Estudios de Lingüística del Español | Vol. 47 (2024)
DOI: 10.36950/elies.2023.8

Reseña de McLaughlin, Martin; Muñoz-Basols, Javier. 2021. Ideology, Censorship and Translation. Londres y Nueva York: Routledge.

Marcello Giugliano

Universität Bern

En las últimas décadas, han proliferado en traductología los estudios sobre la traducción como práctica ideológica. Traducir implica una recontextualización de un texto de partida en una cultura meta mediante una perspectivización que puede ser determinada por las creencias de las personas que traducen, las normas dominantes en el contexto meta y las relaciones de poder que se establecen entre los distintos actores implicados en el proceso de traducción (autores, traductores, instituciones oficiales, editoriales y público, para mencionar solo algunos de los más importantes). La traducción puede contribuir a difundir, consolidar y generar diferentes sistemas de pensamientos y creencias, pero también, con menor frecuencia, puede estimular la oposición o la resistencia a dichas creencias y a relaciones de poder a menudo opacas. Detrás de la noción de traducción como práctica ideológica se encuentra el concepto de ideología, que, a pesar de su imprecisión (como señala Eagleton 2007), hoy en día se interpreta, sobre todo en el mundo académico, como un conjunto de creencias fundamentales compartidas por diferentes grupos sociales (Van Dijk 2006: 729). Como tal, la ideología es omnipresente en el discurso, de modo que la mayoría de las prácticas pueden considerarse ideológicas. Los conceptos de poder, hegemonía y agencia están inextricablemente unidos a la noción de ideología. Centrarse en una o varias de estas relaciones ha permitido abordar cuestiones relacionadas con la traducción desde distintas perspectivas teóricas y metodológicas. La relación entre ideología, relaciones de poder y hegemonía, por ejemplo, ha dado lugar al desarrollo de investigaciones sobre estrategias políticas de traducción, especialmente cuando la práctica de la traducción se vuelve abiertamente política y subraya su vínculo con el poder institucional. La investigación en este ámbito se ha centrado a menudo en las consecuencias de la censura institucional sobre la actividad traductora en regímenes dictatoriales. Sin embargo, numerosos estudios han contribuido a problematizar la noción de censura, subrayando la complejidad del fenómeno que no siempre puede asociarse al poder coercitivo ejercido explícitamente por una institución externa (Billiani 2007). La censura es, la mayoría de las veces, sutilmente impuesta por normas y convenciones sociales dominantes generalmente aceptadas, es decir, ideologías dominantes, cuya interiorización puede llevar inconscientemente a la autocensura durante la misma actividad traductora.

Cuando la atención se centra en la relación entre ideología y agencia, la investigación en traductología ha destacado la componente performativa de la actividad de traducción, que se ha abordado en términos de resistencia de los traductores (Venuti, 1995), agencia de los traductores (Milton y Bandia 2008), compromiso de los traductores (Boéri y Maier 2010) y activismo (Baker 2006 y 2010; Tymoczko y Gentzler 2002; Tymoczko 2010; 2007; 2003; 2000). Por último, para presentar sólo un panorama muy breve y necesariamente incompleto, los estudiosos de la traducción han analizado las implicaciones ideológicas de la traducción desde la perspectiva teórica de la explicación causal como en Pym (1998), Chesterman (1998, 2000, 2002) y Brownlee (2003), entre otros, o desde una perspectiva sociológica que se basa principalmente en las nociones de Bourdieu de habitus, campo y capital (véase Simeoni 1998, entre otros).

Nociones como hegemonía, dominación, poder e ideología están a menudo vinculadas a una variedad de discursos como los de las identidades culturales, étnicas y de género, la descolonización y los derechos de las minorías que pueden desarrollarse dentro de diferentes dominios, como los de la traducción científica y literaria, la traducción multimedial (sobre todo audiovisual), la historia de la traducción y la traducción en los medios de comunicación, por mencionar sólo algunos. Nos encontramos, por lo tanto, ante un apasionante campo de investigación dentro de la traductología sobre el que se ha escrito mucho y sobre el que se puede y se debe escribir mucho más. El libro Ideology, censorship and translation, editado por Martin McLaughlin y Javier Muñoz-Basols es una nueva y bienvenida contribución sobre el tema. Se compone de una breve introducción de los editores y ocho estudios de diferentes investigadores procedentes del ámbito de la traductología. A continuación, empezaré describiendo y comentando cada capítulo, y concluiré con una serie de observaciones que hacen referencia al libro en su conjunto.

En la introducción, se describe el tema del libro (ideología y censura en traducción), así como su estructura general. Los editores comienzan destacando el papel desempeñado por la traducción en el intercambio, la difusión y la comprensión de distintos fenómenos culturales entre culturas de lengua distinta. La traducción siempre ha tenido esta función, pero los avances en la tecnología de la comunicación han hecho que sus resultados sean más eficaces, aunque su estudio se hace más complejo. Así pues, el objetivo principal del libro es ofrecer “an integrated perception of both ideology and censorship in conjunction with translation across a variety of genres and context, and drawing on past and present examples” (2) para comprender mejor el papel que desempeña la traducción en la difusión, manipulación y distorsión de la información.

En el primer capítulo, Carmen Acuña-Partal hace un breve repaso de la intrincada historia de la recepción de la obra de Charles Darwin “[On] The Origin of Species” en Europa en el siglo XIX y XX a través de su traducción. Esta historia se construye a partir de las ideas sobre autoría y traducción que el mismo Darwin expresó en su correspondencia con los traductores de su obra, así como en otros escritos autobiográficos. Las informaciones se completan con estudios y comentarios que varios historiadores científicos hicieron sobre el papel desempeñado por la traducción en la divulgación de la obra del científico inglés. El recorrido abarca cuestiones ideológicas cuando describe, por ejemplo, la manipulación del texto hecha por el primer traductor alemán, el zoólogo Heinrich Georg Bronn, que llevó al desarrollo de la idea de darwinismo social al introducir la idea de jerarquía social allá donde Darwin habla de evolución. Otro ejemplo es el de la traductora al francés, Clemence Auguste Royer, que convirtió el texto en una alternativa a verdades religiosas reveladas y una justificación naturalista de las leyes económicas que gobiernan la sociedad. El estudio de recepción también introduce, aunque muy brevemente, cuestiones de censura en referencia a la recepción del libro en la España franquista. 

En el capítulo 2, Marcos Rodríguez-Espinosa describe la historia personal y la actividad traductora, militar y militante de siete mujeres (Paulina y Adelina Abramson, Irene Falcón, María Fortus, Ilse Kulcsar, Constancia de la Mora, Lise Ricol y Lydia Kúper) durante la Guerra Civil española a partir de diversas fuentes históricas, literarias y biográficas. Algunas de estas mujeres fueron enviadas a la Unión Soviética por el Comitern para recibir formación política como traductoras e intérpretes y adoctrinamiento ideológico para dar voz y difusión, a lo largo de su actividad, a la ideología comunista. En los breves relatos biográficos de estas traductoras, el autor destaca cómo el activismo y la militancia de estas mujeres las llevó a exponerse a riesgos durante la guerra y, tras la guerra, las obligó a exiliarse. En el exilio continuaron su actividad de traductoras y militantes antifranquistas, pero algunas de ellas llegaron a revisar sus convicciones ideológicas ante los excesos del régimen estalinista.

En el capítulo 3, Raquel Merino-Álvarez describe las distintas fases del proceso censor al que se sometió la traducción al español de la obra teatral de Edward Albee Who’s afraid of Virginia Woolf, realizada por José Méndez Herrera, antes de que se permitiera su puesta en escena en 1966. El estudio, que reconstruye esta historia basándose en los registros de censura del Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares, hace hincapié en las numerosas dificultades a las que se enfrentaron todos los implicados en el proceso de traducción de una obra de teatro durante el régimen franquista (traductores, pero también directores, actores y dramaturgos). También describe la tipología de los elementos a los que la censura institucional era especialmente sensible (por ejemplo, cuestiones relacionadas con comportamientos morales dudosos, uso de disfemismos, blasfemia, etc.), así como las estrategias más comunes utilizadas para obviar la censura. Por último, la autora subraya cómo el éxito de la producción de la obra en España contribuyó a una relativa relajación de las normas de censura no sólo aplicadas a las obras traducidas, sino también a las autóctonas.

Emily Lygo realiza, en el capítulo 4, un análisis cuantitativo de las traducciones literarias publicadas en la revista Novyi mir en la Unión Soviética durante la época de Brézhnev (1965-1981). En primer lugar, observa cómo los mecanismos de autocensura y censura preventiva se habían convertido en una práctica largamente establecida en la Unión Soviética. En segundo lugar, Lygo se propone verificar la hipótesis según la cual la traducción literaria no experimentó una fase de estancamiento durante la época de Brézhnev, como a menudo se afirma y que efectivamente se vivió en otros ámbitos socioculturales. Para lograr su objetivo, considera en qué proporción la orientación política y la procedencia geográfica de los textos traducidos se ven representadas en la revista y observa la presencia de dos grupos diferentes de traducciones literarias. Por un lado, están los escritores de las repúblicas de la Unión Soviética que escriben en lenguas minoritarias, generalmente representados colectivamente por muestras de su obra poética (no novelística) sin ningún paratexto introductorio. Esta estrategia de publicación sugiere cierta discriminación de estos escritores que son percibidos como inferiores a los autores occidentales en la jerarquía literaria. Estos últimos, por el contrario, están representados individualmente y su obra traducida suele ir acompañada de paratextos, que también se utilizan como herramienta editorial para guiar a sus lectores en la interpretación “correcta” de estos autores. El paratexto se convierte así en un lugar de negociación de la ideología y la censura y en una estrategia para la introducción de autores occidentales formalmente innovadores en el sistema literario soviético.

La censura institucional como forma de control sobre las traducciones de textos literarios antes de su publicación es el tema también del capítulo 5. Aquí Pilar Godayol describe las vicisitudes de ocho traducciones al catalán de la obra de Jean Paul Sartre entre 1965 y 1973. Lo hace utilizando el método de “investigación micro-histórico” aplicado a la traducción, desarrollada por Jeremy Munday. Esta metodología utiliza fuentes primarias que generan una micro-historia de las traducciones y los traductores, la cual, en última instancia, contribuye a una mejor comprensión de los fenómenos macro-históricos dentro de la historia de la traducción. El estudio aborda cuestiones relacionadas con la actitud del régimen franquista hacia los libros de Sartre, que notoriamente habían sido incluidos en la lista de Libros Prohibidos por la Iglesia Católica; la identidad de los censores y los argumentos esgrimidos por éstos para aprobar o prohibir una traducción. Además, la autora también investiga y aporta información contextual que ayuda a entender por qué siete de las ocho obras sometidas al control de la censura fueron aprobadas, a pesar de estar oficialmente prohibidas, y qué serie de explicaciones causales relacionaban esta aprobación con el hecho de que las traducciones fueran al catalán y no al castellano.

En el capítulo 6, Jeroen Vandaele presenta un análisis textual contrastivo de un capítulo (‘Les moyens du bon dressement’) del libro Surveiller et punir de Michel Foucault y sus traducciones al inglés, español y noruego. El principal objetivo del autor es ofrecer “a discourse analysis for meaningful shifts in translation, arguing its effects, and speculating on the causes (cultural norms, language norms, personal agendas, and so on)” (79). Su estudio se basa en parte en los principios fundamentales de la Stylistique comparée du français et de l’anglais de Jean-Paul Vinay y Jean Darbelnet, utilizando algunos elementos de su modelo pero prescindiendo de su vertiente prescriptiva. El estudio destaca las consecuencias de los diferentes desplazamientos de traducción debidos a diversas causas, como las normas estilísticas de la cultura de destino, que pueden incluir la necesidad de una traducción domesticadora, así como simplemente una serie de errores de traducción. Como consecuencia de estos desplazamientos, los lectores meta pueden malinterpretar el significado de algunos de los conceptos fundamentales en Foucault (como, por ejemplo, el de poder) y experimentar una lectura diferente y menos satisfactoria de su obra. El número de desplazamientos y sus posibles consecuencias se describen con detalle y están claramente justificados. Sin embargo, las reflexiones sobre las posibles relaciones causales entre estos desplazamientos y cuestiones ideológicas, como, por ejemplo, la presencia de posibles normas o de agendas personales de los traductores, quedan en un nivel más especulativo, se resumen brevemente en el último párrafo del estudio (90-91) de forma algo genérica y no parecen ser del todo concluyentes.

En el capítulo 7, Patrick Zabalbeascoa analiza cómo se traduce el humor en la adaptación cinematográfica que Stanley Kubrick hizo en 1962 de la novela Lolita de Vladimir Nabokov, y compara ésta con una segunda adaptación cinematográfica de la novela, realizada por Adrian Lyne en 1997. Esta segunda versión parece acercarse más al original pero, de hecho, pierde los matices humorísticos de la novela. En su estudio, Zabalbeascoa utiliza el modelo de análisis basado en los distintos códigos de significación del lenguaje fílmico propuesto por Frederic Chaume (2001). En una película, diferentes códigos semióticos (paralenguaje, música, imágenes visuales, etc.) convergen para producir significado, de modo que el estudio del humor debe adoptar un enfoque holístico y considerar el texto audiovisual en su conjunto. En consecuencia, no es correcta la afirmación de que una versión cinematográfica se acerca más a la novela sólo porque reproduce más literalmente el texto de la novela. El humor, por ejemplo, es el resultado del efecto combinado de los diferentes códigos semióticos y Zabalbeascoa analiza en detalle cómo estos códigos se combinan eficazmente en la película de Kubrick para producir un efecto humorístico o sarcástico que alude a tabúes como la pedofilia o prácticas sexuales sadomasoquistas, que la moral estadounidense de los años sesenta todavía censuraba.

En el capítulo final del libro, Stefan Baumgarten propone una idea de activismo en traducción que desafíe cierta visión del mundo impuesta por la ideología neoliberal dominante, aceptada pasivamente como norma hasta el punto de que impregna “our thoughts and actions much more than most of us would care to admit” (118). Para oponerse a una ideología neoliberal interiorizada, Baumgarten subraya la necesidad urgente de una práctica autorreflexiva coherente que debería conducir a una investigación más sistemática y, sobre todo, crítica del papel central ocupado por la dinámica económica capitalista globalizada en la actividad traductora. El discurso académico actual parece centrarse en cuestiones de autoría, multilingüismo y espacios interculturales, pero apenas investiga cómo el orden mundial neoliberal afecta a la traducción. Un efecto fundamental de esta influencia es la práctica hegemónica de la no-traducción en el mercado de la traducción. Baumgarten deriva el concepto de práctica hegemónica de no-traducción de la sociología de la ausencia de Boaventura de Sousa Santo, que subraya el hecho de que la ausencia (en este caso, la no-traducción) no es sólo un caso de epistemicidio y borrado cultural operado por una cultura y epistemología (la anglófona) supremacista y hegemónica. La no-traducción implica también el descrédito de estas formas alternativas invisibilizadas de experimentar el mundo. El papel de los académicos activistas consistiría, entonces, en tomar conciencia de estas dinámicas y de cómo pueden afectar a su propia experiencia del mundo, para que sea posible dar voz a las numerosas voces silenciadas por la no-traducción, deslegitimar los mecanismos socioeconómicos dominantes y sentar las bases de un sistema mundial contra-hegemónico utilizando las herramientas proporcionadas por la teoría crítica y la epistemología post-anarquista.

El ensayo estimulante y provocador de Baumgarten proporciona un excelente cierre al libro al promover una reflexión teórica sobre el significado de la ideología en la traducción, una interpretación más específica del concepto de censura, principalmente (aunque no exclusivamente) relacionado con factores socioeconómicos, y un nuevo significado para el activismo en los futuros estudios sobre la traducción. Es posible, además, identificar numerosos puntos de contacto con los estudios de caso presentados en los capítulos anteriores, en los que los conceptos de ideología, censura y, algo más indirectamente, activismo, se presentan más concretamente en una gran variedad de contextos socioculturales. Se puede, quizá, hacer una pequeña crítica a la organización del libro en su conjunto. El criterio utilizado para organizar los trabajos en el libro es cronológico. La pregunta que surge es por qué se ha utilizado este criterio y en qué medida puede ayudar al lector a orientarse en la lectura del libro. Una estructuración temática habría resultado más provechosa y habría dado mayor solidez al libro en su conjunto. Leyendo los artículos no resulta difícil identificar algunos temas comunes entre algunos de ellos (como, por ejemplo, la censura institucional que concierne los estudios de Merino-Álvarez y Godayol, o la autocensura y la censura preventiva, en los estudios de Lygo y, en parte, Zabalbeascoa). La falta de una organización temática más explícita hace, además, que la relación entre algunos estudios, en sí mismos muy rigurosos, por ejemplo el de Vandaele y de Zabalbeascoa, y los temas principales del libro (ideología y censura en la traducción) aparezcan como más vagos y especulativos. Evidentemente, si la ideología es subyacente a cualquier práctica comunicativa, entre las que se encuentra también la traductora, entonces siempre es posible encontrar alguna relación entre, por ejemplo, desplazamientos en la traducción, normas dominantes y actitudes censoras en sentido lato. El objetivo sería, en el caso de este libro, que dicha relación se fundamentase sólidamente y no se sugiriese solamente. Dicho esto, me gustaría cerrar esta reseña observando que los ochos estudios presentados en el libro son todos trabajos rigurosamente documentados y bien escritos, y esto hace que su lectura resulte, además de placentera, alentadora para una reflexión sobre los mecanismos a través de los cuales operan la ideología y la censura en la práctica de la traducción y las medidas que se han tomado y pueden tomarse en el futuro para oponerse a las ideologías hegemónicas y represivas a través de la misma práctica.

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