Estudios de Lingüística del Español | Vol. 50 (1) | 2025
DOI: 10.36950/elies.2025.50.5
Esta obra está bajo una licencia internacional Creative Commons Atribución 4.0.

La etnografía en línea aplicada al estudio del lenguaje

Una conversación desde perspectivas críticas

Yvette Bürki

Universität Bern (Suiza)

ORCID: 0000-0002-3081-3622

Camila Cárdenas Neira

Universidad Austral de Chile (Chile)

ORCID: 0000-0002-1842-7200

Nadège Juan

Université Marie et Louis Pasteur (Francia)

ORCID: 0009-0008-0347-8217

Cecilia Magadán

Universidad Nacional de San Martín (Argentina)

ORCID: 0000-0002-4771-4372

Resumen

Esta contribución presenta una conversación1 entre cuatro investigadoras sobre la etnografía en línea como metodología de investigación en disciplinas como la sociolingüística, el análisis del discurso y la educación. El intercambio reflexiona sobre las posibilidades y tensiones que implica investigar prácticas lingüísticas en contextos digitales, así como sobre los prejuicios aún persistentes hacia este enfoque en determinadas comunidades académicas. La conversación busca trasladar a las disciplinas mencionadas reflexiones y cuestionamientos ya debatidos en otras, abordando la interconexión entre los espacios offline y online, la necesidad de adaptar las herramientas metodológicas tradicionales a la complejidad de los entornos digitales y de analizarlos desde una perspectiva interdisciplinaria, así como los desafíos éticos que plantea el hecho de trabajar con personas en esos contextos. Asimismo, se insiste en la importancia de una mirada crítica y situada sobre estos espacios, y se reivindica el valor epistémico de la etnografía en línea como vía legítima y poderosa para investigar el lenguaje como práctica social.

Palabras clave:

Etnografía en línea, Contextos digitales, Desafíos metodológicos, Sociolingüística, Análisis del discurso.

Abstract

This contribution presents a conversation between four researchers on online ethnography as a research methodology in disciplines such as sociolinguistics, discourse analysis and education. The exchange reflects on the possibilities and tensions involved in researching linguistic practices in digital contexts, as well as on the still persistent prejudices towards this approach in certain academic communities. The conversation seeks to transfer to the disciplines mentioned reflections and questions already debated in other disciplines, addressing the interconnection between offline and online spaces, the need to adapt traditional methodological tools to the complexity of digital environments and to analyse them from an interdisciplinary perspective, as well as the ethical challenges of working with people in these contexts. It also insists on the importance of a critical and situated gaze on these spaces, and vindicates the epistemic value of online ethnography as a legitimate and powerful way to investigate language as a social practice.

Keywords:

Online ethnography, Digital contexts, Methodological challenges, Sociolinguistics, Discourse analysis.

Contextualizando la conversación

La siguiente contribución es un resumen de una conversación que sostuvimos el 11 de julio de 2024 entre las entrevistadoras Yvette Bürki (Universidad de Berna, Suiza) y Nadège Juan (Universidad Marie et Louis Pasteur, Besanzón, Francia) y las entrevistadas Camila Cárdenas (Universidad Austral de Chile, Valdivia, Chile) y Cecilia Magadán (Universidad Nacional de San Martín, Buenos Aires, Argentina). Las cuatro investigadoras provienen, por una parte, de Europa occidental y, por otra, de América del Sur, y trabajan desde disciplinas y contextos académicos distintos. El intercambio se centra en la etnografía en línea como un conjunto de métodos de investigación relativamente nuevo en sus respectivas disciplinas, particularmente en el análisis del discurso, la sociolingüística etnográfica y la educación. El objetivo del encuentro es compartir ideas sobre la etnografía como metodología de investigación y cuestionar prejuicios que aún persisten en algunos ámbitos con respecto a este enfoque metodológico, fomentando un diálogo con personas que tienen amplia experiencia en el estudio del lenguaje desde diferentes ámbitos. Nos interesaba intercambiar puntos de vista y perspectivas acerca de temas centrales de las prácticas de investigación etnográfica en línea y, así, ofrecer, a manera de colofón de este volumen temático de ELiEs, una mirada reflexiva conjunta sobre sus prácticas metodológicas.

Con “etnografía en línea” nos referimos con Hine (2017) al campo plural que agrupa una diversidad de enfoques que hacen de un espacio en línea el objeto o el campo de la investigación. Según Hine (ibid.: 401), la etnografía en línea ha trasladado la idea tradicional de considerar al investigador o a la investigadora como un instrumento corporal de investigación a los espacios sociales de Internet. Permite comprender en profundidad cómo las personas usan Internet en contextos específicos, considerando que los espacios online y offline están interconectados. Hoy en día existen estudios que abordan campos complejos desde un punto de vista espacial, analizando conexiones entre espacios sociales online y offline (ibid.: 402), como aquellos que son el objeto de la siguiente conversación.

También queríamos aprovechar este intercambio para tocar algunos aspectos problemáticos con los que nos hemos visto confrontadas al trabajar con metodologías de la etnografía en línea. Por ejemplo, a pesar de la riqueza metodológica que desde sus inicios en los años 80 del siglo pasado hasta ahora ha ido amasando (Baym y Markham 2009; Hine 2004, 2015; Cruz y Ardèvol 2014, etc.), “abordar los medios desde una perspectiva etnográfica continúa siendo algo que aparentemente requiere de excusas y apologías”, como dice de Seta (2021: 113), una cuestión que ya había señalado Hine (2013: 28) años atrás. En efecto, como indica Pasquier, las numerosas transformaciones tecnológicas y de prácticas de investigación en los últimos veinte años son objeto de debate entre los propios etnólogos, hasta el punto de que “muchos etnólogos se niegan a considerar esas nuevas perspectivas como parte de su comunidad académica” (traducción de Pasquier 2020: 9).

No solo desde la antropología o la sociología hay quienes cuestionan esta perspectiva de investigación, sino también desde la sociolingüística, disciplina con la que nos identificamos académicamente nosotras. Así pues, las entrevistas mediadas por tecnología digital siguen suscitando tensiones metodológicas (cfr. Juan y Bürki 2022). Tales posturas heurísticas parecen negar el hecho de que las agencias se construyen mediante las personas involucradas, las infraestructuras, así como los discursos y contextos de uso (Gómez Cruz y Ardèvol 2013: 33). La recopilación de datos cara a cara no puede seguir imponiéndose como la única forma de acceder a los datos en un mundo donde el uso continuo de Internet por parte de personas situadas en cualquier lugar del espacio físico, que a su vez converge en espacios digitales ha provocado un cambio en la forma de conceptualizar el lugar (Parini y Yus 2023: 9), entendiendo este más bien a partir de los nexos offline-online que se construyen (Maly y Blommaert 2019).

Encontramos que la etnografía en línea es un enfoque metodológico clave para analizar prácticas lingüísticas en contextos digitales. Sin embargo, su aplicación enfrenta desafíos específicos que requieren una revisión crítica de los paradigmas tradicionales y una adaptación a las dinámicas sociotécnicas actuales que hemos querido replantear desde nuestras disciplinas. La conversación que presentamos a continuación apunta a trasladar estos debates –ya vigentes en otras disciplinas (cfr. Barajas y Carreño 2019; Hine 2017)– al estudio del lenguaje como práctica social, mostrando cómo se dan precisamente, cuáles son los retos, cómo se concretan a través de estudios de casos precisos expuestos y discutidos. Tras una presentación de las dos investigadoras invitadas (22, 3) y de sus respectivos trabajos de investigación (7, 17 y 9, 15), abordaremos diversas temáticas que se pueden agrupar en tres ejes: las especificidades de los contextos online, los desafíos metodológicos y éticos que se plantean en línea, así como los aportes y las perspectivas futuras para la etnografía en línea en nuestras disciplinas.

Los contextos en línea presentan especificidades que exigen una mirada crítica y situada (17, 22, 23, 25, 26). Como lo han señalado ya varios y varias investigadoras (como Hine 2015, Millette et al. 2020, Pastinelli 2011), las prácticas digitales, y en nuestro caso, las prácticas lingüísticas, no pueden entenderse como fenómenos aislados del mundo físico, sino que deben analizarse en su interrelación con lo offline, reconociendo la continuidad e interdependencia entre ambos espacios (5, 7, 23, 35, 36, 37, 38, 49). Además, aunque los entornos digitales no implican presencia física en el sentido tradicional, la corporeidad sigue estando presente: estar en línea implica una forma de presencia activa que atraviesa la plataforma, que se manifiesta en decisiones, gestos y afectos (27, 28, 29). Asimismo, es fundamental evitar la idealización de estos espacios como lugares neutros o puramente horizontales de libre expresión (41, 42, 43). Los entornos digitales y sus dispositivos sociotécnicos están mediados por reglas, dinámicas de poder, exclusiones y algoritmos, lo que demanda analizarlos críticamente, reconociendo tanto sus posibilidades como sus límites (cfr. también Paveau 2017).

Después, el trabajo de campo en etnografía en línea enfrenta múltiples retos metodológicos y éticos que requieren reflexiones específicas. Por un lado, la escasez de modelos existentes en nuestras disciplinas, combinado a la diversidad de situaciones en línea, nos obliga muchas veces a probar diferentes técnicas, y a inventar nuevas maneras de trabajar más adaptadas a nuestros campos (11, 15, 18, 19 y 22). Esta necesidad de innovación metodológica también implica repensar nuestras herramientas para una lectura más afinada de los fenómenos digitales (19, 22). En este proceso, la interdisciplinariedad se vuelve clave, ya que los contextos digitales demandan una mirada que articule saberes provenientes de distintas disciplinas para comprender la complejidad de las interacciones en línea (23, 24). La protección de los y las participantes resulta además un desafío crítico, ya que los métodos tradicionales de protección de la privacidad a menudo resultan insuficientes, lo cual exige experimentar con otras prácticas aún no protocolizadas (23, 25, 26 y 30). A esto se suma el desfase entre las exigencias académicas, que imponen protocolos diseñados para contextos offline, y la realidad del campo digital, donde dichos protocolos resultan en ocasiones inaplicables (31, 32 y 33). Por ello, como en la etnografía tradicional, es indispensable adaptarse a las distintas situaciones (39, 40) y encontrar maneras de ganar la confianza de las personas participantes en el contexto digital (41).

Para terminar, diversos aportes y perspectivas futuras se destacan en la conversación que sostuvimos con respecto a nuestras disciplinas. La etnografía en línea ofrece nuevas formas de investigar prácticas sociales y culturales en espacios digitales (5, 13, 20, 24, 25). Permite no solo observar lo que se dice en línea, sino también tomar en cuenta a las personas y sus prácticas (50): a diferencia de otros enfoques que solamente analizan datos, la etnografía en línea propone construir relaciones con las personas mediante la presencialidad (7, 41). También hemos cuestionado ideas preconcebidas que circulan sobre este método en nuestras disciplinas, lo cual consideramos esencial para luchar contra la negación ontológica y epistémica de la etnografía en línea por parte de personas académicas con otras tradiciones científicas (34, 35, 36, 37, 38). Además, hemos mostrado que no se tiene por qué considerar los trabajos sobre prácticas en línea, ni esas mismas prácticas, como superficiales o despolitizadas, ya que pueden ser escenario de posicionamientos y conflictos importantes (44, 45, 46, 47), que son muchas veces el prolongamiento de situaciones offline. Finalmente, de cara al futuro, creemos fundamental seguir explorando estos espacios con nuevas preguntas y nuevas apuestas metodológicas (48, 49, 50).

Conociendo a las investigadoras

1 Yvette Bürki y Nadège Juan: ¿Pueden por favor presentarse y explicar cuáles son sus ejes o ámbitos de investigación relacionados con la etnografía en línea?

2 Camila Cárdenas: Mi nombre es Camila Cárdenas Neira, soy profesora en la Universidad Austral de Chile, soy chilena, tengo 37 años y me formé como profesora de español en primer lugar. Luego hice un máster en comunicación y un doctorado en traducción y ciencias del lenguaje en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Actualmente trabajo en el Instituto de Comunicación Social y doy clases para el grado de periodismo y también para los programas de máster y de doctorado en comunicación. Y, fundamentalmente, me dedico a investigar los discursos de protesta de los movimientos sociales, tanto a través de las redes sociales como también en el espacio público mediante el análisis de paisajes lingüísticos y semióticos de protesta. Me formé como analista del discurso, y desde esa perspectiva he estado muy interesada en cómo estas prácticas discursivas se configuran no solo lingüística, sino también multimodalmente, y cómo también los espacios de interacción, ya sean físicos o digitales, intervienen en la construcción de estos discursos.

3 Cecilia Magadán: Yo soy profesora en la Universidad Nacional de San Martín en Argentina y formo parte del Centro de Estudios del Lenguaje en Sociedad (CELES) de esa universidad. Mi recorrido académico ha sido un tanto heterogéneo. Me formé en Letras en la Universidad de Buenos Aires y luego realicé una maestría en lingüística en Georgetown. Más adelante, en mi doctorado en Teachers College, Columbia University, me metí de lleno en el estudio de las literacidades, la educación, las tecnologías y la lengua, integrando todos estos campos. Mi interés por el impacto de la tecnología en las escuelas surgió en un momento en que, en la Argentina, se comenzaron a promover políticas para proveer conectividad y dispositivos de manera masiva, especialmente en escuelas públicas. Esto me llevó a realizar trabajos etnográficos en aulas rurales, comenzando con una aproximación más clásica de la etnografía de la clase. Poco a poco, con la popularización de los usos de la mensajería instantánea, comencé a identificar formas híbridas en la interacción entre lo online y lo offline, siguiendo la idea de Blommaert3. Descubrí que la clase no se limitaba al aula, sino que continuaba en otros espacios. Luego, ocurrieron diversos acontecimientos, hasta que llegó la pandemia, momento en el cual la etnografía digital, o mejor dicho, la etnografía en línea se volvió fundamental para dar continuidad a nuestras investigaciones y comprender la evolución de la escuela y la enseñanza.

4 Yvette Bürki: Esto que dice Blommaert de la relación offline-online me parece fundamental ¿no? Negar también, como investigadoras, este otro espacio es negar una parte de la realidad de nuestras prácticas comunicativas actuales.

5 Cecilia Magadán: Efectivamente. Antes de que las aulas incorporaran nuevos formatos, como una computadora por alumno o con las aulas digitales móviles (me refiero a unos carritos equipados con unas 20 computadoras con conexión a Internet), los docentes ya realizaban diversas prácticas en línea para la preparación de materiales, para la planificación de clases y para su propia formación. Estas prácticas contribuían a la construcción de una comunidad docente en espacios online, aunque al mismo tiempo la enseñanza en las escuelas continuara offline, de manera presencial. Es importante reconstruir estas historias, ya que las trayectorias digitales de docentes, alumnos, estudiantes y familias no deben ser invisibilizadas, pues están estrechamente ligadas a sus propios procesos de literacidad y resultan esenciales para abordar el trabajo de etnografía en línea.

6 Y. B. y N. J.: Cecilia, ¿nos podrías explicar cómo llegaste a interesarte por las prácticas de tus estudiantes en línea, y cómo concibes la etnografía en sí?

7 Cecilia Magadán: Pues antes de la pandemia, ya teníamos proyectos en marcha en educación secundaria y formación superior. En secundaria, observábamos el uso de celulares en aulas con baja disponibilidad tecnológica y en escuelas que contaban con aulas digitales móviles (esos carritos de los que hablaba antes). Hacíamos etnografía de clase y también explorábamos otros espacios escolares como bibliotecas y patios. En la formación superior, nos interesaban los talleres de lectura, escritura y oralidad, esenciales en el primer año para acompañar a los estudiantes en la producción de géneros académicos. Veíamos que la enseñanza combinaba encuentros presenciales con el trabajo en plataformas en línea como Moodle o Educativa, lo que nos llevó a preguntarnos: ¿cuándo empieza y termina realmente una clase? Con la pandemia y la suspensión de la presencialidad, estos espacios virtuales se volvieron obligatorios. Las clases se organizaron de distintas maneras: algunas eran sincrónicas a través de Zoom o Google Meet, mientras que en las escuelas con menos recursos los docentes enviaban tareas por WhatsApp. Esto implicó resignificar nuestros objetivos de investigación y adaptarnos a nuevas dinámicas, y surgió algo realmente interesante. Como ya teníamos acceso y vínculo con estos espacios de clase, lo positivo fue acceder a las conversaciones y a los intercambios en plataformas como WhatsApp: aunque requirió cuidado y tiempo, no fue imposible. De hecho, hubo mucha colaboración por parte de los docentes, e incluso una demanda explícita de acompañamiento para sostener mejor sus clases.

Así fue como comenzamos a recopilar información y a estar presente en esos espacios, a pesar de las dificultades metodológicas que esto implicaba. Y aquí es donde surge una cuestión que observo con frecuencia: los datos en línea pueden utilizarse de distintas maneras. Por un lado, es posible tomarlos como un archivo, recopilando, por ejemplo, un tuit o una publicación. Pero otra cosa muy distinta es participar activamente, vivir la experiencia de esos intercambios en distintos momentos del día y de la semana. Durante la pandemia, esto se hizo aún más evidente. Se desdibujaban los límites temporales, con docentes enviando tareas los fines de semana y estudiantes reclamando por su tiempo libre, o, al revés, profesores pidiendo que no se les escribiera un viernes por la tarde. Todo esto lo veía de cerca porque estaba allí, en esos espacios que, aunque no eran aulas en el sentido físico tradicional, sí eran reconocibles por los vínculos entre docentes y estudiantes. Había clase porque había diálogo. Desde mi experiencia, hacer etnografía en línea implica justamente eso: vivir la experiencia, estar presente, lo cual es tan importante como ingresar físicamente a un aula. Es diferente a utilizar los datos en línea solo como archivo, lo que también es válido, pero responde a otro enfoque.

8 Y. B. y N. J.: Camila, ¿podrías exponernos cómo defines tu método de investigación para estudiar discursos o entornos digitales, y cómo llegaste a ello?

9 Camila Cárdenas: He pensado mucho en esto a partir de la propuesta que ustedes nos hicieron, y he reflexionado seriamente sobre si realmente puedo afirmar que utilizo la etnografía digital o etnografía en línea como método. La verdad es que tuve mis primeros acercamientos a lo que podríamos llamar ciertas técnicas de la etnografía digital cuando comencé mi tesis doctoral. En ella, estudié una comunidad de Facebook denominada “Universitario Informado”, que se creó justo cuando iniciaron las movilizaciones estudiantiles de 2011 en Chile. Cuando empecé el doctorado, como lo hice estando en España, mi principal medio para acercarme a estas movilizaciones fueron las redes sociales, porque no pude experimentar este movimiento estudiantil de cerca, ni asistir a las marchas ni ser parte de las manifestaciones. Entonces, mi principal medio para conocer qué estaban haciendo las y los estudiantes fueron las redes sociales en general y Facebook en concreto.

10 Y. B. y N. J.: ¿Y por qué optaste por esa comunidad discursiva?

11 Camila Cárdenas: Elegí esta comunidad discursiva como caso de estudio porque me pareció fascinante, al principio, ver cómo se estaban creando este tipo de iniciativas y cómo las y los jóvenes estaban trabajando en la configuración de sus propios medios o espacios de comunicación. Esto no solo les permitió coordinar sus acciones de protesta, sino también conformarse como un colectivo movilizado, desde el cual podían pensar y reflexionar sobre sus acciones colectivas y sus protestas. Además, desde allí, podían construir sus propios discursos resistentes como actores políticos, como sujetos movilizados.

Así que hice un seguimiento de esta comunidad de Facebook durante tres años. A partir de esa experiencia, logré realizar una observación sistemática de las prácticas discursivas que las y los jóvenes llevaban a cabo dentro de esa comunidad. Primero intenté acercarme a los administradores de este perfil en Facebook. Cuando inicié mi tesis doctoral, tuvimos unas primeras conversaciones. Conseguí que ellos respondieran una pequeña entrevista, pero lo hicieron de manera escrita, no por videollamada, porque ellos prefirieron expresarse de ese modo. Luego intenté perseverar en ese vínculo para ir retroalimentando mi observación y mis primeros análisis, pero no tuve suerte. Interpreto que esa dificultad surgió porque había mucha reticencia por parte del movimiento estudiantil con respecto a la intrusión de actores externos, ya que en ese tiempo estaban experimentando mucha persecución y vigilancia policial. Cualquier aproximación que ellos percibieran como ajena a la comunidad no era bien vista, y creo que eso hizo que, con el tiempo, no pudiera mantener el contacto para conseguir otras entrevistas. Pero, al menos, lo que obtuve inicialmente fue de gran utilidad para retroalimentar mis análisis.

12 Y. B. y N. J.: Entonces ahora, con la distancia temporal que has ganado desde entonces, ¿por qué consideras que trabajaste etnográficamente?

13 Camila Cárdenas: Diría que me moví entre una observación intuitiva y una observación etnográfica a partir de estas primeras entrevistas que logré realizar y el seguimiento permanente de las publicaciones e interacciones dentro de la comunidad, y esto complementó mi trabajo como analista del discurso. En esencia, me concentré en observar estas prácticas discursivas activistas, a partir, por ejemplo, del repertorio de géneros discursivos que se utilizaba dentro de la comunidad para cumplir con los objetivos de protesta. Estudié de manera muy detallada cómo eran los posteos que las y los jóvenes hacían, de qué manera se construían, cómo se configuraban multimodalmente y qué tipo de interacciones propiciaban esas publicaciones. Analicé tanto los contenidos de los posteos como los comentarios de las y los usuarios, así como las dinámicas comunicativas que se establecían entre quienes administraban la cuenta y decidían qué contenidos publicar, pero también entre las o los seguidores o integrantes de esta comunidad, quienes reaccionaban y retroalimentaban esos contenidos, moldeando la manera en que la comunidad se configuraba discursivamente. Esa fue mi primera experiencia, un poco forzada, pero vital. No hubiera podido hacer mi tesis doctoral de otra manera, porque así se configuró mi objeto de estudio orgánicamente en esos momentos.

14 Y. B. y N. J.: Y actualmente, Camila, ¿qué proyectos estás desarrollando en esta línea? ¿Has obtenido una mayor cabida por parte de los actores sociales en estas plataformas digitales?

15 Camila Cárdenas: Una vez que terminé la tesis doctoral, empecé con otro proyecto de investigación que seguía una línea parecida. Quise estudiar distintas comunidades en redes sociales, tanto en Instagram como en Facebook, de colectivos estudiantiles feministas que empezaron a movilizarse en Chile a partir de 2018. En esta ocasión, seleccioné más cuentas para analizar y consideré dentro de mi diseño metodológico la posibilidad de recabar entrevistas y realizar grupos focales con, en general, chicas que habían liderado este movimiento en distintas universidades en Chile. En concreto, me centré en chicas que habían estado a cargo de la gestión o administración de estas cuentas de redes sociales durante las protestas. Fue difícil, porque en medio de todo esto ocurrió la pandemia, lo que generó varias modificaciones en el plan inicial. No pude lograr llegar a la cantidad de chicas que hubiera deseado, y muchas de esas entrevistas y los grupos focales que tenía planificados se postergaron. Finalmente, terminé realizándolo todo por Zoom, ya que fue la manera más accesible de comunicarme con ellas. Sin embargo, aunque no pude seguir el diseño inicial, pude sostener estas conversaciones con las chicas e indagar concretamente sobre sus historias personales, cómo llegaron al feminismo, las motivaciones que las llevaron a hacerse parte de estos colectivos feministas, cómo experimentaron sus propias subjetividades políticas como participantes y líderes de este movimiento. De manera muy especial, también pude entender cómo ellas comprendían el uso de las redes sociales dentro de sus prácticas de movilización o protesta. Esa información no la hubiese obtenido de otra manera, sino preguntándoles directamente a ellas.

Por supuesto, seguí observando cómo eran los posteos, qué publicaban, qué tipo de textos circulaban, cómo se iban configurando estos discursos colectivos alrededor de las movilizaciones feministas, pero había todo un trasfondo al que no hubiese podido acceder sin preguntarles directamente. Así que fue una experiencia muy enriquecedora. Además, me permitió observar que ellas mantienen una postura muy reflexiva y muy crítica con respecto al uso de las redes sociales. Desde la academia se generó esta suerte de ciberoptimismo frente a las prácticas de protesta mediadas digitalmente, pero yo observaba que ellas no lo sentían de la misma manera. Ellas ponderaban tanto las potencialidades como los riesgos de usar las redes sociales como medios o espacios de interacción y organización de sus propias prácticas colectivas. Y, sobre todo, al tratarse de un movimiento feminista, esto estaba atravesado por su percepción acerca de las violencias digitales: las formas de acoso, de hostigamiento, y cómo ellas se sentían expuestas a los discursos de odio, por ejemplo. Afortunadamente, en esa experiencia, y quizás porque ya había aprendido un poco más y había podido madurar mis aproximaciones a mi objeto de estudio, logré conseguir, o al menos aproximarme mejor, a lo que buscaba encontrar.

16 Y. B. y N. J.: Y tú, Cecilia, aparte de los entornos, digamos, educativos, ¿has experimentado otros tipos de contextos en el trabajo de etnografía en línea?

17 Cecilia Magadán: Podría decir que sí, pero no como etnografía per se. Me interesa pensar en discursos digitales y nuevas formas de conversación en espacios digitales. Si fuera fiel a mi propia concepción de la etnografía, no diría que lo hice de forma etnográfica, sino que me enfoqué más en el archivo, el rastreo y la exploración. Lo etnográfico atraviesa mis intereses, especialmente en el ámbito educativo, que es, desde mi mirada, cómo mejor se entiende lo que sucede en las aulas. Me inspira mucho lo que dice Blommaert (2009), citando a Hymes, sobre el objetivo de la etnografía del habla; Hymes (1986: 41) decía que se trataba de “explicar el significado del lenguaje en la vida humana, y no en abstracto, no en las frases superficiales que uno puede encontrar en ensayos y libros de texto, sino en lo concreto, en las vidas humanas reales”, y así Blommaert subraya que la etnografía para Hymes no era solo un programa académico e intelectual, sino también político. En las escuelas, vemos cómo se pone en tensión lo que uno diseña como investigación y lo que realmente sucede en las aulas, y precisamente en ese cruce entre la sorpresa y la experiencia descubrimos nuevas formas de mirar.

Actualmente, con María Florencia Rizzo, estamos trabajando en un proyecto sobre eso que dimos en llamar “usos novedosos del lenguaje” para englobar fenómenos como el lenguaje inclusivo o las formas que surgen en ámbitos juveniles y/o en las redes sociales. Buscamos estudiar qué pasa con estos usos novedosos, generalmente etiquetados como “lenguaje adolescente”, y sus relaciones con las tendencias que ponen en circulación algunos influencers. Inicialmente, comenzamos en redes para estudiar estos usos del lenguaje, pero era desafiante el rastreo porque se convertía en buscar algo que ya esperábamos que existiera. Nos dimos cuenta de que esas formas no eran solo léxicas, sino también nuevas construcciones sintácticas, nuevos estilos de decir. Entonces, en el marco de talleres preparatorios a la Feria de Ciencias Sociales y Humanas, que se organiza anualmente en la Universidad de San Martín, pensamos que era mejor escuchar lo que dicen las chicas y los chicos de las escuelas secundarias que participan. Con su consentimiento, usamos una aplicación que permite grabar las acciones en pantalla y el audio del entorno para ver un poco qué pasa con sus elecciones lingüísticas, según los espacios de interacción y los interlocutores presentes (a veces están sus docentes allí o nosotras mismas como docentes de la universidad): en qué medida ponen en circulación formas de expresión que parecen venir de las redes sociales en sus conversaciones entre pares o en producciones que se dirigen a un público académico. No sé si consideraría esto un trabajo de campo en un sentido etnográfico, pero intentamos observar y pensar estos cambios en lo concreto (como decía Hymes).

También estamos pensando en un proyecto más enfocado en las trayectorias digitales, hacer un trabajo etnográfico que incluya familias, más historias personales con el uso de dispositivos tecnológicos, las primeras cosas que recuerdan con sus usos de la tecnología, y de sus prácticas de lectura y escritura con tecnología. Creo que hay que pensar temas como las continuidades y discontinuidades escolares en relación con esas prácticas letradas con dispositivos que se van asumiendo como ya sabidas, y que, por el contrario, no habrían de naturalizarse en ningún caso.

18 Y. B. y N. J.: Cecilia, ¿qué especificidades o desafíos has podido identificar al investigar la interacción en aulas virtuales y otros espacios educativos en línea?

19 Cecilia Magadán: Bueno, lo primero que se me ocurre es el tema del silencio y la presencia sin palabras en el aula. Cuando hacemos etnografía en clase, observamos quién participa y quién escucha, porque todo eso es visible y queda registrado. Pero en una videoconferencia, ¿qué pasa con las cámaras apagadas? ¿Con el estudiante que se conecta, lee, pero no interviene? Es una forma de participación, aunque diferente. En la educación superior, por ejemplo, los foros suelen ser un género que naufraga. No sé cómo funcionan en Chile o Suiza, pero aquí generan confusión: ¿son espacios de verificación de lectura o de debate real? Aun así, implican un tipo de participación. También hemos analizado interacciones en Zoom y Meet, donde las formas de presencia se negocian: encender o no la cámara, intervenir o permanecer en silencio. En muchas clases sincrónicas, el docente dominaba el tiempo de palabra, y pocos estudiantes encendían la cámara. En otras, había más intercambio. Además, observamos cómo los docentes configuran la plataforma: ¿la usan como un repositorio de archivos, desde donde solo se descargan lecturas? ¿Como medio de comunicación para enviar anuncios? ¿O como un sitio de intercambio en el que se desarrollan clases? Estudiar estas particularidades enriquece la enseñanza, especialmente cuando se combinan encuentros presenciales con espacios híbridos. Para mí, el silencio sigue siendo un gran desafío.

Creo que también hay otros marcos teórico-metodológicos, como la multimodalidad, que nos permiten enriquecer el análisis de estos espacios en línea. En grupos de WhatsApp de estudiantes secundarios, por ejemplo, observamos que algunos solo intervenían con audios. Al entrevistarlos después, explicaban que temían ser juzgados por errores ortográficos. También aparecían dinámicas de negociación con la autoridad docente, en el que podían descubrirse a veces relaciones más horizontales en comparación con la clase presencial. La multimodalidad es clave para entender estos intercambios: desde el avatar del docente hasta los emojis y stickers utilizados, todo influye según los estilos comunicativos y el contexto. También, el análisis conversacional aporta herramientas valiosas que, claro, deben adaptarse a estos espacios. Por eso me gusta una aproximación heterogénea, tomando elementos de distintos enfoques. Cuando analizábamos plataformas educativas encontramos que hacía falta pensar un abordaje metodológico que se adecuara a estos nuevos entornos. ¿Qué observamos? La usabilidad, por supuesto, nos aportaba herramientas, pero también debíamos considerar el diseño, el estilo docente y otros factores semióticos, socioculturales y pedagógicos. Lo educativo, lo lingüístico y lo tecnológico deben dialogar entre sí.

20 Camila Cárdenas: Me llama la atención lo que dice Cecilia respecto de por qué los estudiantes respondían con audios y sentían temor de escribir textos ante la posibilidad de cometer faltas ortográficas. Cuando yo analicé las interacciones en la comunidad de estudiantes, me di cuenta de que, por ejemplo, escribir con faltas de ortografía solía ser tomado como un motivo para deslegitimar los argumentos de las personas que comentaban las publicaciones. Y ese siempre era un aspecto de negociación entre las y los seguidores de la comunidad porque había una reacción inmediata cuando algún usuario o usuaria buscaba discriminar o denigrar a otra persona utilizando como argumento que no supiera escribir; o sea, era rápidamente marginado e identificado como alguien externo o ajeno a esta comunidad, porque no correspondía hacer eso, no se alineaba con los valores de tolerancia y respeto que la comunidad trataba de promover. Entonces, ese tipo de cosas, ¿no?, yo no las hubiese podido detectar sin haber hecho esta observación sistemática, y sin mirar concretamente las interacciones de las y los usuarios en la plataforma.

21 Y. B. y N. J.: Camila, ¿cuáles fueron los principales desafíos metodológicos que encontraste?

22 Camila Cárdenas: Cuando tuve que elegir qué red social y comunidad estudiar, yo ya seguía varias cuentas surgidas de las movilizaciones estudiantiles por interés propio, ya que en mi tesis de máster había trabajado sobre la relación de las y los jóvenes con la política. Entonces, me encantaba sentir que participaba de grupos donde eso sucedía. Mis primeras interacciones fueron como las de cualquier seguidora: daba me gusta, compartía algunas publicaciones, etcétera. El primer desafío fue la falta de estudios sobre análisis del discurso en redes sociales en 2012. Elegí Facebook porque ofrecía más posibilidades de generación de contenido e interacción que otras plataformas. Dentro de ella, opté por la comunidad estudiantil con más seguidores, que aún existe y tiene tanta audiencia como algunos medios de comunicación reconocidos en Chile. Siempre fue un espacio abierto, de acceso público, por lo que, aunque los administradores dejaron de responderme en su momento, pude seguir observando sus dinámicas comunicativas. Ante la dificultad de conseguir nuevas entrevistas, enfoqué mi investigación hacia el análisis de otros componentes o de otras características de estas prácticas discursivas. Como señalaba Cecilia, cada plataforma tiene una configuración específica que influye en la construcción de significados. Mi análisis fue multimodal, hipermedial y transmedial, observando cómo esta comunidad se conectaba con otras plataformas y medios de comunicación en un ecosistema medial o comunicativo mucho más complejo. Por ejemplo, observé cómo esa comunidad dialogaba con los medios de comunicación más tradicionales, porque reposteaba o reaccionaba a contenidos que estos medios estaban publicando respecto del movimiento estudiantil. Para llenar vacíos metodológicos, mantuve una perspectiva abierta, estudiando no solo el contenido publicado, sino las interacciones discursivas que generaban identidad y pertenencia en los comentarios. Tuve que desarrollar formas de analizar estas interacciones, recurriendo al análisis conversacional y otros enfoques en un contexto aún inexplorado. Años después comenzaron a publicarse estudios sistemáticos, pero en su momento todo fue prueba y error. A lo largo del proceso, mi eje fue siempre la concepción de comunidad y cómo sus integrantes participaban en Facebook como un espacio activista.

23 Cecilia Magadán: En efecto, cada plataforma tiene sus propias configuraciones de diseño y ciertas combinaciones de modos (audio, imagen, etc.). En las de educación superior, por ejemplo, la escritura se privilegia más mientras que el audio suele estar menos visible, no es la opción por defecto. En cambio, WhatsApp, que no es una plataforma educativa, ofrece un abanico amplio de modos, genera más familiaridad y así invita a que más personas participen. Durante la pandemia, en los grupos de WhatsApp con los que trabajamos aparecían distintos actores: familiares, vecinos, etc. La conversación se integraba en el hogar, “el aula” era un espacio abierto y diferentes participantes aparecían en ella. Moodle, en cambio, se propone como un espacio más especializado, dedicado al estudio y, así, escribir en un foro exige cierto estilo y adecuación. Como decía Camila, allí la presencia de errores ortográficos lleva a la desvalorización de los argumentos: si escribís con faltas, tu argumento pierde peso. El estudio de estos espacios en línea nos desafía de distintas formas y en distintas instancias: en primer lugar, la entrada al campo que es difícil en la etnografía en línea; luego, la delimitación del objeto de estudio y también el abordaje del análisis. Encontramos que no hay un único enfoque teórico que nos permita entender todo lo que pasa en Moodle o en WhatsApp. Tal como planteaba Camila, la falta de un marco teórico específico nos obliga a ser creativos en el análisis de estos espacios y datos.

24 Camila Cárdenas: Yo enfatizaría la necesidad de adoptar enfoques interdisciplinarios. Personalmente, empecé mi investigación usando teorías sociológicas y políticas para entender los movimientos sociales, además de teorías sobre juventud, comunicación, ciencias de la computación, informática, y también sobre análisis de discurso, análisis de la conversación y comunicación mediada por computadora. Fue una búsqueda amplia. A medida que fui aproximándome a este objeto de estudio, concebí la necesidad de mirarlo interdisciplinarmente porque su naturaleza lo exige, al tomar esta conciencia ya no hay vuelta atrás. Aprendí una nueva forma de analizar las prácticas digitales en este tipo de comunidades, que no puedo dejar de usar, ya sea cuando recopilo datos para preparar publicaciones, cuando me intereso por otros tipos de activismo, o incluso cuando navego por las redes sociales en mi tiempo libre. Con el tiempo, he refinado esta perspectiva y he adoptado una visión más compleja de la comunicación, observando no solo contenidos específicos, sino el ecosistema completo, las interacciones entre plataformas y usuarios.

25 Yvette Bürki: Retomando el tema de lo que nos aporta el método etnográfico o la proyección etnográfica en línea, se podría decir que es una nueva forma de mirar. Porque obviamente, como decían ustedes, no solamente se trata del discurso que se da en línea, sino es un discurso interrelacionado con la propia plataforma, con un tipo particular de plataforma. También está imbricado en cómo luego se van a dar esos discursos, de qué manera se construyen. No se puede separar la plataforma del medio de lo que está pasando allí. Entonces, para eso necesitamos aprender a mirar de otra manera, sobre todo porque estamos acostumbradas a un mundo científico centrado por siglos en la importancia del papel y la importancia de la comunicación ni siquiera oral, sino la comunicación escrita. Entonces es un salto superlativo el que se da cuando pasamos a una plataforma virtual, y tal vez allí está el quid del asunto.

Creo que otro aspecto importante es la necesidad de meterse en el trabajo etnográfico, porque no se trata solo de trabajar con documentos o archivos digitales, sino de involucrarse directamente en el campo. ¿Qué entendemos por eso, y qué implica realmente meterse?

26 Cecilia Magadán: Para mí, meterse en el trabajo etnográfico implica una participación activa y corporal en el campo. No se trata solo de observar desde la distancia o registrar con una cámara, sino de estar presente, ser una figura que interactúa y genera relaciones (más o menos cercanas) con las personas involucradas. En espacios como las aulas o plataformas digitales, esto significa integrarse en la dinámica del grupo, entender cómo los demás perciben nuestra presencia y, en cierta medida, volverse «invisible», tal como lo sugiere Agar con la noción del “extraño profesional”. En nuestro caso, el enfoque ha sido el de la observación participante, en la que tanto docentes como estudiantes han permitido nuestra presencia y han compartido sus experiencias con nosotros. No se trata únicamente de “dar voz” a los participantes, como a veces se simplifica la etnografía, sino de intentar comprender el mundo desde su perspectiva, aunque siempre con la conciencia de que cada mirada sigue atravesada por teorías y experiencias previas.

Además, la etnografía no es una práctica distante, indiferente: la inmersión en el campo implica experimentar y reaccionar ante lo que sucede. Hay momentos en los que surgen situaciones de injusticia o acciones que generan descontento, y eso también nos afecta. No podemos ser indiferentes ante lo que observamos, porque la experiencia pasa por nosotros, nos interpela y nos transforma. En este sentido, meterse en la etnografía significa asumir un compromiso con el contexto y con las personas con quienes trabajamos.

27 Yvette Bürki: Sí, efectivamente, es importantísimo esto de meterse, porque no es una metáfora. Muchas personas no entienden que la corporeidad está también presente en línea. O sea, no porque no estás físicamente, no estás. Estás allí. Y esto es justamente uno de los aspectos que tiene que ver otra vez con esas ideas epistemológicas de que tienes que estar en carne y hueso. Estás atravesando con tu corporeidad, con tu presencia, esa plataforma, ese evento.

28 Cecilia Magadán: Inclusive, Yvette, pienso que cuando uno ve que alguien abandona un grupo en línea o a alguien que bloquea un grupo o un participante resulta hasta más fuerte que ver a alguien que se levante en una sala; no sé o por ahí, semejante o equivalente, pero digo, esa decisión de irte, quedarte, sumarte, bloquear, tiene que ver con que hay alguien que está, ¿no? Si no, no te podés ir.

29 Yvette Bürki: O sea, que uno lo siente incluso como microagresiones, o que alguien de repente apague el micrófono en tu clase, que lo tenga prendido, y luego apague, tú lo sientes como que no quiere participar. Entonces, eso te muestra claramente que hay una corporeidad, hay una persona que está presente con todo su ser, a pesar de que esté solo en el espacio en línea. Creo que esa es otra de las cuestiones: esas ideas que se tiene, de que en línea el cuerpo no está, el cuerpo por supuesto que está, pero de otra manera.

30 Cecilia Magadán: De hecho, obtener y analizar eso datos “corporales” en línea representa un gran desafío. Cada pieza de información, como los avatares utilizados por las personas, es una marca de identidad que aporta mucho al análisis. Sin embargo, desde los acuerdos de confidencialidad del mundo académico, suelo enfrentarme a la dificultad de decidir qué puedo mostrar y qué debo ocultar. Al ocultar ciertos datos, de algún modo también los expongo, lo que me lleva a una especie de construcción o reinvención de la información. Este dilema es especialmente complejo en la protección de los participantes. No se trata solo de números de teléfono o datos sensibles evidentes, sino también de aspectos como los nombres de usuario, que, aunque estén en internet, no necesariamente son de dominio público. Debo preguntarme constantemente qué puedo citar y qué no. Me interesa, por ejemplo, la elección de un avatar o una imagen de perfil, porque dice mucho sobre una persona, pero mostrarla implicaría identificarla. Estos son algunos de los desafíos más interesantes dentro de la investigación multimodal.

31 Nadège Juan: En mi investigación me enfrenté a un dilema entre la exigencia académica de anonimizar los datos y el deseo de mis participantes de ser identificados. Al trabajar en YouTube, les resultaba beneficioso ser citados en tesis y estudios académicos, por lo que no querían que ocultara sus nombres. Además, en mi tesis incluí fragmentos de vídeoblogs de YouTube hechos por esas y esos participantes, lo que me obligaba a citar quiénes eran sus creadores para respetar los derechos de autoría. Sin embargo, esta obligación entraba en conflicto con la exigencia de anonimización de las entrevistas que realicé con estas personas. Dado que entrevisté a las mismas personas cuyos vídeos analizaba, era imposible preservar su anonimato, ya que cualquiera podía identificarlas al acceder a sus vídeoblogs en línea. Aun si hubiera intentado anonimizar las entrevistas, habría sido inevitable que se les pudiera reconocer. Esta tensión entre la protección de la identidad y la visibilidad de las y los participantes es un problema complejo que, hasta hoy, me ha impedido publicar mis entrevistas. Incluso me ayudó el servicio jurídico de la universidad y ni el propio servicio en realidad sabía muy bien cómo hacer con Internet, ya que allí entra el derecho internacional y cuestiones de derechos de autor propias de Internet. En mi opinión, las normas académicas actuales no se ajustan a la realidad de nuestros campos de estudio.

32 Camila Cárdenas: Desde el doctorado, también me he enfrentado a la complicación de gestionar la autoría de las imágenes en redes sociales, un problema que aún me persigue. Cuando comencé a publicar, me di cuenta de lo difícil que es cumplir con los requisitos de las revistas académicas, que exigen documentos de declaración de autoría. ¿Cómo conseguir que alguien firme un documento así cuando, en muchos casos, ni siquiera es posible verificar quién creó un meme en redes sociales? Estas reglas han dejado de ser funcionales. Podría decirse que están obsoletas o que, más que facilitar, obstaculizan el trabajo académico, no solo en términos de publicación, sino también en la divulgación de nuestras investigaciones.

33 Yvette Bürki: Está totalmente desfasado porque son cosas pensadas para el papel, y para agencias individuales. En este tipo de plataformas de activismo, las agencias son colectivas. Por ejemplo, se hace un meme, y luego entra en una polifonía este meme que se va ampliando. ¿Y quién es el autor al final de todo esto? La autoría es colectiva.

Deconstruyendo mitos

34 Y. B. y N. J.: Sigamos con la cuestión de los mitos o prejuicios que hemos también podido localizar en colegas con respecto a la etnografía en línea. Hemos podido constatar que existe cierta suspicacia que puede generar la etnografía en línea, y esta suspicacia proviene, según nuestra opinión, en parte de ciertas ideas preconcebidas sobre este método, que como hemos mencionado es bastante nuevo dentro de nuestros campos de investigación. Entonces, en esta segunda parte nos gustaría deconstruir estas ideas con ustedes, reuniendo argumentos y contraejemplos que nos permitan superar esas resistencias que podemos encontrar entre nuestros propios colegas u otros actores del mundo académico. Estas resistencias se justifican en motivos académicos, pero epistemológicos también, y como nos tenemos que enfrentar diariamente a ellas, nos ha parecido interesante reunir nuestros argumentos para defendernos, de cierta forma. Una de las ideas que se escucha con frecuencia es que este método no es científico.

35 Camila Cárdenas: Creo que es necesario cuestionar lo que entendemos por “científico” y deshacer la idea de que lo científico debe ser necesariamente objetivo y resultado de una separación o distanciamiento entre quien investiga y lo investigado. Esta visión está relacionada con la forma en que se percibe el posicionamiento de quien investiga. Algunos creen que la o el investigador debe ser aséptico, debe observar sin involucrarse, objetivar todo lo que ve y transmitir esos datos de manera neutral. Sin embargo, esta visión ya debería estar superada. Cuando comencé a trabajar con discursos en redes sociales, me encontré con críticas similares, especialmente en el campo de los movimientos sociales. Hubo cuestionamientos sobre si lo que los movimientos sociales hacen en el espacio digital realmente puede considerarse una forma efectiva de protesta. Muchos pensaban que, si era virtual, no existía de manera “real”, ya que en la tradición sociológica lo que se valora son las acciones contenciosas en el espacio público, como las marchas o las ocupaciones. Algunos de mis colegas, especialmente aquellos de disciplinas tradicionales, miraban con desconfianza este tipo de análisis. Por ejemplo, en una oportunidad compartí un análisis sobre memes feministas y alguien cuestionó la relevancia del estudio. Solía escuchar que con el análisis de este tipo de textos simplemente confirmaba mis propias suposiciones, un problema frecuente en el análisis crítico del discurso. Además, cuando esos textos provienen de redes sociales, la duda es aún mayor: ¿qué tiene que ver esto con la “vida real”?

36 Nadège Juan: El problema es que la etnografía en línea ha heredado las críticas que en su momento se hicieron a la etnografía tradicional, como la de no ser un método científico válido. A esto se suma la creencia de que lo que sucede en los espacios digitales no forma parte de la vida real. Sin embargo, dentro de ámbitos académicos más especializados, esta discusión ha avanzado considerablemente, especialmente desde los años 2000. Un ejemplo es el trabajo de Hine, quien en el 2000 publicó Etnografía virtual y, para 2015, reformuló el título como Etnografía para Internet, reflejando un cambio en la comprensión del mundo digital como un espacio encarnado en la vida cotidiana. Sin embargo, aún persisten posturas más bien individuales que mantienen una separación rígida entre la presencialidad y el entorno en línea, como si este último fuera una forma de ficción, cuando hoy existe cierto consenso para afirmar que no es así, pues lo que ocurre online y lo que ocurre offline están interrelacionados.

37 Cecilia Magadán: También me parece que tiene un poco que ver con esa división entre géneros mayores y menores. Creo que hay una idea común de que lo que sucede en Internet, especialmente en las redes sociales, es un tiempo de desperdicio o algo trivial, algo que no merece ser tomado en serio. Esto me recuerda a la crítica que se hacía en su momento sobre los géneros televisivos, como las telenovelas, que se consideraban irrelevantes para el análisis académico. Sin embargo, con el tiempo, hemos visto cómo esos mismos fenómenos tienen un gran impacto en la sociedad. Lo que ocurre en Internet, aunque parezca superficial o efímero, a menudo termina influyendo en debates más amplios que llegan a los medios tradicionales, incluso a debates legislativos. Un ejemplo reciente en Argentina es el caso de plataformas de “fútbol libre”, que permiten ver partidos sin pagar servicios premium. Esta piratería ha generado una gran discusión, no solo sobre el acto ilegal en sí, sino sobre las prioridades de la justicia. En lugar de perseguir a quienes proporcionan acceso gratuito al fútbol, algunos consideran que deberían enfocarse más en casos como el de un niño desaparecido, lo que plantea preguntas sobre qué es realmente importante en la sociedad. Es interesante cómo estas discusiones, que a menudo se consideran menores o pasajeras en el mundo online, terminan impactando en la vida offline. La incomodidad que sentimos con estos debates tiene que ver con cómo circulan (y hasta se viralizan), sin control o regulación, fuera de las estructuras tradicionales que antes concentraban el poder para decidir qué se publicaba o no. Las redes sociales han transformado cómo se construye la opinión pública, y aunque algunos puedan ver esto como algo fuera de control, en realidad es ahí donde muchas de las grandes discusiones están ocurriendo hoy.

38 Yvette Bürki: Para mí, la pandemia fue un momento clave para entender que lo que ocurría en línea no era ficticio, sino completamente real. Durante ese tiempo, quedó claro que la comunicación digital era esencial, y si no fuera por ella, ¿cómo nos habríamos comunicado? Además, creo que la percepción de ciertos géneros discursivos como “menores” sigue estando influida por la tradición académica. En la academia, algunos discursos son considerados dignos de análisis, mientras que otros no. Esto refuerza la idea errónea de que analizar lo que ocurre en línea es fácil y accesible para cualquiera, como si no requiriera un análisis riguroso. En realidad, hacer un análisis serio en línea implica una metodología cuidadosa, seleccionar participantes y realizar un estudio detallado.

39 Y. B. y N. J.: Ahora nos gustaría abordar el tema de los problemas con los que nos enfrentamos, los obstáculos a los que nos enfrentamos cuando trabajamos con etnografía en línea.

40 Camila Cárdenas: En mi caso, el primer obstáculo consistió en que tuve dificultades para mantener el contacto durante un periodo prolongado con los administradores de la comunidad digital que me interesaba. Estaba aprendiendo cómo estudiar las prácticas discursivas en estos espacios y cómo hacer una inmersión informada en el campo digital, por eso asumí que obtener estas entrevistas era importante, lo que supuso mucha frustración. Adicionalmente, descubrí que una parte importante de este trabajo es comprender cómo funcionan las plataformas y sus algoritmos, cómo se nos muestran los contenidos recomendados y qué impacto tiene la recolección de datos sobre la privacidad y la ética. Hoy soy consciente de que estos obstáculos requieren mucha creatividad e innovación. Es necesario conocer bien cómo funciona el sistema digital, ya que, de alguna manera, debemos “hackear” el sistema para encontrar la información que buscamos. Además, en el entorno digital, las personas pueden crear identidades falsas, lo que también puede generar desconfianza. En mi caso, aun siendo académica, enfrenté dificultades porque no pertenecía a un colectivo político reconocido ni tenía una militancia determinada. Esta falta de pertenencia también afectó mi acceso a la comunidad. Todo esto está marcado por una desconfianza que surge de la manipulación o la falsificación de información facilitada por las redes sociales, lo que complica aún más las cosas. Por eso, en este tipo de investigación, la capacidad de adaptarse, innovar y cambiar de enfoque es fundamental para superar estos desafíos y conseguir lo que necesitamos.

41 Cecilia Magadán: Yo creo que muchas veces se confunde el concepto de etnografía en línea con simplemente buscar datos en Internet, pero no es tan sencillo. Si bien es cierto que Internet ofrece una gran cantidad de información, eso no significa que cualquier búsqueda sea un trabajo etnográfico. La etnografía en línea requiere un compromiso mucho más profundo. No se trata solo de encontrar lo que buscamos, sino de pasar mucho tiempo observando, analizando y comprendiendo el contexto de las comunidades digitales, algo que no es tan fácil de delimitar o entender. En mi experiencia, la etnografía requiere estar presente, comprometerse con la comunidad de participantes, de forma responsable, tanto académica como socialmente. Uno no solo observa, también se pone en un lugar donde es observado y cuestionado. Hay desconfianza que superar, no es algo que se pueda hacer sin más. A veces se piensa que trabajar con datos en línea es fácil porque todo está disponible, pero en realidad eso es más cercano al uso de datos que a la etnografía. El trabajo etnográfico requiere tiempo y esfuerzo, y la realidad digital no siempre es tan transparente como parece. En un caso concreto, cuando intentamos hacer etnografía con comunidades de migrantes, fue mucho más difícil hacerlo en línea debido a la desconfianza hacia el Estado y otros actores. La comunidad prefería la interacción cara a cara, donde sentían más anonimato y seguridad, que compartir información en plataformas en línea, donde todo se guarda y queda registrado. Esto demuestra que la etnografía en línea no es simplemente una cuestión de buscar información, sino un proceso complejo que implica compromiso, tiempo y superar barreras de desconfianza.

Quiero añadir que hay prácticas y situaciones que solo ocurren en línea, y eso es algo importante de señalar. Por ejemplo, recuerdo una tesis de una estudiante que analizó el discurso suicida en Tumblr. Ese tipo de conversaciones no se dan en un bar o en un espacio público físico. No es una charla que encontrarías en un grupo de terapia, sino algo que circula de forma particular en una plataforma específica en línea. Este ejemplo ilustra cómo existen comunidades y prácticas que solo tienen lugar en el espacio digital, especialmente entre jóvenes, adolescentes o grupos más periféricos. Y aunque no todo sucede en la web, hay muchas cosas que se dan en estos espacios en línea que no podrían ocurrir en el mundo físico.

42 Nadège Juan: Sí, las redes sociales también abren espacios de expresión y difusión para públicos que, de otro modo, no habrían tenido acceso a ámbitos de expresión pública. En el caso de la lingüística popular, que estudié, la web 2.0 ofrece espacios de expresión a personas que no los tendrían fuera de línea como vídeoblogs, foros, etc., pero tampoco hay que idealizarlos, ya que muchos estudios han mostrado que estos también excluyen a ciertas categorías de locutores y locutoras.

43 Camila Cárdenas: Por mi parte, recuerdo una experiencia de análisis que hice con mi marido, que es periodista y analista de datos, cuando estábamos observando el proceso de votación de la nueva constitución en Chile, después del estallido social de 2019. Construimos un pequeño corpus para ver qué se estaba diciendo en las redes sociales sobre la votación y qué tipo de propaganda se generaba. Descubrimos grupos radicales de ultraderecha dedicados exclusivamente a difundir fake news para manipular el proceso. Estaban tergiversando el contenido del texto constitucional, haciendo creer a la gente que decía cosas que en realidad no decía. Esto muestra cómo las redes sociales pueden ser utilizadas tanto por movimientos sociales transformadores como por grupos extremistas o reaccionarios que buscan frenar cualquier posibilidad de cambio social. Esta realidad digital es compleja y no podemos seguir ignorando su relevancia ni minimizarla como algo superficial, porque se trata de fenómenos sociales que no encontraríamos fácilmente en el mundo fuera de línea.

44 Y. B. y N. J.: Esto nos lleva a otra crítica que se suele hacer a los trabajos en línea: que son despolitizados y carecen de profundidad.

45 Cecilia Magadán: Cuando me dicen que los memes se estudian solo porque son algo gracioso y entretenido, me hace pensar en el trabajo de lingüistas como Ruiz Gurillo, que abordan el humor actual. Este humor es más rápido y, a menudo, empaquetado a través de memes, donde hay mucha agencia distribuida. Así, los memes no solo sirven para hacer reír, sino también para generar disputas políticas, como dice Camila, porque un meme provoca otro meme. En Argentina, como en otros lugares, se generan “guerras de memes”, no tan distintas a las que vemos en las urnas. Los memes, en este sentido, no despolitizan, al contrario, nos invitan a reflexionar sobre lo político, y hay una clara implicación política en esos discursos. Por ejemplo, a partir de la publicación de resultados de evaluaciones nacionales de aprendizajes, como Aprender en Argentina, o internacionales como PISA, suele darse un debate perpetuo. Siempre se vuelve a esa idea de que las redes están dañando el lenguaje de los estudiantes, que leen y escriben cada vez peor, que hay “pobreza lingüística”. Son en cierta medida mitos en torno a la escuela y a las formas de leer y escribir que no se discuten en profundidad y se repiten como verdades absolutas. Pero cuando trabajamos en espacios escolares, también tomamos una posición política. Porque mostrar lo que realmente pasa ahí, evidenciar que no es lo mismo tener o no acceso a dispositivos dedicados al estudio, tener o no acceso a una biblioteca, tener o no a un adulto que acompañe en la lectura o en la escritura, cambia todo. La pandemia lo dejó muy claro: pensábamos que la brecha digital estaba superada, pero no era cierto. Tener una computadora no alcanza si no hay un recorrido letrado detrás, si no hay alguien que te lea, que te enseñe. No es lo mismo hacer la tarea con ayuda que aprender a los ponchazos, como decía mi abuela. Y eso no puede pensarse por fuera de lo político, porque muestra cómo lo material nos atraviesa en lo educativo.

46 Camila Cárdenas: Creo que no se puede despolitizar el trabajo de investigación. Incluso cuando uno no toma postura o no se posiciona, esto ya conlleva una forma de politizar, porque supone una manera de acercarse a un tema, a las personas o a las prácticas de una forma específica. Además, en nuestras disciplinas, en nuestros campos de conocimiento, no es posible pensar que hay un trabajo completamente despolitizado. Cuando comencé a investigar sobre las prácticas discursivas de los movimientos sociales en las redes sociales, recibí críticas, principalmente de colegas varones, que consideraban que la política se hacía en la calle, no en los espacios digitales. Para ellos, lo que hacían las y los jóvenes en esos espacios digitales no era tan relevante. Sin embargo, en el caso chileno, el movimiento estudiantil ha transformado la política en las últimas décadas. De hecho, el presidente actual fue líder estudiantil durante las movilizaciones que investigué en mi tesis doctoral, y ese movimiento continuó influyendo en la sociedad chilena a través de las protestas estudiantiles feministas posteriores. Así que, evidentemente, lo que ocurre en las redes sociales tiene un poder prefigurativo, es parte de las prácticas políticas, y no puede ser visto como superficial si se toma en serio el estudio de lo que sucede allí.

47 Nadège Juan: Para mí, si bien es cierto que toda lectura del discurso implica una toma de posición, creo que el carácter político de un análisis puede darse en distintos grados: considero que existen trabajos más politizados que otros, en especial aquellos que explicitan claramente los aspectos de la investigación relacionados con el poder o los mecanismos de dominación. Creo que lo importante en cualquier trabajo de investigación, sea online u offline es tener en mente el porqué de lo que hacemos, y también cuáles podrían ser las consecuencias de nuestros trabajos a nivel individual o social. En realidad, de la misma forma que se pueden estudiar discursos políticos centrándose por ejemplo en la construcción del discurso o las estructuras lingüísticas, sin preguntarse el por qué ni el para qué se dice, este tipo de análisis también se puede llevar a cabo (o no) en la web.

48 Y. B. y N. J.: Podemos tal vez cerrar con una última palabra sobre lo que queremos para el futuro en nuestros trabajos de etnografía en línea.

49 Cecilia Magadán: Creo que el tipo de trabajo que estoy haciendo va a crecer más con el tiempo, por varias razones. Primero, hay fenómenos culturales, políticos y sociales que ahora exclusivamente suceden en línea. Por ejemplo, las investigaciones que he hecho, como las de Camila, ocurren en esos espacios digitales y luego se reflejan en la vida cotidiana, cuerpo a cuerpo. Aunque las redes sociales son un espacio “virtual”, también están conectadas con el cuerpo, y eso es algo que debemos estudiar. Muchas veces nos sorprenden algunos acontecimientos, porque no estamos prestando atención a lo que sucede en plataformas como TikTok o en otros lugares. Es como una llamada de atención para ser más conscientes de lo que pasa en estos espacios. Por eso, creo que debemos ir en esa dirección, entender el “para qué” de estas investigaciones, y también ser conscientes de la necesidad de apelar a diferentes marcos de análisis. No podemos encerrarnos en una sola perspectiva. Lo interdisciplinario enriquecerá mucho más este tipo de trabajo, y aunque la etnografía en línea ya no es tan nueva, cada vez se le da más importancia y se reconoce como relevante. No se trata de ilustrar lo que queremos decir con datos en línea, sino de entender que esta experiencia caótica de lo que sucede en línea nos cuestiona constantemente. A veces no vemos venir lo que está sucediendo, pero es importante llegar a tiempo para analizarlo.

50 Camila Cárdenas: En mi caso personal, con los años me he sentido cada vez más interpelada como analista crítica del discurso a adoptar métodos etnográficos en mi trabajo. Esto se debe a las críticas que recibimos en nuestro campo por centrarnos únicamente en los textos, especialmente los textos típicos, como los periodísticos o políticos. Aunque podemos analizar esos textos con mucha profundidad, a menudo dejamos de lado lo que realmente pasa con las personas que producen, manipulan o distribuyen esos textos. ¿Qué ocurre con su agencia? Acceder a ese conocimiento es fundamental, y me he sentido constantemente interpelada a avanzar en esa dirección, aunque aún me queda mucho por aprender y hacer. Otro aspecto en el que he estado reflexionando es el de los trabajos inspirados en la ciencia ciudadana, lo que me lleva a pensar en cómo las personas con las que interactuamos pueden ser coinvestigadoras en nuestra investigación. No se trata solo de adoptar una postura extractivista, tomando la información y luego agradeciendo; en cambio, se trata de construir relaciones genuinas. Para mí, este es el desafío más grande, porque no solo implica habilidades teóricas, metodológicas y analíticas, sino también humanas, interpersonales, saber cómo llegar a la gente y cómo construir una relación de confianza, como mencionaba Cecilia. Si yo pudiera soñar, pensaría que ese sería un horizonte a marcar y, creo que es importante, confiar también en que este ámbito de trabajo va a ir madurando poco a poco, que se va a instalar y no va a desaparecer, pues la etnografía digital no puede desaparecer del ámbito académico en el contexto en el que nos encontramos. Entonces este tipo de instancias contribuyen profundamente a poner el foco de atención en este fenómeno y a invitar a otras y otros investigadores a reflexionar sobre ello.

51 Y. B. y N. J.: Muchísimas gracias a ustedes por esta conversación tan rica y valiosa. Aunque este tipo de debates ontológicos y heurísticos en torno a la etnografía en línea no son nuevos, sí lo son en disciplinas como las nuestras. Esperamos que estos intercambios contribuyan a darle mayor legitimidad a la etnografía en línea practicada desde nuestras disciplinas y que ayuden a deconstruir creencias negativas y sesgadas, abriendo nuevas perspectivas para su uso en la investigación futura.

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Notas

1Tras el resumen se encuentran los enlaces directos a la conversación grabada.
2Los números remiten a la enumeración de los párrafos del texto en los que están tratadas las temáticas aludidas.
3Cfr. las referencias bibliográficas citadas al final del texto.