Héroes transmediales de México: El Santo y Kalimán

Cristina Mondragón

Université de Lausanne

ORCID: 0000-0003-3929-1565

Resumen

Hispanoamérica ha creado sus propios héroes a lo largo de su historia, algunos han sido heredados del imaginario europeo, otros son sobrevivientes de las leyendas indígenas y otros tantos creaciones modernas, pero solamente aquellos que de una forma u otra corresponden con el arquetipo heroico han trascendido en el imaginario social y cultural. De ellos, dos sobresalen por su popularidad y permanencia en el gusto del público: Santo, el Enmascarado de Plata, y Kalimán, el hombre increíble. En este artículo analizamos la manera en que se construyeron estos personajes a fin de explicar su importancia cultural.

Palabras clave

El Santo, Kalimán, héroe, cine mexicano, historieta

Transmedia Heroes in México: Santo and Kalimán

Abstract

Latin America has created its own heroes throughout its history, some of them were inherited from the European legacy while others are survivors of indigenous legends, and many of them are modern, contemporary creations. But only those that, in one way or another, coincide with the heroic archetype have transcended in cultural and social imagination. Two of them stand out because of their popularity and permanence in the taste of the public: Santo, el Enmascarado de Plata, and Kalimán, el hombre increíble. In this article we analyze the way in which these characters were built so to explain their cultural importance.

Keywords

El Santo, Kalimán, heroes, Mexican cinema, comics

Hay hombres que luchan un día y son buenos,
hay hombres que luchan un año y son mejores,
hay quienes luchan muchos años y son muy buenos.
Pero hay quienes luchan todos los domingos:
ésos son los chidos. Santo, el enmascarado de Plata.

Botellita de Jerez

.

Mil ojos tiene Kali para descubrir la mentira y cien
brazos para castigar al culpable.

Si quieres encontrar la verdad, no mires con los ojos,
ciérralos y no temas a la oscuridad del pensamiento,
porque en reflexión encontrarás la Verdad de ti mismo.

Kalimán

Introducción al heroísmo popular

En abril del año 2016, Marvel Studios y Walt Disney Studios Motion Pictures estrenaron una más de las muchas películas de superhéroes que comenzaron a inundar el mercado cinematográfico durante la primera década del siglo XXI, Captain America: Civil War. Meses antes, la campaña publicitaria había presentado un par de cortos con la síntesis del argumento que es, en pocas palabras: “political involvement in the Avengers’ affairs causes a rift between Captain America and Iron Man”, según la página IMDb. Estos cortos fueron vistos por millones de personas alrededor del mundo y, por supuesto, inspiraron múltiples parodias; una de ellas, creada y publicada por el canal mexicano QuéParió!, propuso una “Civil War México” donde dos grupos de héroes populares (y no tanto) reelaboraron paso a paso los momentos climáticos de ambos trailers pero trasladando la acción a la capital mexicana.

Así, si en la versión original a cada grupo lo lideran Captain America y Iron Man, en la versión mexicana el Santo toma el lugar de Captain America y con él luchan Blue Demon, Mariachi1, el Comandante Hernández de los Supercívicos2, Bárbara Blade,3 y Solín. Por su parte, en lugar de Iron Man, el Chapulín Colorado cuenta con la ayuda de Lola la Trailera4, el Pantera5, el Brigadier EseWey de los Supercívicos, Chiquidrácula6 y Kalimán7. De entre todos estos personajes, el Chapulín Colorado es un héroe paródico desde su origen, pero hay dos que sobresalen por su permanencia en el imaginario colectivo mexicano como los héroes por antonomasia: el Santo y Kalimán. Incluso, podríamos afirmar que el éxito de este video, que hasta hoy suma más de 4 millones de reproducciones, se fundó no solamente en la muy eficaz reelaboración humorística del hipotexto sino, considerando los comentarios generales (6521), en la recuperación de los héroes más queridos del imaginario hispanoamericano.

 Ahora bien, salvo el Santo, Blue Demon y Kalimán, el resto carecen de peso cultural. Esto no se debe a la falta de personajes heroicos en el mundo de la historieta mexicana, al contrario: basta echar un vistazo a colección de la Hemeroteca Nacional de México o hacer una búsqueda de películas en YouTube para encontrar héroes como Neutrón, La Sombra Vengadora, Chanok, Fantomas, Atomus, Carlos Lacroá o Alma Grande el Yaqui Justiciero, entre otros. Algunos de estos personajes tuvieron mucho público y fueron famosos mientras se publicaron sus historietas o se proyectaron sus películas, pero con el paso del tiempo —consideremos que, por ejemplo, la radionovela que dio a conocer a Carlos Lacroá, originalmente Lacroix, se transmitió entre las décadas de los 40 y 50 (Pepines 2020) y que tanto las historietas mexicanas de aventuras como las películas de héroes y luchadores tuvieron su apogeo entre los años 50 y 70— cayeron en el olvido; en cambio, algunos se consolidaron como símbolos, verdaderos héroes populares que permanecen vivos en la cultura mexicana: Santo, Blue Demon y Kalimán, pero también el Huracán Ramírez, el Rey Tinieblas o Mil Máscaras.

Curiosamente, la mayoría de estos personajes comparten su carácter multimedial: en el caso de los luchadores enmascarados, se trató de deportistas dedicados a la lucha libre que saltaron del ring al cine o viceversa a principios de los 50. Según Rafael Aviña: “fue en 1952 cuando se realizaron las cuatro primeras cintas mexicanas de luchadores, que inauguraron propiamente el género” (2013: 15), algunas protagonizadas por actores ajenos al enfrentamiento real (salvo por Wolf Ruvinkis, actor de origen letón que comenzó su carrera como luchador), pero la mayoría con los deportistas verdaderos. Tras el éxito cinematográfico, comenzaron las aventuras en fotomontajes o historietas de manera que un personaje podía luchar los domingos en la Arena México, aparecer en el cuadernillo semanal y estrenar una película, todo al mismo tiempo. Otros comenzaron como personajes de radionovela, de ahí saltaron a la historieta y al cine también en feliz convivencia. Sin embargo, solamente dos, el Enmascarado de Plata y Kalimán, tuvieron un éxito arrollador, incluso fuera de las fronteras mexicanas de tal forma que, haya sido de manera instintiva o por imitación de las historietas de superhéroes estadounidenses, se les creó todo un sustrato heroico.

Santo, el Enmascarado de Plata

La historia del Santo, o Rodolfo Guzmán por su nombre civil, su desarrollo como icono popular y su filmografía pueden encontrarse ampliamente detallados en el extraordinario estudio de Álvaro Fernández dedicado al personaje8. Guzmán comenzó a luchar bajo varios nombres hasta que alcanzó la fama con la máscara plateada y el sobrenombre correspondiente adoptados en 1943. En sus inicios, Santo perteneció al bando de los luchadores rudos —que no siempre respetan las reglas del encuentro, ya sea usando llaves prohibidas o golpes arteros y con una actitud agresiva frente al público y sus colegas— con la carga negativa que significa pues son los “malos” en el enfrentamiento cósmico que se celebra entre las cuerdas. Sin embargo, en junio de 1962, en buena medida obligado por el éxito cinematográfico, pasó definitivamente al bando de los técnicos, los “buenos” que pelean limpiamente:

En 1957 comienzan los cambios de generaciones en la lucha libre: Tarzán López, uno de los más importantes gladiadores, deja el ring. Nuevas figuras llegan, la primera etapa de Santo como luchador va terminando. Filma sus primeras películas en 1958. Santo se ve obligado —supuestamente para dar un buen ejemplo a su público infantil— a luchar como técnico, como bueno, y el 5 de julio de 1962, en pareja con Henry Pilusso, enfrentan y vencen a los Hermanos Espanto. La impresión causada en el público, supuestamente por la maestría de su técnica, lo consagra como uno de los luchadores favoritos y —además con motivo del cine y la historieta— como un ícono representativo de la cultura.

Para 1963, Santo ya había asimilado su condición de héroe y en este año se recuerda una de las luchas más encarnizadas en calidad de técnico contra el Espanto I. […]

Su figura como técnico adquiere los atributos de un auténtico santo. De hecho comienza a jugar con su imagen y durante una función a punto de cancelarse por una tormenta y por la carencia de público, a capricho de Santo apagan las luces y las encienden cuando él ya está sobre el ring. Entonces se presenta la teofanía: Santo aparece (Fernández 2019: 94).

Pocos años antes, Guzmán había alquilado su imagen para las aventuras en foto-cómics que publicó José G. Cruz, donde este personaje ahora literario pelea contra seres sobrenaturales, con lo que comienza su historia como luchador de las fuerzas del bien, a pesar de las muy evidentes carencias tanto económicas como formales en su manufactura. Como se asienta en el repositorio de la Hemeroteca Nacional de México:

Para una parte de la crítica, Santo es el héroe a la altura de nuestro subdesarrollo, y una pieza de humor cuyo encanto sólo se puede apreciar tomando una perspectiva irónica. Pero quizá sus lectores originales se lo tomaban más —y menos— en serio, y leían y seguían la historieta con la alegría juvenil con la que se sigue la narración de una aventura un tanto ingenua a la que se le permiten todo tipo de licencias. Lo cierto es que la indudable solemnidad con la que fue realizada por Cruz y su equipo de montajistas, explica buena parte de su enorme éxito, tanto en su lectura popular como en su lectura “culta” (Pepines 2020).

Fue tanto el éxito del cuadernillo, publicado entre 1952 y 1982, que durante la década de los setenta Rodolfo Guzmán y Cruz entablaron una pelea legal por los derechos del personaje que ganaría finalmente el luchador, a pesar de que

su carácter como personaje de aventura y las características mismas de sus aventuras, [fueran] desarrollados por Cruz, aunque éstas tengan su origen en la esquemática teatralidad de la lucha libre, donde rudos y técnicos recrean el ancestral enfrentamiento del Bien contra el Mal (Pepines 2020).

En el cine, en cambio, el desarrollo del personaje se fue concretando a lo largo de múltiples películas siempre protagonizadas por Guzmán, hasta que hereda el papel a su hijo.

Así pues, en 1952 René Cardona produjo y dirigió El enmascarado de plata donde ya aparece el héroe con su máscara representativa pero encarnado por El Médico Asesino; seis años más tarde se filmaron en Cuba las primeras dos películas de las más de cincuenta que conforman la franquicia del Santo:

El de 1958 es un año clave en la historia del género. Santo contra el cerebro del mal y Santo contra los hombres infernales, de Joselito Rodríguez, marcan el arranque de un mito y la creación de una leyenda afincada, como se ha dicho, en el ring, la historieta y la televisión. Con el inicio de los años sesenta el cine de luchadores llegó a la edad adulta a pesar de sus tramas infantiles, y El Santo protagonizó 24 de los filmes realizados en esa década, superando a todas luces el surgimiento de otros justicieros enmascarados, como el mismísimo y notable Blue Demon, el muy popular Mil Máscaras y el ridículo Superzán (Aviña en Criollo et al. 2013: 17).

El éxito cinematográfico, como hemos mencionado, llevó a que comenzara a crearse una historia heroica que completara el arquetipo. Así, en 1961, en el filme Santo contra el rey del crimen, lo heroico del personaje ficcional comienza a contagiar al luchador real: Roberto de la Llata, un niño de unos diez años, presencia a la salida del colegio cómo un grupo de jovencitos ataca a una niña para quitarle a su perro; el chico la defiende con éxito al principio, pues muestra fuerza y habilidad con los golpes, sin embargo entre varios miembros de la pandilla lo sostienen y su cabecilla, apodado “La Pulga”, lo golpea hasta que llega la policía y todos salen corriendo. Roberto vuelve derrotado a casa donde su padre lo felicita: “has obrado como si yo mismo te lo hubiera ordenado; y así quiero que hagas siempre: defender al débil y al menesteroso, estar siempre al lado del bien y de la justicia” (Curiel 1961). Le revela entonces su verdadera identidad y su estirpe: “¿Has oído hablar alguna vez de Santo, el enmascarado de plata? […] Santo no ha sido nunca una leyenda, hijo, ésta es su máscara plateada. Yo la usé durante muchos años, ¡cuando fui Santo, el Enmascarado de Plata!” (Curiel 1961). Junto con el personaje, nos enteramos de que en la familia de Roberto siempre hubo un enmascarado y vagamente del origen del héroe: el primero en usar la máscara lo hizo por humildad, y dado su anonimato y sus buenas obras la gente dio por llamarlo “Santo”, nombre adoptado por sus descendientes. El padre de Roberto le dice que él fue el último Santo, pero que está a punto de morir por una condición cardiaca por lo que el niño pronto deberá tomar una decisión, podrá llegar a ser Santo si tiene fuerza de carácter:

PADRE —Pero primero deberás someterte a pruebas muy duras. No debes hacer el mal a nadie, nunca jamás engañar a tus semejantes, dedicarte en cuerpo y alma en defender a los débiles, castigar implacablemente la ley del mal. Tu vida será un duro sacerdocio, hijo.

ROBERTO —Sí, papá, yo seré igual que tú, Santo el Enmascarado de Plata.

PADRE —Si para entonces crees no merecerla, ¡quema la máscara, no debe caer jamás en manos de un extraño! Desgraciadamente para ese entonces ya yo no viviré, pero Matías te mostrará a su debido tiempo mi refugio. Pero recuerda que deberás llevar el rostro cubierto durante diez años; si para entonces llegas a enamorarte, la mujer que te quiera tiene que aceptarte así. Después, cuando el deber haya sido cumplido, tendrás tiempo para dedicarlo a tu familia y a ti (Curiel 1961).

Esta escena muestra la predisposición del niño a convertirse en el héroe dada su herencia familiar, se trata pues de un personaje excepcional que tendrá a su cuidado el símbolo y amuleto, la máscara plateada, y se enuncia también por primera vez el código moral que regirá al héroe colocándolo definitivamente del lado del Bien.

En la escena siguiente encontramos a Roberto joven, se ha convertido en campeón de lucha libre y su fiel ayudante, Matías, le recuerda su llamado a la aventura:

MATÍAS —¿Recuerdas la promesa que le hiciste a tu padre, pocos meses antes de que muriera?

(Matías camina hacia el retrato que guarda en un compartimento secreto la máscara plateada y lo abre)

ROBERTO —¡La máscara! Es verdad, cómo pasa el tiempo.

MATÍAS —No es necesario que digan tus palabras lo que no siente tu corazón.

ROBERTO —Sí, Matías, sé cuál es mi deber y estoy dispuesto a cumplirlo.

MATÍAS —¿Te das cuenta de que tendrás que renunciar a todo?, ¿incluso a ese campeonato que acabas de ganar? Aún estás a tiempo: si crees que el sacrificio es demasiado grande para tus fuerzas, quémala. (Señala hacia la máscara. Roberto considera durante unos segundos)

ROBERTO —Pónmela, Matías, por favor, ¡pónmela! (Curiel 1961)

Durante todo este diálogo, sólo hemos visto a Roberto de espaldas, pero cuando acepta la llamada del destino y Matías, con una sonrisa de satisfacción, le coloca la máscara, da el frente a la cámara y vemos por fin al Santo. Acto seguido, el ayudante lleva al héroe al refugio de sus antepasados, un laboratorio en los sótanos de su mansión, y le otorga el primer amuleto: el “X-Alfa”, un radio transmisor que simula ser un reloj de pulsera y con el cual podrán estar comunicados todo el tiempo. Es en esta película donde se alude por primera vez al origen del personaje y se cuenta la historia de sus identificadores principales: la máscara y con ella el anonimato, el compromiso con la sociedad contra el Mal y la tecnología que usa para cumplir con su deber.

Pero si la estirpe del héroe viene de lejos, había que contar el origen, quién fue aquel primer Santo con quien inician las hazañas y que da fundamento al relato. En 1964, José Díaz Morales dirige El hacha diabólica, cuyas acciones comienzan en 1603. Según la advertencia inicial, “esta realización está basada en un cuento fantástico y no se desarrolla en ningún sitio preciso, por lo cual todos los personajes son imaginarios y ficticios” (Díaz Morales 1964), pero más adelante se mostrarán los hitos urbanos que localizan la acción en la Ciudad de México por lo que podemos presumir que las escenas situadas en el siglo XVII suceden en el virreinato de la Nueva España. En la apertura de la cinta, una procesión de monjes lleva a su sepulcro a un hombre vestido de luchador; en la lápida se puede leer “Santo. El enmascarado de Plata” y en la tapa del ataúd, “1603. Año del Señor” (Díaz Morales 1964). Una voz dice que el muerto había llegado al monasterio buscando paz y reposo, renunciando

a sus riquezas y alto rango dentro de la nobleza, ocultando su identidad bajo una máscara de plata como símbolo del bien al cual sirvió, combatiendo a las fuerzas negras que se ensañaron contra él y la elegida de su corazón. Supo luchar con el arrojo y el valor de un hombre superior y también supo vivir con cristiana humildad. Que la sombra siniestra de su enemigo, que fue condenado por brujería, lo deje reposar en paz. Así sea (Díaz Morales 1964).

La acción se traslada después al siglo XX, hasta donde aquella sombra siniestra —el Enmascarado Negro— ha llegado buscando vengarse del de plata gracias a un pacto con Satanás. En la Arena Coliseo encontramos a Santo preparándose para subir al ring mientras una sombra muestra a su histórico enemigo con su arma mortal, el hacha diabólica. A partir de aquí, Santo deberá enfrentarse a este personaje maligno, para lo que contará con la ayuda de un científico a quien Santo llama “doctor” pero cuyo nombre no se menciona. Éste identifica la naturaleza del hacha diabólica gracias a un símbolo del mal: una calavera cruzada por una tibia y un hacha que simbolizan los poderes de Satanás, y la fecha grabada de 1603. Interrogado por el Doctor, Santo le cuenta que sólo sabe de sus antepasados lo referente a su disfraz, entregado a él por su padre in articulo mortis, y que al parecer está hecho de un material indestructible. Más aún, en momentos de grave peligro y cuando está a punto de desfallecer, el héroe siente que su máscara le da fortaleza. El científico examina la máscara —es decir, la observa con una lupa— y descubre que tiene un símbolo, la palabra “abracadabra” en once renglones que, quitando una letra de la primera palabra al último renglón, forma un triángulo o amuleto que protege a su portador de todo peligro, opuesto al símbolo diabólico del hacha:

Santo pregunta sobre el significado del término abracadabra y el doctor le dice que tuvo su origen en el nombre de un sabio que practicaba la ciencia del bien, “Abraca”. Entonces, se aparece el fantasma de Isabel, la dama novohispana, quien se presenta como protectora del héroe y le informa sobre la manera de deshacerse de su enemigo: quitarle la máscara negra.

A fin de desentrañar el misterio tanto del Enmascarado Negro y el hacha diabólica como del fantasma, el Doctor ofrece a Santo enviar su alma al pasado con una máquina de su invención. De esta forma, en pleno virreinato, conocemos la historia de dos caballeros enamorados de la misma dama, doña Isabel; uno de ellos viste de plata y es a quien ella corresponde, el otro viste de negro y, despechado, pacta con Satanás para vencer a su rival. Por su parte, el caballero plateado busca a un ermitaño en la montaña:

CABALLERO —Como sé, buen ermitaño, que sois descendiente del mago Abraca y que lucháis contra las fuerzas del mal que se han ensañado en mi contra/

ERMITAÑO —(Interrumpiéndolo) No es necesario que me digas a lo que has venido, puedo leer en tu mente, esperaba tu visita. Como sé que eres un hombre que desea favorecer a sus semejantes, te daré la fuerza y el poder que harán de ti un hombre superior.

CABALLERO —Tú sabes si lo merezco o no, señor. Acataré tu decisión.

ERMITAÑO —Jamás te servirás de un arma para combatir a tus enemigos, ello destruiría tu fuerza y opacaría la bondad de tu corazón. Por muchas generaciones lucharás contra las fuerzas del mal: ya eres Santo, el Enmascarado de Plata (Díaz Morales 1964).

Mientras el ermitaño con sus palabras inviste al personaje, éste cambia mágicamente su apariencia de caballero virreinal a un anacrónico enmascarado con el torso desnudo, mallas, capa y botas. Pero, aunque logra vencer con estos nuevos poderes al Enmascarado Negro, no consigue encontrar a Isabel, quien muere encerrada en el escondite del malvado. El ermitaño le dice entonces que sólo uno de sus descendientes logrará encontrar los restos de la mujer y que se enfrentará a un peligro mayor, pero él, el ermitaño, estará a su lado para cuidarlo. De vuelta al siglo XX, en el laboratorio el científico recuerda a Santo que solamente podrá vencer a su enemigo arrancándole la capucha, pero entonces aparece el Enmascarado Negro, lucha contra Santo y, en un descuido, lanza el hacha diabólica contra el profesor para luego desaparecer. El Doctor, antes de morir, recobra su identidad verdadera: es el sabio ermitaño Abraca, que ha salvado la vida del héroe para que pueda cumplir su misión, al sacrificarse cumple su destino y ahora Santo debe cumplir el suyo. Finalmente, luego de varios enfrentamientos y búsquedas, el héroe vence al Enmascarado Negro, vence al propio Satanás y recupera los restos de Isabel.

Con esta cinta queda asentado el origen del personaje que, sin haber tenido un nacimiento prodigioso, sí pertenece a un linaje noble virreinal, convertido —ya en el México del nacionalismo revolucionario— en alta burguesía; el último Santo también sufre la pérdida de sus padres pues, si bien no conocemos nada sobre su mamá, sí sabemos que perdió a su padre siendo aún niño y que lo cría el criado-ayudante de la familia. La iniciación durante la cual se le impone el código de honor y una forma de anonimato —nadie conoce su rostro ni su nombre, pero como héroe es conocido y respetado— indican que el Santo es un héroe señalado por el destino. Es verdad que en el virreinato de la Nueva España durante el siglo XVII, al recibir la llamada a la aventura, fracasa. Sin embargo, fundada la línea, a partir de entonces los descendientes de este caballero —de manera inexplicable pues murió sin consumar su amor con doña Isabel, en un convento, sin hijos— mantienen viva la misión del héroe hasta llegar a Roberto de la Llata, el luchador del siglo XX que lleva a buen término la aventura iniciática.

Las aventuras del Santo son numerosas, pero sobresalen aquellas donde vence a seres sobrenaturales: como único y último descendiente de un matador de vampiros, se enfrenta a estos seres en Santo contra las mujeres vampiro, cinta de 1962 (dir. Alfonso Corona Blake), El Conde Brákola de 1965 (dir. José Díaz Morales), en Santo en el tesoro de Drácula —o El vampiro y el sexo en su versión sin censura hecha para el público europeo— de 1968 (dir. René Cardona; aquí Santo ya no es solamente un luchador sino también un renombrado científico cuya máquina del tiempo permite enviar a una persona al pasado, a una existencia previa), y en La venganza de las mujeres vampiro (dir. Federico Curiel), de 1970. En 1972 se enfrenta a Drácula y el hombre lobo en la cinta homónima y finalmente, en 1981, entrega la máscara a su hijo en Chanoc y el hijo del Santo contra los vampiros asesinos (dir. Rafael Pérez Grovas). Por otra parte y, al ser la figura por antonomasia del luchador-héroe, da la bienvenida a Blue Demon al mundo de la lucha contra el mal —y del cine— en la cinta Blue Demon contra el poder satánico, primera del Demonio Azul, dirigida por Chano Urueta en 1966. Mientras se prepara para subir al ring y luchar contra un asesino con poderes parapsicológicos, Blue recibe la visita de Santo en el vestuario de la arena:

SANTO —Te felicito, Blue Demon, sé que, como yo, has decidido consagrar tu vida y tus energías para servir el bien. Muchos peligros y sinsabores te esperan, ¡no desmayes!

BLUE DEMON —Gracias, Santo. Si alguna vez necesitara de tu ayuda y de tu apoyo, dime, ¿contaría contigo?

SANTO —Siempre que me necesites estaré a tu lado (Urueta 1966).

A partir de entonces, y aun habiendo sido acérrimos rivales en el encordado, ambos enmascarados protagonizarán cintas como Santo y Blue Demon contra los monstruos en 1969 o Santo y Blue Demon contra el doctor Frankenstein de 1973, entre otras.

En 1969 y bajo la dirección de Rafael Pérez Grovas, Santo debe enfrentar a Blue en un filme cuyo nombre señala la naturaleza heroica de la aventura: Santo y Blue Demon en el mundo de los muertos. Una vez más, la acción comienza en la época virreinal, en 1676, donde uno de los descendientes del primer Enmascarado de Plata funge como ayudante de la Santa Inquisición en la persecución de brujas. La más poderosa de entre ellas, Damiana, luego de presenciar un auto de fe en el que queman a tres de sus seguidores, celebra una misa negra en la que invoca a los siete espíritus del infierno para que le ayuden contra su gran enemigo y pide que le envíen a un vengador: Blue Demon, quien luchó contra las fuerzas del mal pero cuya alma quedó atrapada bajo el dominio de Lucifer. A pesar de la ayuda forzada del demonio azul, el Santo logra atrapar a Damiana y enviarla a la hoguera, desde donde la bruja lanza su maldición: en trescientos años volvería para matarle, entonces “la última de mis descendientes tomará venganza contra el último de tus descendientes, ¡lo juro por Satán, ángel de las tinieblas!” (Pérez Grovas 1969). La película hace una elipsis temporal hasta fines de los sesenta y encontramos al Santo a punto de casarse con Alicia, una chica que resulta ser descendiente de Damiana. Como novios, el héroe y Alicia visitan el convento donde fue quemada la bruja y que ya en el siglo XX es un museo: ahí la joven sufre un déjà vu que, aunado a las pesadillas donde sueña con el tormento de la hoguera, indican que se han cumplido los 300 años. El espíritu de Damiana, entonces, posee a Alicia e intenta matar a Santo con sus esbirros en la arena de luchas, pero no lo logra; sume entonces a la chica en un profundo sopor, mandando su alma al mundo de los muertos. Santo, ayudado por un sacerdote, va a buscarla y ahí lucha contra los espíritus del infierno, encuentra el alma de Alicia y debe cruzar el puente entre la vida y la muerte antes de que se acabe el tiempo indicado en una clepsidra, lo que solamente logra con ayuda de Blue Demon, que con esta acción libera su alma de las garras de Lucifer.

Con esta aventura, Santo completa su caracterización heroica y, reuniendo su presencia en historietas, las películas donde sale invariablemente vencedor y su carrera en la lucha libre mexicana, logra la inmortalidad que dan la fama y la gloria. Pero, como se reitera en todo su periplo, en algún momento tuvo que dejar la máscara y ceder su lugar a su descendiente, quien seguirá con la defensa del Bien en la cinta Chanoc y el Hijo del Santo contra los vampiros asesinos. Antes de los créditos de inicio, encontramos a Santo con su traje usual en una caverna, con él está su hijo vestido de civil y el rostro cubierto solamente con gafas oscuras; entre ambos, sobre un pilar y cubierta con una campana transparente, se ve una máscara plateada:

SANTO —Hijo mío, te he estado preparando para que ocupes mi lugar. Te he enseñado a amar a los pobres y a los desvalidos, y ahora estás listo para ayudarlos y defenderlos, para luchar por la justicia y por la ley, y sobre todo para ser el amigo del pueblo. Voy a investirte con esa máscara que ha sido mi orgullo y mi emblema, cuando te la pongas, tendrás que honrarla siempre, aun cuando peligre tu propia existencia. Si te sientes con fuerzas para consagrarle tu vida, júralo al igual que lo hice yo, pero antes tienes que saber una cosa: una vez que te la pongas, ya nunca podrás retroceder. Ahora dime, ¿estás dispuesto?

HIJO DEL SANTO —Sí, padre, lo juro.

Santo hurga en su cinturón, extrae algo invisible que arroja a los pies de su hijo causando una breve explosión. Al disiparse el humo, el Hijo del Santo aparece vestido con mallas, muñequeras, botas, capa y la máscara, todo plateado.

SANTO —(Da un paso hacia su hijo y le entrega la cosa invisible) ¡Tómala, con esto te trasmito todos mis poderes! (Pérez Grovas 1981)

Las diferencias entre la revelación que su padre hace a Roberto de la Llata, con la alusión al origen del personaje, la proveniencia del apelativo ‘Santo’ y el amplio código moral, y esta escena son evidentes. Mientras que el padre de Roberto ya no era héroe en funciones y, por tanto, no portaba más la máscara, Santo hace su última aparición cinematográfica con el rostro cubierto9 y el traje completo; en lugar del código de conducta, el héroe hace hincapié en que su hijo debe ser “amigo del pueblo”, y en lugar de ponerle la máscara como Matías la pone a Roberto, la transformación del Hijo del Santo es más semejante a un truco de magia. Sin embargo, el periplo está completo: cumplido su destino, el héroe debe retirarse.

Kalimán, el hombre increíble

“Caballero con los hombres, galante con las mujeres, tierno con los niños, ¡implacable con los malvados! Así es ¡Kalimán, el hombre increíble!” Esta fue la entrada para una de las radionovelas más famosas en México y buena parte de Centro y Sudamérica, las aventuras radiofónicas del héroe nacido en Kalimantán: aventurero, filántropo, investigador, defensor de los débiles y símbolo de la justicia cuyas historias se desarrollaban en cualquier parte del mundo, real o irreal. Kalimán, que junto con el Santo sigue siendo uno de los personajes más recordados y reconocidos por el gran público, es, sin embargo, un héroe considerablemente controversial para la crítica que ha tratado de acercarse a él10. Ahora bien, esta crítica en buena medida se ha limitado a estudiar al personaje desde la historieta, quizás porque las aventuras radiofónicas no fueron accesibles durante muchos años; en la actualidad, gracias a diversos podcasts y canales de YouTube, es posible escuchar si no todos, sí una buena cantidad de títulos de la serie. Por otra parte, los estudios que hemos encontrado también han restringido el análisis del personaje y sus aventuras a una perspectiva postcolonial —muy cuestionable cuando se trata de literatura mexicana—, de género o política que no siempre resulta muy acertada11.

Aquí nos limitaremos a analizar al personaje desde su caracterización heroica —como hemos hecho con el Santo— y con preferencia de la radionovela sobre la historieta12, a la que nos referiremos solamente cuando sea indispensable.

Los orígenes de Kalimán están en la radio cuando, el 16 de septiembre de 1963, se transmitió el primer capítulo de su primera aventura, Los profanadores de tumbas, a través de RCN, Radio Cadena Nacional, en el Distrito Federal “y otras estaciones independientes de México y otros países” (Delgado Rosas 2009a). El personaje fue creado por el cubano exiliado en México Modesto Vázquez González y por Rafael Cutberto Navarro, encargados también de los argumentos, mientras que los libretos fueron escritos durante muchos años por Víctor Fox —pseudónimo de Héctor González Dueñas— y Clemente “Clem” Uribe13, tanto para la radionovela como la historieta (Delgado Rosas 2009a). Durante los casi treinta años que duró el programa al aire y otros tantos como cómic, Kalimán fue un personaje con líneas bien definidas cuyas aventuras no tenían continuidad entre sí: eran historias cerradas sin una cronología específica, lo que brindó al héroe la atemporalidad necesaria para mantenerse en el gusto del público sin necesidad de justificar el hecho de que ni Kalimán ni su compañero Solín envejecieran. Otra característica particular de Kalimán es que, a pesar de ser un producto mexicano cuyas radionovelas e historietas se produjeron en México y, en el caso de la radio, con actores mexicanos, él mismo no tiene esta nacionalidad ni sus aventuras ocurren en este país salvo una, Los misterios de Bonampak, y algunos episodios de Los asesinos de la Máscara Roja que transcurren en la Ciudad de México.

Otro aspecto sumamente interesante de estas historias es que en la entrada de la radionovela y al final del último capítulo de la aventura se enumeraba al elenco, entre el cual aparecía el personaje: “e interpretando a Kalimán, el propio Kalimán”, de manera que durante muchos años el público no supo que fue el actor Luis Manuel Pelayo quien dio voz al héroe, creando así una ilusión de realidad extratextual. Cuando, dos años más tarde y en vista del enorme éxito del programa, comenzó a publicarse la historieta, a partir de El extraño doctor Muerte se añadió a la entrada radiofónica una aclaración: “Inspiradora de sus memorias en la famosa revista de historietas Kalimán” (Fox 202314). Más adelante, se añadió “en un libreto de Víctor Fox”, que en sentido estricto hubiera puesto en duda la verosimilitud de las “memorias” de Kalimán al presentar a Fox como libretista. Para evitar este problema, en algunas aventuras el héroe explica cómo es que sus historias llegan al escritor. Así, por ejemplo, Los misterios de Bonampak comienza con la llegada de Kalimán y Solín a la Ciudad de México, que se transmite en directo y en exclusiva por la radiodifusora RCN en un juego metaficcional; el reportero Alejandro Reyna narra el suceso y entrevista al héroe:

REYNA: Kalimán, sabemos que usted se mostró reacio a que se transmitieran radiofónicamente sus aventuras biográficas, ¿podemos saber cuál fue el motivo?

KALIMÁN: Bueno, se lo diré en pocas palabras: yo soy un declarado enemigo de la publicidad y jamás he buscado la ostentación durante mis investigaciones, lucho por defender la justicia, por razones de principios profundamente arraigados en mi corazón.

[…]

REYNA: ¿Podemos saber qué lo hizo decidirse?

KALIMÁN: Sostuve pláticas con un alto funcionario de esta radiodifusora y terminó por convencerme [de] que la propagación de algunas de las aventuras de mi vida real servirían para demostrar una vez más el viejo lema de la justicia, “quien anda mal, mal acaba”, ¿no?

[...] Como único requisito que puse para dichas transmisiones, que no se falsearan jamás los hechos, ¿comprende? Que las historias se apegaran totalmente a la realidad.

REYNA: Kalimán, otra pregunta, ¿conoce usted personalmente al escritor encargado de escenificar sus aventuras?

KALIMÁN: Sí, tuve el gusto de conocerle en Europa, en Viena. Justamente, el señor Víctor Fox y un servidor son entrañables amigos desde entonces. […]

REYNA: ¿Y considera usted al escritor Víctor Fox digno de escribir los episodios biográficos de su vida, Kalimán?

KALIMÁN: Naturalmente, Víctor es el único que conoce mi personalidad, inclusive ha sido testigo de alguna de mis aventuras. Él es, pues, el indicado para escenificar parte de mi vida (Fox 2023: cap. 2).

Para que no quedaran dudas acerca de la “veracidad” de las historias, en Los asesinos de la Máscara Roja se insiste en la relación entre el personaje Kalimán y el escritor (histórico) cuando el héroe y Solín comentan a un tercer personaje, llegando a la capital mexicana, sobre sus encuentros con Víctor Fox ahí mismo o en otras ciudades y la imposibilidad de contactarlo en esa ocasión por estar de incógnito. En México, donde se puede ver en vivo a los héroes de la ficción cinematográfica en las arenas Coliseo, México u otras —Santo, Blue Demon, Mil Máscaras—, la posibilidad de que Kalimán también exista fuera de la ficción no es inverosímil. Incluso cuando se estrena la película Kalimán, el Hombre Increíble en 1972, al inicio suena la voz del héroe (es decir, Luis Manuel Pelayo) diciendo:

Yo, Kalimán, autorizo al actor Jeff Cooper a interpretar este pasaje de mi vida que tiene lugar en el misterioso Egipto. Mi decisión de permitir a este joven actor tomar forma corpórea y psicológica de mi persona, se basa en su integridad como individuo y su dedicación al estudio de la mente humana (Mariscal 1972),

con lo que la ilusión de realidad del personaje se mantuvo durante buena parte de la vida de la radionovela ya que nunca se acreditó al actor como parte del elenco.

En un proceso muy similar al del Santo, Kalimán fue completando su caracterización heroica con el paso del tiempo, si bien desde el inicio mostró cualidades de excepcionalidad similares a las del héroe clásico: belleza, fuerza física, inteligencia y audacia. En su primera presentación, durante la aventura de Los profanadores de tumbas, hace gala de ingenio cuando, para detener el ataque a un pueblo en Egipto por parte de una banda de saqueadores beduinos, usa un eclipse de sol para hacerles creer que domina la naturaleza y tiene poderes sobrehumanos. Después se le describe:

Kalimán, que ahora se presentaba vestido a la usanza hindú: saco ajustado con botonadura de oro cubriéndole hasta la mitad de la pierna, pantalón estrecho al estilo oriental; ceñía su cintura un grueso cinturón con hebilla de oro e incrustaciones de piedras preciosas, un talí portador de un curvado alfanje de fina empuñadura. Alto, atlético, de singular belleza masculina, de tez bronceada donde destacaban sus azules ojos de mirada fría y penetrante. Un fino turbante de seda blanco con una gran esmeralda al frente coronaba su cabeza y sus ademanes finos y elegantes lo hacían aparecer como un gran señor, un príncipe quizá (Fox 2023: cap. 4).

Esta descripción y los motivos asociados al personaje —vestimenta, joyas, turbante, la esmeralda sagrada, el alfanje que usa por tradición más nunca como arma— son constantes y se reiteran en varias aventuras. Al contrario de lo que afirman críticos como Hinds, Rosa Wohlers o Fernández L'Hoeste, se insiste en la tez bronceada o broncínea del personaje y su cabello oscuro y rizado. Por ejemplo en Los misterios de Bonampak, Alejandro Reyna hace esta descripción:

El rostro de Kalimán es tal y como lo hemos descrito en ocasiones anteriores: su tez es morena, encendida por el sol, cabello negro, rizado, nariz romana y boca chica donde juega una sonrisa cordial y amistosa; sus ojos de un increíble azul, como dos aguamarinas, de expresión increíble pero vivaces, esos ojos azules que saben escudriñar aún entre las sombras. Realmente, Kalimán es dueño de una asombrosa belleza varonil. En su mano derecha, recia y musculosa, apreciamos un anillo de gran brillante que tiene grabados unos extraños signos que en lengua tibetana significa[n] ‘Kalimán’, descendiente directo de los grandes señores del Tibet y adorador de la diosa Kali. A simple vista, Kalimán es un gigante, mide aproximadamente un metro noventa y su peso es de noventa kilos. En todos sus movimientos se advierte la perfecta elasticidad de sus músculos. Jeje, Kalimán es un consumado atleta, sí señores, que domina a la perfección todo tipo de lucha, el judo, el karate, defensa personal y jiu jitsu. Kalimán es un hombre poseedor de gran cultura, además: domina casi todas las ciencias y habla siete idiomas a la perfección, entre los cuales el castellano, por lo que para las entrevistas de la prensa son perfectas [sic] (Fox 2023: cap. 2).

Una vez más, se describe a Kalimán como un hombre moreno cuyos ojos resaltan precisamente por el contraste con el resto de sus rasgos, más propios de un hombre oriental; otra seña de excepcionalidad es su estatura gigantesca (al menos para el mexicano promedio), su dominio del cuerpo y de la mente al ser un atleta experto en diversas estrategias de pelea además de sus conocimientos de ciencias, artes y lenguas. La naturaleza absolutamente alterna del personaje se subraya mediante sus ligas con el oriente y su lado tradicionalmente más exótico: con el Tibet por el anillo que porta y su formación, con la India por su nombre que lo destaca como seguidor y descendiente de la dinastía de la diosa Kali a cuyo templo en Calcuta debe volver cada siete años, siete meses y siete días según se cuenta en la historieta Los jinetes del terror, mientras que en Las momias de Machu Pichu [sic] se dice que viaja con pasaporte árabe, aunque, según el mismo personaje, ésa no es su nacionalidad: es ciudadano del mundo, su patria es la justicia y su ley es el honor (Fox 2023: cap. 1).

De la misma manera que sucedió con el Santo, la popularidad del personaje exigió que se le hiciera una historia de origen, publicada como novela gráfica en 1998, que resume y completa la información sobre las características heroicas del personaje. No hay seguridad de que el argumento sea de Víctor Fox, no aparece más que el crédito del dibujante, L. Zea Salas; sin embargo, la historia coincide en todo con los datos que los oyentes conocemos sobre Kalimán y los amplía de una manera casi hiperbólica. Según La leyenda de Kalimán, todo comienza en la India, provincia de Katmandú, en el valle de Kalimantán donde el rajá Abul Pashá, llamado “El Justo”, y su esposa, la princesa Amejrá Pushim, sufren por no tener hijos y se preocupan porque, a falta de un heredero, a la muerte del rajá subiría al trono el malvado y ambicioso visir Sarak. Buscan consejo en un Santón y éste les asegura que pronto recibirán una buena noticia: “sois los elegidos para un gran honor que alejará las penas de vuestros corazones y dará felicidad a vuestro reino” y que “la dicha llegará de las montañas” (LK 1998: 6). Pocos días más tarde, unos pescadores encuentran una cesta de mimbre flotando en el río que baja de la montaña en cuyo interior yace un recién nacido; Abul Pashá y Amejrá deciden adoptarlo como hijo, mientras que el Santón les indica que se trata de un “predestinado”. El visir intenta matarlo por todos los medios, pero sus trampas únicamente sirven para demostrar los poderes del chiquillo; luego lo arroja por un acantilado a un río, de donde lo rescata un águila imperial y donde comenzará el periplo que lo convertirá en héroe: inicia su aprendizaje con dos cazadores en la selva, donde descubre que puede comunicarse con los animales. Tras la muerte de sus protectores y diversas aventuras, el muchacho cae esclavo de los mongoles donde se inicia como guerrero. Huye y, entre episodios de supervivencia, encuentra a un Sabio de la Montaña quien le descubre su origen y destino; vuelve con los mongoles pero ahora su líder lo adopta como hijo y continúa su entrenamiento en el arte de la guerra. Tras derrotar a los tártaros, ser secuestrado y escapar, llega al lamasterio tibetano de Pul-Jol donde comienza a desarrollar sus extraordinarias capacidades mentales. Sale de ahí y vive episodios de aprendizaje con piratas, comerciantes ingleses y tribus africanas que le enseñan el uso de hierbas medicinales y narcóticas. Ya preparado, vuelve a Kalimantán para recuperar su identidad: ahí derrota al visir —quien entretanto ha matado al padre y reina con lujo de crueldad e injusticia— y reinstaura el orden, pero sabe que su gran empresa es luchar por la justicia y el bien, por lo que reparte el reino y su fortuna entre los habitantes, convierte el palacio en un templo a su madre —muerta a manos del malvado visir— y vuelve al lamasterio para completar su preparación y llegar al grado más alto de aprendizaje y control mental, tras la cual sale al mundo a cumplir su destino.

Este rápido resumen muestra el esfuerzo de los editores por construir la figura heroica tras el personaje de Kalimán: aglomeran tantos motivos y lugares comunes, intentan explicar tantas aventuras ya conocidas, e incluyen tanta información que incluso para los más fieles seguidores del héroe resulta inexplicable. En la página de Fandom dedicada al personaje, Nanahuatzin arriesga una explicación:

El cumpleaños de Kalimán es el 12 de Febrero [sic] (ver El Extraño Doctor Muerte en versión radial). Aparenta tener alrededor de 20-35 años de edad, aunque llama la atención el hecho de que a pesar de haber pasado tanto tiempo estudiando en lamasterios, academias y universidades y de haber enseñado además en varios lugares luzca todavía tan joven. La respuesta a eso es que no lo es en realidad: en La Séptima Muerte nos enteramos de que han transcurrido siete décadas, siete años y siete meses desde la séptima reencarnación del descendiente de la diosa Kali, es decir Kalimán. En otras palabras, durante esa aventura Kalimán tiene 77 años de edad. Evidentemente el dominio mental que Kalimán ejerce sobre cada célula de su cuerpo le permite desacelerar el proceso de envejecimiento […]. (Delgado Rosas 2009b)

El problema es que no incluye a Solín, el joven egipcio que acompaña a Kalimán en sus aventuras. Como hemos asentado arriba, debemos leer las historias como organismos completos, acrónicos, que no tienen una continuidad lineal: sólo así puede conservarse la verosimilitud.

En cuanto a Solín, se trata del sidekick del héroe: así como Santo tiene, en el inicio, a Matías y al sabio Abraca, Solín ayuda a Kalimán con sus propias habilidades, el encantamiento de serpientes (cf. El extraño Doctor Muerte) y el tiro de piedras con su honda (cf. Las momias de Machu Pichu o El extraño Doctor Muerte, donde le salva la vida atacando al Gigante de los Andes y al gigantesco lobo negro, respectivamente). En El extraño Doctor Muerte, Kalimán revela al chico que es el destinado a tomar su lugar cuando muera pues, siendo descendiente directo del faraón Ramés y poseedor de una natural predisposición al Bien, el joven Rabán Tagore —su nombre real— es el candidato ideal: 

NARRADOR: Los ojos negros y vivaces del pequeño Solín se abrieron desmesuradamente. De pronto, Kalimán le revelaba que él sería su descendiente.

S: ¡Señor! ¿Y-yo? ¿Y-yo convertido en otro Kalimán?

K: ¡Oh, sí!, sí muchacho, cuando llegue el momento de que mi espíritu abandone este cuerpo vivo, tú estarás preparado ya física y mentalmente para convertirte en el octavo Kalimán.

S: ¿El octavo Kalimán?

K: Sí. A través de los siglos, desde el inicio de la humanidad, ha existido siempre un Kalimán. Antes que yo, ha habido seis hombres semejantes a mí que en realidad es uno solo, puesto que el espíritu es el mismo. Lo único que ha cambiado es el cuerpo donde el espíritu vive.

S: Claro, e-el espíritu es inmortal.

K: Exacto, así es. Antes que yo, ha habido seis hombres llamados Kalimán en la historia de la humanidad, y cuando llegue el momento de abandonar este cuerpo vivo, cuando sea ya un anciano y las fuerzas físicas hayan menguado, mi espíritu abandonará este cuerpo y tú te convertirás en el octavo Kalimán.

S: ¿Yo? ¿Tu descendiente?

K: Mjm. Porque para entonces habrás adquirido conocimientos intelectuales, fuerza física y nobleza de corazón que te convertirán en mi descendiente. Todos mis consejos y enseñanzas fructificarán en ti y serás el octavo Kalimán (Fox 2023: cap. 121).

Este cambio no llega en las aventuras, no tenemos una escena de traspaso como la que sucede entre Santo y su hijo pues la propia naturaleza no cronológica del serial hace innecesario el cambio, pero justifica la presencia de Solín al lado del héroe y muestra su naturaleza semidivina.

A manera de conclusión

Santo, el Enmascarado de Plata, y Kalimán, el hombre increíble, muestran la manera como dos personajes pueden convivir con sus representaciones en diversos medios: fueron héroes en el cine, en la historieta, en la radio y en la vida real, Santo como luchador de carne y hueso, Kalimán como relator de sus propias aventuras. Su trascendencia quizás se explique por este carácter transmedial, que permitió a un público inmenso crecer con ellos ya fuera porque los oyeron, leyeron sus aventuras en cuadernillos del puesto de revistas o los vieron en el cine o la arena; pero también debemos considerar que la fuerza del héroe está en que sigue un arquetipo reconocible, el mismo que encontramos en la épica antigua, en la Iliada griega o el Ramayana indio, en la caballería medieval y el cantar de gesta, en el cómic de los años 40 y las superproducciones contemporáneas. La historia de seres excepcionales, dignos de admiración y reconocimiento que, si bien no luchan contra los peligros reales —la guerra sucia de los 70 en México, las dictaduras en Centro y Sudamérica, el naciente crimen organizado, el proyecto Cóndor— sino contra vampiros humanos, extraterrestres, científicos y genios de ultratumba y un amplio etcétera, sí brindan un modelo a seguir y permitieron a generaciones de hispanohablantes emocionarse cuando Santo aparecía en el ring, o Kalimán “llegaba” al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Se trató de héroes propios, creados en México pero cuyas aventuras y personalidad identificaron a millones de personas, cuyos modelos siguen vigentes entre un público cada vez más amplio: las frases de Kalimán —“Serenidad y paciencia, mi querido Solín, mucha paciencia”, “No hay arma más poderosa que la mente humana: quien domina la mente, lo domina todo”— se siguen repitiendo y la máscara plateada permanece como un símbolo de lo mexicano.

Santo y Kalimán, uno investido por el sabio Abraca y el otro descendiente de la diosa Kali, sus aventuras seguirán en el gusto del público gracias un nuevo medio, el internet, que mantiene vivos sus nombres, pues

[l]o que hace a un héroe serlo es la canción que lo canta y loa. El imaginario heroico se expresa mediante un entramado literario donde se recuperan y mezclan los mitos y leyendas del pueblo que lo acoge así como los usos y costumbres ideales que le dan vida. Las hazañas heroicas son tan grandiosas y ejemplares que los bardos y poetas no dudan en ordenarlas artísticamente y en darle al nombre del héroe el marco literario ideal para que su sola mención evoque su gloria. Tal cosa como el “héroe anónimo” no puede existir; ese invento de la modernidad y sus aires democráticos esconde un hecho esencial: sin nombre no hay héroe (Rodríguez 2019: 52-53).

Hoy son los fans de estos personajes quienes toman el papel del bardo o el poeta construyendo páginas web, subiendo sus películas y aventuras a diversos canales de difusión e intentando por varios medios reconstruir las aventuras de los héroes. Y mientras se sigan escuchando estas aventuras, Santo y Kalimán seguirán vivos en la memoria de Hispanoamérica.

Bibliografía

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Vilches, Gerardo (2014), Breve historia del cómic, Madrid, Ediciones Nowtilus.

Notas

1Protagonista de la cinta homónima de Robert Rodríguez de 1992. ↩︎
2Los Supercívicos forman parte de un “proyecto orientado a evidenciar y denunciar las deficiencias en la conducta cívica de los mexicanos, buscando generar conciencia de comunidad en la ciudadanía” (Infoactivismo 2018). ↩︎
3Personaje de una campaña de publicidad para el desodorante antitranspirante Lady Speed Stick que imita en versión femenina a Indiana Jones. ↩︎
4Protagonista de la película mexicana homónima de 1983. Lola, con su tráiler, lucha contra las bandas del narcotráfico para vengar la muerte de su padre. ↩︎
5Héroe de una serie televisiva basado libremente en la historieta homónima, guardián de la Ciudad de México. ↩︎
6Personaje del programa infantil Chiquilladas transmitido en México de 1982 a 1989, tuvo su propia película en 1986. ↩︎
7Uso la forma con tilde ‘Kalimán’ pues así es como se ha pronunciado siempre el nombre del personaje, a pesar de que en la historieta la palabra puede aparecer con o sin tilde. ↩︎
8Véase en bibliografía. ↩︎
9Cabe mencionar que Rodolfo Guzmán no se quitó nunca la máscara en público. Poco antes de morir, en enero de 1984, en el programa de televisión Contrapunto con el periodista Jacobo Zabludowski donde un panel de luchadores y comentaristas debatía sobre la lucha libre, Santo mostró la mitad de su rostro a la cámara con los ojos cerrados. Falleció diez días después, el 5 de febrero. ↩︎
10Me refiero a la crítica académica, pues el público que leyó o escuchó al personaje y que ahora mantiene páginas, blogs, canales de YouTube, podcasts u otras formas de publicación donde se pueden consultar episodios y cuadernillos de la historieta, y que hace comentarios no académicos sino desde la perspectiva del gran público, mantiene viva la lectura heroica y positiva del personaje. ↩︎
11Cf., por ejemplo, “Kalimán: A Mexican Superhero” de Hinds, donde afirma que la popularidad de la historieta es una prueba irrefutable de los “lower literacy levels in Mexico”, donde “in contrast with the United States, it is quite acceptable for adults to read comics” (Hinds 1979: 230), entre otros argumentos ya anacrónicos; o bien el artículo de Fernández L'Hoeste que funda su lectura en Orientalism de Said y comienza su disertación sobre el personaje aludiendo a la hegemonía política de un “Mexican Revolutionary Party (PRM)” (2009: 56) inexistente —evidentemente se refiere al PRI, Partido Revolucionario Institucional, que quizás confundió con alguno de sus nombres anteriores, Partido Nacional Revolucionario (PNR, hasta 1938) o Partido de la Revolución Mexicana (PRM hasta 1946)— y a una supuesta blanquitud del personaje que, según esta tendencia crítica, responde a una agenda política. ↩︎
12Cuya importancia se ha asentado en varios espacios: el primer número apareció en 1965 y terminó su primera época en 1997 con un total de 1321 números, la segunda abarcó de 1999 a 2005. Los tirajes rompieron récords “no sólo de las revistas de cómic, sino de todo tipo de publicaciones periódicas de México” (Pepines 2020), contando entre uno y tres millones y medio de ejemplares semanales en dependencia de la aventura solamente en México (Hinds 1979: 229), ya que se vendió también en Centro y Sudamérica con tanto éxito que Colombia lanzó su propia versión de la radionovela y Ecuador imprimió por su cuenta al menos una aventura (Wikipedia 2023). ↩︎
13Contrariamente a lo que afirma Gerardo Vilches (2014: 130), que las historietas siempre fueron anónimas, tanto la radionovela como la historieta nombraron al libretista en todas las ocasiones. El hecho de que no se nombrara a un “creador” del personaje se debió precisamente al carácter metaficcional de sus aventuras: Kalimán mismo se interpretaba en la radionovela y escribía las historias. ↩︎
14Las citas provienen todas del mismo podcast, fechado en 2023, las transcripciones son nuestras. ↩︎