…) (Mexía 1989: 237-261 y 1990: 256-272), las traducciones de finales del siglo XV y principios del XVI del De mulieribus claris de Boccaccio, como la de Paulo Hurus en 1494, o el Libro de las virtuosas e claras mugeres de don Álvaro de Luna.

3. Finalmente, unida a la belicosidad de los príncipes y caballeros, y al empleo de héroes y heroínas del imaginario —ya sea para seguirlos, ya sea para combatirlos (siendo estos dos aspectos propios, como he dicho anteriormente, del ciclo de Espejo de príncipes y caballeros, 1555-1580-1587-ca.1623-ca.1640)— está la realidad sociopolítica de nuestro autor. Durante el periodo en el que estuvo activo en la corte (1609-1639) —contando también con uno anterior de niñez y otro presumiblemente posterior de senectud— el imperio español estuvo inmerso en multitud de guerras que asolaron las tierras, poblaciones y economías de Europa occidental: desde la guerra civil de las Alpujarras (1567-1571), que cita Cano López en su prólogo, a la interminable de Flandes (1568-1648), que se salda con la funesta —para España— Paz de Westfalia, pasando por la Franco-Española (1635-1659) y la de Restauración Portuguesa (1640-1668), entre otras muchas… Quizás fue esta penúltima la que llevó a nuestro autor a ridiculizar y vapulear a los héroes nacionales de Francia en su novela de aventuras, ya que mientras la reutilización de los modelos clásicos está bien justificada por la política de las continuaciones caballerescas, la aparición de los Doce Pares de Francia —siendo, además, un pasaje tan corto y anecdótico, por no hablar del estilo tan directo y agresivo—, viene a ser una venganza en el terreno de la literatura.

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Notas

1Ambas partes contenidas en el manuscrito 24 del Archivo y Biblioteca del Ministerio de Asuntos Exteriores de Madrid. Para unas primeras impresiones de la obra y un concienzudo estudio del soporte material, véanse Santiago Rodríguez (1974: 253-256) y Ramos Nogales (2016: 44-50). ↩︎
2Las cuatro primeras partes del ciclo de Espejo de príncipes y caballeros están editadas y, además, cuentan cada una con un libro complementario que incluye una pequeña introducción, un resumen del argumento de la obra y un índice de nombres propios. Véanse: Ortúñez de Calahorra (1975 y 2003) para Espejo I; Sierra (2001 y 2003) para Espejo II; y Martínez (2006 y 2012) para Espejo III y IV. ↩︎
3Un estudio del ciclo editado de Espejo de príncipes y caballeros (1555-1587) puede verse en Campos García Rojas (2002: 389-430) y Gutiérrez Trápaga (2017: 113-157). Para la Quinta parte anónima y las Quinta y Sexta de Juan Cano, véanse Lucía Megías (1998: 309-356) y Ramos Nogales (2016: 41-96 y 2017: 121-143) respectivamente. El número de ediciones de cada una de las partes —que atestigua la difusión e importancia del ciclo— puede verse en Eisenberg y Marín Pina (2000: 323-333). ↩︎
4Para la tipología y métodos de difusión de los libros de caballerías manuscritos, véase Lucía Megías (2004: 73-82). Según esta división, el manuscrito que contiene las Quinta y Sexta partes de Juan Cano López correspondería con el quinto modelo: “Libros manuscritos que se copian como si fueran libros impresos, con todas las características tipográficas reproducidas de un modo manual: capitales, cabeceras, distribución del texto a dos columnas e incluso la portada que recorta o reimprime el grabado xilográfico característico de este tipo de ediciones” (Lucía Megías 2004: 78). ↩︎
5Véase el capítulo 32 del libro segundo de la Cuarta parte de Espejo de príncipes y caballeros, Martínez (2012: 670-672). Para el motivo de la batalla interrumpida véase Cuesta Torre (2007), donde cita este pasaje como una de las fuentes del episodio de don Quijote y el Vizcaíno (Cervantes 2015: 83-90). ↩︎
6Las normas de edición adoptadas siguen los criterios editoriales de la colección “Los Libros de Rocinante” dirigida por los profesores Carlos Alvar y José Manuel Lucía Megías. Véase La Demanda del Santo Grial 2017: XLVII-L. ↩︎
7“Capítulo XXXI. De cómo los príncipes del real entraron en la ciudad, y de las fiestas que se les hizieron, con los casamientos que uvo, para confirmación de la paz” (Martínez 2012: 667-669). ↩︎
8Para más información sobre el dios romano de la guerra, hijo de Júpiter y Juno, patrón de la ciudad de Roma, y famoso tanto por sus hazañas bélicas como por sus humillantes derrotas en el ámbito amoroso véanse Grimal (1986: 227) y Ovidio (1998: 121; 2008: 370-371). ↩︎
9Rey y héroe mitológico de Atenas, hijo del dios Neptuno en algunas versiones, que participó en la Guerra contra las Amazonas y en la Guerra entre los Lapitas y los Centauros —del lado de los primeros—. En esta última conoció a Pirítoo, rey lapita, del que se hizo gran amigo y bajó a los infiernos para llevarse consigo a Perséfone, donde acabó preso por su marido, Plutón, hasta que lo salvó Hércules. Por lo que más se le recuerda es por haber vencido al Minotauro en el laberinto del rey Minos de Creta con la ayuda de Ariana, una de las hijas de Minos. Véanse Grimal (1986: 450-455) y Plutarco (1985: 151-204). ↩︎
10Tito Annio Milón (95 a. C.-48 a. C.) fue un político romano, defensor de la causa de Pompeyo, que llegó a ser tribuno de la plebe y pretor. En el año 52 a. C. fue acusado de asesinar a Publio Clodio Pulcro (92 a. C.-52 a. C.), político de la facción de los populares, en plena campaña por la pretura. Aunque fue defendido por Cicerón en su Pro Tito Annio Milone (“En defensa de Tito Anio Milón”) fue exiliado a Marsella por asesinato. A su vuelta a Roma fue capturado y muerto por dirigir sublevaciones contra César. Véanse Cicerón (1994: 439-455 y 479-544) y Plinio el Viejo (1995: 413-414). ↩︎
11Merlín, hijo de un íncubo y una doncella, es el famoso mago, sabio y profeta que guía en sus pasos al joven Arturo para convertirse en rey de Bretaña y crear la orden de caballería de la Mesa Redonda. Es un personaje literario que aparece por primera vez con esos atributos en la Historia Regum Britanniae, obra de Geoffrey de Monmouth, a principios del siglo XII. Se convertirá en consejero, sucesivamente, de Vortiger, Uterpandragón y Arturo. Su figura evolucionará desde un eremita salvaje, pasando por sabio consejero y por anticristo, hasta la de profeta de la nueva caballería. Véanse Alvar (1991: 296-299), Godofredo de Monmouth (2017: 167-189) y Gutiérrez (1999: 41-45). ↩︎
12Para el nacimiento, separación de los progenitores, crianza por un sabio o sabia y primeras pruebas caballerescas del joven héroe véase Sales Dasí (2004: 19-29). ↩︎
13Véase Neri (2007: 21-24, 36-37, 57-58, 164, 177-178 y 195-196) para los diferentes aspectos maravillosos de los elementos arquitectónicos en los libros de caballerías castellanos. En concreto, este castillo se caracteriza —como ahora veremos— por estar al otro lado de un río (Alvar 2009: 110-116), ser invención del sabio Selagio, suponer una prueba para el caballero y por volatilizarse una vez superada. ↩︎
14Para el origen, naturaleza y transformación de los monstruos en los libros de caballerías, sobre todo de gigantes y otros vestiglos que irán apareciendo en este artículo, véanse Marín Pina (1993), Lucía Megías (2003) y Luna Mariscal (2017). ↩︎
15Aníbal Barca (247-183 a. C.) fue uno de los mayores generales y estrategas cartagineses. Protagonista de la segunda guerra púnica (218-200 a. C.), realizó una de las mayores gestas logísticas que se recuerdan todavía al cruzar los Alpes con un enorme ejército, en el que se incluían elefantes, para entrar en la península itálica. Allí permaneció diez años y consiguió vencer a la República romana en múltiples batallas, entre las que destaca Cannas en el 216 a. C. Finalmente fue derrotado en el 200 a. C. en suelo cartaginés en la batalla de Zama por el general romano Publio Cornelio Escipión el Africano. Véase Polibio (1991: 309-361). ↩︎
16Príncipe caudillo de los ejércitos de su padre Príamo, rey de Troya, fue uno de los grandes héroes del bando teucro en la guerra de Ilión. Estuvo casado con Andrómaca con quien tuvo un hijo llamado Astianacte o Escamandro. Como muchos de los protagonistas de esa contienda, murió a manos del gran guerrero Aquiles en venganza por la muerte de su querido Patroclo. Véanse Grimal (1986: 176-177) y Homero (1996: 213-229 y 584-608). ↩︎
17Para la vida y gestas del joven estratega macedonio (356 a. C.-323 a. C.), que unificó los territorios de la actual Grecia y conquistó los bastos territorios del imperio persa desde el delta del Nilo hasta el río Indo, véase Plutarco (2007: 9-13 y 25-125). ↩︎
18Hijo del rey Peleo de Ftía y de la diosa nereida Tetis, por lo tanto, semidiós, fue uno de los grandes héroes del bando griego en la guerra de Troya. Su enfado y amargura, se puede decir, son el motor de la Ilíada de Homero. Para su nacimiento, tratamiento inmortal, educación en el Pelión por Quirón, aventuras antes de su marcha a Troya y descendencia, véanse Grimal (1986: 5-9), Homero (1996: 103-122 y 538-554), Apolodoro (1985: 184-185 y 223-224) y Virgilio (1992: 190-192). ↩︎
19Para la accidentada infancia del semidiós más importante de la mitología clásica, posteriormente divinizado, hijo de Zeus y Alcmena; participación en las grandes aventuras de su tiempo como la Gigantomaquia o el viaje de los Argonautas; los famosos Doce Trabajos como condena por haber asesinado a su mujer e hijos, y su posterior sufrida muerte, véase Grimal (1986: 187-203). ↩︎
20Para la vida y hechos de la poderosa reina de Asiria, esposa de Nino, y heredera —por engaño— del gran imperio babilonio al que añadió Etiopía y volvió incluso más poderoso, hasta que la lujuria la consumió, véase Boccaccio (2010: 66-70). ↩︎
21Pentesilea, reina de las Amazonas, fue famosa tanto por su belleza como por su destreza en las armas. Cuando se enteró de que los troyanos estaban siendo atacados por la alianza griega, acudió en la ayuda del príncipe Héctor, al que amaba. Una vez en el campo de batalla peleó para impresionar al príncipe teucro, pero Aquiles acabó con su vida, llorándola después por su fiera beldad. Véanse Homero (1996: 157), Boccaccio (2010: 154-156) y Luna (2009: 386-388). ↩︎
22Para la diosa griega y romana de la sabiduría y la guerra justa o justificada, nacida de la cabeza del padre de los dioses, patrona de la ciudad de Atenas, maldiciente con aquellos que osan poner en entredicho su arte o su belleza, y consejera dadivosa de grandes héroes griegos, como Perseo y Aquiles, véanse Hesíodo (1978: 110), Boccaccio (2010: 79-82) y Luna (2009: 392-394). ↩︎
23Para un estudio del prólogo de la obra de Marcos Martínez véanse Campos García Rojas (2010: 503-518) e Izquierdo Andreu (2019: 487-489). ↩︎
24Para la figura de la virgo bellatrix, véase el artículo de Marín Pina (1989: 81-94). ↩︎