Estudios de Lingüística del Español | Vol. 47 (2024)
DOI: 10.36950/elies.2023.9

Reseña de García Alba N.. 2021. La identidad mexicana en libros escolares y narrativas: un enfoque crítico y sociocognitivo. Berlín (Alemania): De Gruyter.

Juan Porras Pulido

Universidad Autónoma de México

El análisis de las mediaciones didácticas, bajo la forma de libros físicos o de otros recursos virtuales, es cosa habitual. Generalmente, se pretende encontrar en ellas las estrategias e insumos expresivos que den cuenta de la eficacia del aprendizaje. Sin embargo, es menos común —por no decir insólito— explorar el impacto formativo de esas mediaciones en lo personal y lo social. La apropiación del conocimiento ha atraído la mayor atención, pero el discurso del conocimiento, con sus alcances cognitivos y su carga ideológica, rara vez ha sido materia de estudio (van Dijk, 2016)1 a pesar de su intervención en el moldeamiento y la estabilidad de las identidades individuales y de grupo.

La obra que nos ocupa es un caso de excepción en este panorama: no sólo por abordar el discurso del conocimiento, sino por la perspectiva tanto epistemológica como metodológica que adopta para ese fin. Es infrecuente el desarrollo de un trabajo de lingüística cognitiva que, por un lado, la sostenga como herramienta de análisis, pero, por otro lado, la adopte consistentemente como forma de ‘pensar’ los fenómenos lingüísticos en relación plena con otros ámbitos significantes de diverso rango perceptual.

Alba Nalleli García Agüero se propone señalar las representaciones sociales presentes en la textualidad —hecha de materia, texto e imagen— de los libros de texto gratuitos (LTG) que se han allegado a las infancias mexicanas desde hace más de medio siglo; con ello busca perfilar la formación de la identidad nacional en los educandos. Para apuntalar estos objetivos, considera que la identidad se construye con base en ideas de relevancia individual y colectiva, las cuales resultan de las operaciones cognitivas motivadas por los textos. Así, los efectos de esas operaciones podrían ser rastreadas a través de las narrativas de los usuarios de los LTG.

El trabajo se sustenta, entonces, sobre la base de la cognición para dilucidar las condiciones que han propiciado determinados puntos de vista entre los ciudadanos, respecto al tejido social y su posición identitaria en él. En este sentido, el estudio sociocognitivo recupera el tránsito ocurrido entre el Análisis Crítico del Discurso (ACD) y los Estudios Críticos del Discurso (ECD), a partir de las propuestas y disquisiciones de autores como Fairclough, Wodak, Kress y van Dijk. Entre estos conceptos se dibuja un arco que va del interés por la carga ideológica del discurso, con una intención aplicada, en los ACD, al desarrollo epistemológico del discurso como incidencia principal en la conservación de relaciones sociales y de poder, en los ECD.

La investigación de García Agüero abraza con coherencia y rigurosidad las premisas teóricas de los ECD, y los desarrolla con solidez conceptual y de procedimiento. En el camino ofrece un compendio exhaustivo del devenir del discurso en los enfoques críticos, lo cual representa gran utilidad para quien busque aprovechar esta veta de los estudios del lenguaje.

El lenguaje, nos dice Ibarretxe (2021), se imbrica y cobra cuerpo en la realidad sensorial y motriz del ser humano, en su percepción del ambiente físico y de las interacciones con él y con los sujetos. La lingüística cognitiva tiene, en consecuencia, un asidero metodológico en la observación de la experiencia y sus posibilidades de conceptualización. Para abordar la identidad mexicana como ámbito de experiencia, García Agüero confronta los términos marco (Fillmore), dominio (Langacker) y modelo cognitivo idealizado (MCI, propuesto por Lakoff), precisando sus alcances y optando por el último para elaborar el constructo base de la investigación. De esta manera, la identidad mexicana es planteada como un MCI: una estructura mental que, configurada desde la experiencia, se compone de conceptos que se almacenan en la memoria y se encuentran disponibles para actuar en nuevas situaciones, con lo que son susceptibles de modificarse o dar lugar a otros conceptos.

Considero que la elección de la propuesta de Lakoff fue acertada, porque ofrece una plataforma terminológica que sujeta el análisis a núcleos temáticos, pero permite, al mismo tiempo, amplitud para localizar conceptos derivados (las instanciaciones) y flexibilidad para el análisis multimodal de los textos. Asimismo, los MCI permiten el establecimiento y categorización de aspectos emotivos (Niño 2015), relevantes para el abordaje de narrativas que la autora propone como un segundo tiempo en el estudio de la identidad mexicana y los LTG.

El corpus de los LTG analizados se compone por los materiales dirigidos a los niños del primer grado de educación primaria, de 1960 a 2008. La selección de los textos del nivel escolar inicial hace posible definir los principios ideológicos fundamentales del plan educativo y, al mismo tiempo, explorar el primer contacto de los infantes no tan sólo con las mediaciones didácticas, sino con el sistema escolar de su país.

Los momentos de implementación y cambio de los libros son delimitados como ‘generaciones’, correspondientes a situaciones sociohistóricas que se enlazan, naturalmente, a grupos etarios. De estos, derivarán los tipos idóneos de informantes, quienes narrarán la experiencia de uso de los LTG.

Son cuatro las generaciones de LTG abordadas en la obra. Priva, para todas, un esquema de análisis que parte del seguimiento de modelos y conceptos relacionados con “lo mexicano”, configurados lingüística e icónicamente, para proceder a la esquematización de las representaciones subyacentes y su traducción en enunciados axiomáticos o ideologemas. Este trayecto metodológico, presentado con detalle y profundidad para cada generación de LTG, posibilita al lector disciplinar la clara identificación del modelo conceptual e instrumental de análisis, lo que proporciona beneficio para su interés de estudio —sea éste de índole lingüística, histórica o pedagógica, por mencionar algunos tipos posibles—. El diseño metodológico, también, puede ofrecer al lector común un modo de comprensión de sus propias experiencias formativas y permitirle tomar distancia crítica de ellas.

Por cuestiones de espacio, pero, sobre todo, debido al deseo de que los lectores se acerquen a los múltiples hallazgos de la investigación sin preconceptos, me permitiré hacer únicamente la recensión de algunos ejemplos de análisis, a modo de ilustración del abordaje metodológico que la autora dio a los LTG. Recurriré principalmente a las dos primeras generaciones, desde un criterio cronológico y no jerárquico, aunque describiré sucintamente el contexto y algunas líneas interpretativas para cada generación.

El trabajo presenta el contexto de aparición de la primera generación de los LTG (1960-1972), llamados “los libros de la Patria”. Obedece al proyecto educativo del Estado Mexicano, marcado por un carácter fuertemente nacionalista. Sobre los preceptos de obligatoriedad y gratuidad de la educación básica, y amor a la Patria, el gobierno de Adolfo López Mateos (con la gestión de Jaime Torres Bodet, secretario de Educación Pública, y Martín Luis Guzmán, encargado del proyecto de los LTG), puso en marcha la edición y distribución de los primeros materiales. Los entresijos políticos y la reacción de grupos sociales ante la iniciativa son documentados por García Agüero para reconstruir los rieles ideológicos sobre los cuales corrió el diseño e implementación de los textos. En la elaboración, que recurre también al propio análisis textual de los materiales, resultan los siguientes MCI: el civismo, la familia, la patria, el civismo, el fenotipo, el territorio y la historia nacional, los cuales cobrarán diferente lugar y énfasis en las generaciones posteriores de LTG.

La autora recupera, también, aspectos de la visualidad prevalente en los libros, en particular uno: la cubierta, que presenta la obra pictórica La Patria de Jorge González Camarena. En ella, aparece una mujer joven y morena, vestida de blanco, que enarbola la bandera nacional y está rodeada de elementos alusivos al nacionalismo y la cultura. Esta imagen constituye, por su carga alegórica y sus posibilidades conceptualizantes, un ítem que es tanto objeto de análisis como de estimulación para la expresión identitaria, por lo que la investigadora encuentra en él un recurso metodológico que, además de apoyar la construcción del MCI Patria (relevante para la primera generación), motivará narrativas entre los usuarios de otras generaciones de LTG. Este proceder es afín con un modo complejo de observar el discurso escolar: articulado en diferentes modalidades textuales y, por lo tanto, simbólico, no sólo para servir al conocimiento declarativo o procedimental, sino para inscribirse en la experiencia y la emoción.

El MCI de Patria es particularmente ilustrativo de la forma en que los espacios mentales, es decir, los sustratos cognitivos de los que dispone el sujeto al tomar contacto con un ámbito de experiencia, son aprovechados en configuraciones textuales que suscitan nuevas estructuras de conceptos. Para la infancia de los 1960, lo que le era conocido (la casa, la familia, el sentido religioso) en los LTG mantenía relación estrecha con la Patria, por medio de sutiles operaciones metafóricas. Es de hacer notar que, en ese periodo, el Estado Mexicano se declaraba celoso garante de la educación laica; no obstante, la autora muestra como el MCI Patria se impregna de una visión religiosa, jamás enunciada como tal pero subyacente a las formas lingüísticas (con verbos como “venerar” y “adorar”) y composiciones gráficas. El análisis sociocognitivo propuesto permite, entonces, la identificación de conceptos, pero también da luz sobre hábitos y prácticas.

Como en la elaboración del modelo patriótico, para los demás MCI la investigadora identifica procesos de conceptualización en relaciones icono-lingüísticas. Aborda las representaciones gráficas desde la vertiente multimodal de Kress y van Leeuwen, para lo cual considera estilos gráficos, caracterización y actitudes de personajes, así como la carga simbólica de objetos y lugares representados. La consideración amplia de la textualidad, que conlleva el establecimiento pormenorizado de relaciones semánticas y semióticas, permite la sólida formulación de los ideologemas para cada MCI. En el caso del MCI de Patria, por ejemplo, en el estudio se deriva un enunciado como “La Patria es un territorio sacro, hogar de la familia mexicana”.

La dimensión de los MCI presentes en esta generación de LTG, con sus mutuas relaciones e instanciaciones, son mostradas de manera esquemática al final del análisis de la primera generación. Este proceder se repite para las siguientes generaciones, con lo cual es posible adquirir una visión de conjunto de los modelos prevalentes para cada caso, así como la comparación entre los MCI que dominaron en cada periodo analizado. Con ello, es posible elaborar una argumentación consistente sobre el devenir de este tipo de textos, lo cual resulta de interés y utilidad indiscutibles.

El necesario desapego crítico hacia los textos nos pide mirarlos en su horizonte histórico para que, en palabras de Gadamer (1997), podamos representarnos lo que genuinamente deseamos comprender. Una de las cualidades del estudio sociocognitivo de García Agüero es, precisamente, la de representar un concepto tan dificultoso como la identidad mexicana, en cambio constante, sobre coordenadas sociohistóricas que aluden a los fenómenos y no a la mera reseña de datos. Para la segunda generación de LTG, denominada “de los juguetes” (1972-1980), el viraje en la configuración textual y de contenido de esos materiales es plenamente comprensible porque el desarrollo del análisis de los MCI se enlaza atentamente a situaciones clave de la época tratada.

Los libros “de los juguetes” (llamados así porque sus portadas presentaban esos objetos, fabricados manualmente dentro de la tradición artesanal mexicana) obedecen a la reforma educativa de 1972, cuya declaración de principios fue tan contundente en sus términos y tan drástica en su implementación como, tal vez, lo es ahora la instauración de la llamada “Nueva Escuela Mexicana”. Aquella reforma sobrevino tras la agitación social que el 68 provocara en México y el mundo, dejando un ambiente sociopolítico al que el régimen de Luis Echeverría respondió con acciones aparentemente afines a la izquierda; entre ellas, la adopción de un enfoque crítico e internacionalista en la educación es destacable de ese gobierno.

Como consecuencia del nuevo esquema educativo, los LTG muestran otra configuración de los MCI, cada uno de los cuales cobra un énfasis diferente. La autora hace notar cómo la textualidad contribuye a esa reconfiguración, a través de imágenes y motivos más cercanos a la vida infantil. El medio de representación preponderante es la fotografía, por lo que los contenidos adquieren, de acuerdo con la perspectiva de Kress, mayor realismo y por consiguiente mayor densidad epistémica. Así, esta condición abonó a la afirmación de un fenotipo ideal de mexicano y su diferenciación de otros tipos humanos, en un momento en el que la política exterior del país se proponía liderar al llamado “Tercer Mundo” para alcanzar protagonismo frente a las naciones poderosas. En los LTG, la fotografía moduló la lejanía o la cercanía, la oposición o la afinidad, la similitud y la jerarquización de los “otros” frente al “nosotros”, con una eficacia conceptual que, de acuerdo con el análisis de la investigadora, permeó el resto de MCI identitarios en los textos.

Reitero que los ejemplos de análisis que aquí propongo son sólo algunos pasajes del vasto estudio realizado por García Agüero. Recurro a ellos como forma de ilustrar el manejo teórico y metodológico dado a los textos, cuya eficacia se mantiene en el abordaje de las siguientes dos generaciones de LTG. En relación con estas, reitero que los cambios presentados en cada una son plenamente identificables conforme a la perspectiva sociocognitiva. En el caso de la tercera generación de LTG (1980-1993), llamados “libros integrados”, la autora observa, entre otros hallazgos, los efectos de la crisis financiera que el gobierno de José López Portillo heredara a su sucesor, Miguel de la Madrid Hurtado. Identifica el regreso al nacionalismo (reanimado con la expropiación de los bancos) por lo que los relativos MCI cobran nuevo impulso. El inicio del periodo neoliberal daría origen a la cuarta generación de LTG (1993-2008), en los cuales el empuje de la globalización desalentaría los MCI orientados al nacionalismo para hacer espacio a los conceptos de diversidad y cultura. Las propias formas de representación, no realistas (como la caricatura), restarán densidad epistémica a los modos de considerar el propio grupo humano, además de atemperar la implicación emotiva del alumnado en las prácticas de la cultura cívica.

Las narrativas en torno a los ideologemas sobre la identidad mexicana (derivados de los LTG) son previstas y analizadas desde la respectiva disquisición teórica de la autora. Hace notar el interés hacia la narrativa en las ciencias sociales (el giro narrativo), que trasciende su ámbito tradicional, la teoría literaria. Tras contrastar los modelos de narrativa estructural (Todorov, Barthes) y los que la caracterizan como un tipo de texto (Rumelhart, Thorndyke, Mandler y Johnson), subraya la importancia del contexto y de la intervención de modelos mentales en la emergencia de la interacción (van Dijk). Esos intercambios ponen en juego, en los hablantes, un bagaje de conocimientos, experiencias e intereses de naturaleza comunitaria. Por ello, con De Fina y Georgakopolou, García Agüero se decanta por observar la narrativa como práctica que, aún en un nivel situacional muy focalizado, se vincula con contenidos y formas socioculturales en sentido amplio. Esta consideración es el perno que relaciona el concepto de narrativa con la identidad.

En esta obra, el trabajo con narrativas no se centra únicamente en la recuperación de conceptos comunes (memoria semántica), sino de puntos de vista y actitudes que develen emociones sobre lo identitario y el uso de los LTG. Estos elementos allegan formas de estructurar la experiencia (memoria episódica). La etnografía y la etnometodología incorporan en su quehacer estos ámbitos cognitivos, con miras a discriminar en las narrativas sensaciones y acciones con densidad simbólica, por lo que el enfoque adoptado cuenta con idoneidad y validación disciplinar.

En relación con el método empleado para suscitar narrativas, la entrevista, el fundamento para seleccionarla como forma de recolección de datos garantiza validez. La investigadora opta por ese modo interaccional no desde el criterio de uso para casos similares, sino en la reflexión sobre la posibilidad de autenticidad y fiabilidad en la modalidad de entrevistas semidirigidas, que son en toda regla interacciones auténticas aun cuando subyazca a ellas una orientación investigativa. Interesa en ellas el vínculo entre formas lingüísticas y conceptos sociales, y la manera en que los informantes se posicionan frente a esos conceptos con manifestaciones emergentes o de impronta identitaria.

Como mencioné previamente, la muestra de informantes se constituye por individuos que tuvieron experiencia de uso de cada generación de LTG, por lo que pertenecen también a un grupo de edad determinado. La selección de entrevistados considera mujeres y hombres. En total, el corpus es de 20 entrevistas, 5 por cada generación. La entrevista sigue pautas que recuperan el conocimiento semántico-episódico sobre tópicos de la identidad nacional provenientes de los LTG y las prácticas escolares. Además, explora puntos de vista y representaciones desde el horizonte actual de los entrevistados, con base en preguntas abiertas y la presentación de una reproducción de La Patria que, como ya he señalado, contiene una carga simbólica importante, asequible también para la generación joven. El procesamiento de las entrevistas involucra marcas prosódicas y señalamientos sobre los MCI de interés, por lo que el lector puede seguir las interacciones y relacionarlas con la elaboración de resultados.

Las respuestas de los entrevistados dan, para cada generación, confirmaciones o puntos de quiebre entre los modelos identitarios expresados y aquellos que los LTG pretendían consolidar en los educandos. Sin embargo, si dibujáramos una trayectoria que describiera, con base en el análisis de los LTG, los cambios de los MCI desde el proyecto nacionalista del Estado (que dio origen a los textos gratuitos) hasta la cuarta generación de libros (que traslada la producción simbólica del nacionalismo a un marco cultural amplio), encontraríamos que la línea trazada guarda gran paralelismo conceptual con la instanciación de saberes, opiniones y emociones de los entrevistados de las cuatro generaciones. Este panorama, elaborado extensivamente en el estudio, no sólo habla de las formas de lo identitario, también confirma que el discurso del conocimiento es ideológico.

El trabajo de Alba Nalleli García Agüero sobre la identidad mexicana en libros de texto y narrativas, constituye pues un modelo imprescindible para el análisis sociocognitivo de la construcción identitaria en la escuela. Su enfoque crítico no excluye y, antes bien, alienta, rendimientos de tipo hermenéutico: buscando la comprensión del fenómeno identitario, esta obra motiva el entendimiento del pasado de la educación y, en un movimiento de regreso, nos invita a escudriñar en el presente de los niños y las condiciones que median en su formación. Asimismo, ofrece planteamientos epistémicos y herramientas de análisis cuya integración resulta tanto novedosa como necesaria para el estudio del discurso del conocimiento. Sabemos que las mediaciones didácticas no son ideológicamente neutras, que su textualidad articula contenidos disciplinares y procedimientos pedagógicos con determinadas concepciones de la realidad. También desde la escuela, los grupos de poder buscan reproducir y hacer perdurar determinadas representaciones en la vida social, que no son fáciles de dilucidar sin las apoyaturas analíticas adecuadas. Afortunadamente, aparecen ya en el panorama académico estudios como el que nos ocupa, para contribuir sólidamente a esa tarea de discernimiento.

Y, en efecto, hoy, en medio de la acalorada conversación sobre el cariz ideológico de una nueva generación de LTG (conversación que muy seguramente se repetirá en lo futuro, con nuevas generaciones de libros), el modelo sociocognitivo de García Agüero es un recurso invaluable para sustentar la discusión y llevarla al deseable nivel de profundización que la sociedad mexicana requiere.

Referencias bibliográficas

Gadamer, Hans-Georg, 1997. Verdad y método. Salamanca: Sígueme.

Ibarretxe, Iraide, 2021. Reflexiones sobre la motivación del lenguaje. En L. Cabrera, C. Peragón, F. J. Perea, E. Ramírez, y A. Vara, eds. Lenguaje, Textos y Cultura. Perspectivas de análisis y transmisión. Barcelona: Octaedro.

Niño, Douglas, 2015. Elementos de semiótica agentiva. Bogotá: UTADEO.

van Dijk, Teun A., 2016. Discurso y conocimiento. Una aproximación sociocognitiva. Barcelona: Gedisa.

Notas

1La ausencia del discurso del conocimiento en las pesquisas de psicología y cognición es evidente para van Dijk, quien subraya la falta de interés sobre el tema en los estudios sociales.