En las últimas décadas, el análisis de la lengua en la comunicación digital ha pasado de ser un área de investigación emergente a consolidarse dentro de los estudios lingüísticos. Y, aunque las primeras obras surgieron fundamentalmente en el ámbito anglosajón, cada vez son más las que se publican en y sobre lenguas diferentes del inglés. En el caso del español, el último decenio ha sido especialmente fecundo: han aparecido trabajos muy interesantes que abordan las propiedades de los textos digitales desde perspectivas muy variadas. En este sentido, la propuesta de Azucena Penas Ibáñez se torna de especial interés. Publicada en el año 2018, asume un planteamiento muy abarcador. El libro se divide en dos partes diferenciadas, como queda anunciado en el propio título: El cibertexto y el ciberlenguaje. Esto permite a su autora tocar la mayoría de los aspectos que rodean el fenómeno de la comunicación digital, desde los estrictamente lingüísticos hasta los que conciernen a la cibercultura.
A pesar de esta diversidad temática, la obra está excelentemente organizada. Así, en la primera parte se abordan cuestiones relativas al fenómeno cultural y, en la segunda, se tratan de forma más específica los aspectos textuales.
La primera parte del libro nos ha parecido especialmente interesante, por lo completa que es y lo bien documentada que está. La conforman cuatro capítulos en los que se tratan temas muy diversos: el cibertexto, la hipertextualidad, las comunidades virtuales o los géneros discursivos de la esfera digital son algunos de ellos.
El primer capítulo está dedicado a explicar el fenómeno de la cibercultura en su dimensión social, tecnológica y simbólica. Se trata de una sección muy bien fundada en la que la autora define algunos conceptos clave para entender la comunicación actual. Sin lugar a duda, estas páginas constituyen un instrumento muy útil para cualquiera que se adentre en el tema por primera vez. La autora reflexiona sobre los cambios vertiginosos que hemos vivido en los últimos años, en los que la cultura digital ha transformado el panorama social, político y económico.
Por su parte, el segundo capítulo se adentra en el universo del hipertexto. Desde un profundo conocimiento de la lingüística textual y haciendo una excelente actualización de las nociones clásica aportadas por esta disciplina, la autora nos introduce en cuestiones como la transtextualidad y la hipertextualidad en los textos digitales. Fenómenos como los cambios en la construcción textual y en los mecanismos que regulan la recepción y lectura de estos textos son tratados de forma muy acertada en este capítulo. Llama especialmente la atención la amplia fundamentación bibliográfica presentada en el libro y la interesante manera en que la autora es capaz de observar fenómenos tan novedosos y actuales desde marcos teóricos más tradicionales. Así, por ejemplo, en este apartado se repasa la manera en que se concretan, en el medio digital, unidades básicas como el párrafo, o principios como el de linealidad. Resulta especialmente completo e interesante el apartado dedicado a la definición de hipertexto y el comentario de sus principales características. A partir de ellas se aborda de manera crítica la definición del texto como unidad comunicativa mediante una aproximación lúcida y muy novedosa y la forma en que esta se transforma en el medio digital.
En el capítulo tercero se retoman las propiedades constitutivas del texto, coherencia, cohesión, adecuación o aceptabilidad, entre otras, para aplicarlas al universo del texto digital. Resuelta especialmente interesante reflexionar sobre la manera en que las peculiaridades descritas en el capítulo segundo modifican cuestiones clave del entramado textual digital. Por ejemplo, la progresión textual se amolda a las novedades de la organización hipertextual. Igualmente atractiva resulta la reflexión sobre los significados explícitos e implícitos en estos textos. De recomendada consulta nos parece el apartado dedicado a la legibilidad y comprensibilidad de los textos digitales, por su atractivo teórico y su potencial aplicado. La redacción de contenidos para el medio digital está sujeta a principios propios que inciden tanto en elementos formales, como el ancho del texto o la separación entre líneas, por ejemplo, como en cuestiones textuales, concernientes al tipo y a la complejidad de las oraciones. Las frases cortas o el empleo de recursos de formato para destacar partes del contenido son estrategias efectivas que se imponen en el ámbito del cibertexto.
Especialmente relevante resulta, a nuestro modo de ver, el último capítulo de esta primera parte, el cuarto del libro. En él se presenta una panorámica general de los tipos de texto propios del cibertexto en la que tienen cabida desde los géneros primitivos de la comunicación digital, por ejemplo, los SMS o el correo electrónico, hasta los más actuales, como las redes sociales, los videojuegos o las videoconferencias. Este completo recorrido nos ofrece datos históricos de cada una de las aplicaciones analizadas, así como información sobre usos frecuentes y características discursivas.
Establecer listas cerradas, en relación con un medio tan cambiante como el digital, es siempre una tarea complicada y, además, sujeta a constante actualización. Sin embargo, la caracterización propuesta por Azucena Penas Ibáñez, por rigurosa y bien fundamentada desde la mirada del análisis lingüístico, reviste interés más allá de la dinámica cambiante de estas prácticas discursivas. El propósito de la autora es establecer ciertas invariancias propias de la textualidad digital que permitan entender y explicar un fenómeno comunicativo tan versátil. Cabe destacar, además, la extensa labor documental llevada a cabo por la autora que recoge una bibliografía en la que se mezclan los textos más clásicos, como en el capítulo anterior, con referencias más actuales.
El capítulo quinto abre la segunda parte del libro, la dedicada a la lengua en la comunicación digital. Recoge el testigo de una de las preguntas nucleares de este ámbito de estudio: ¿existe una ciberhabla? La autora expone la conocida diatriba entre la descripción de la variedad lingüística del ámbito digital como lengua escrita que participa de rasgos del habla y la que supone que se trata, más bien, de textos oralizados que se manifiestan en el medio escrito. Esta cuestión de la hibridación del medio es tratada de forma muy detallada y acertada, desde una perspectiva crítica que aboga por una alternativa en la que el cibertexto se plantea como un tercer o, incluso, cuarto medio, que complementa, alternativamente, al medio oral, escrito y signado. Tras esta primera parte más argumentativa, el capítulo se cierra con una sección descriptiva en la que se recoge un retrato muy extenso de las características de la ciberhabla en lo que concierne a los niveles fonomorfológico, léxico-semántico y pragmático-comunicativo. Esta sección es especialmente informativa y en ella la autora recoge de forma pormenorizada un amplio elenco de fenómenos característicos del lenguaje de los medios digitales. El capítulo quinto se cierra con una reflexión sobre la construcción de la identidad en los textos digitales que incluye cuestiones clave para cualquier estudio de corte sociopragmático.
El capítulo sexto de esta obra resulta muy atrayente. Se orienta al análisis del lugar que ocupan los códigos no verbales en la comunicación digital. El estudio de la multimodalidad, fenómeno inherente a toda manifestación lingüística, ha cobrado fuerza en los recientes estudios de la comunicación digital. Trabajos sobre emojis, memes y otros graficones constituyen hoy en día una vía de investigación muy fructífera. En ese sentido, el trabajo de Azucena Penas Ibáñez resulta muy novedoso. Así, por ejemplo, su reflexión sobre la descripción hipermedia del teléfono móvil como aparato cada vez más central en la interacción electrónica demuestra la acertada capacidad anticipadora de la autora.
El capítulo siete, por su parte, resulta especialmente original: la elección de forocoches como corpus para el estudio de la tecnojerga nos parece muy apropiada. Este capítulo se ha convertido en un texto de referencia para el estudio del léxico propio de los entornos digitales. El enfoque educativo, orientado hacia la ciberalfabetización, que se asume en este apartado, entronca de forma directa con el siguiente capítulo.
Con Estudio de caso: la comprensión textual del cibertexto informático en usuarios de la primera generación digital o generación posmilenial, capítulo octavo, se cierra el libro. Se trata, sin duda, del apartado más interesante de la obra. En él se analizan los resultados obtenidos en un estudio de campo realizado con estudiantes de secundaria a los que se pedía que definieran una serie de ítems léxicos relacionados con la comunicación digital. El capítulo está muy bien estructurado y expone de forma clara los objetivos y la metodología del estudio. Sus resultados se presentan de forma sistematizada a partir de gráficos y tablas explicativas. Se analizan distintas variables entre las que se incluyen: los semas en los que se desglosan las palabras, la información textual, la información lexicográfica. Su estudio concluye que la metonimia y la sinonimia son las dos estrategias más usadas en las definiciones.
En cuanto al apartado destinado a la bibliografía, resulta conveniente comentar su organización. Esta se divide en dos secciones. Por un lado, una sección denominada bibliografía, con las referencias a trabajos publicados en papel. Por otro lado, otra denominada “webgrafía” con las referencias albergadas en la web.
En definitiva, como hemos intentado mostrar con esta síntesis de los contenidos, el libro de Azucena Penas Ibáñez es un análisis muy completo y detallado del cibertexto y el ciberlenguaje. Un trabajo que, por su claridad expositiva, su profunda labor de documentación y su rigor metodológico se ha convertido, en los tres años que han pasado ya desde su publicación, en una obra de referencia en los estudios sobre el discurso digital.