Estudios de Lingüística del Español | Vol. 48 (2024)
DOI: 10.36950/elies.2024.48.10
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Una aproximación a la ideología lingüística de Antoni M. Alcover

Maria Pilar Perea

Universitat de Barcelona

ORCID: 0000-0001-5846-0593

Resumen

Antoni M. Alcover (Manacor, 1862 - Palma, 1932) promovió y lideró el Diccionari català-valencià-balear, una obra que supuso un hito para la lexicografía catalana ya que su contenido descansa en cuatro pilares: la lengua antigua, la lengua moderna, la lengua dialectal y la lengua literaria. Esta obra, finalizada por su discípulo Francesc de B. Moll (Ciudadela, 1903 - Palma, 1991), es todavía de gran actualidad y merece todos los respetos por parte de los romanistas.

A pesar del valor su obra, a causa de ciertas desavenencias con miembros del Institut d’Estudis Catalans, y en particular con Pompeu Fabra, y de la ruptura con los políticos de la Lliga Regionalista, que hasta entonces le habían dado soporte, desde 1917 se forjó una leyenda alrededor de la figura de Alcover, que se incrementó durante todo el siglo y que en algunos foros intelectuales todavía perdura.

En este artículo1 se pretende, alejándose de los tópicos y de las críticas no fundamentadas, a partir de sus textos biográficos, definir la ideología lingüística de Alcover no solo con relación a la lengua catalana y su unidad, sino con respecto al papel de los dialectos en la configuración de la lengua estándar.

Palabras clave:

Ideologías lingüísticas, Lexicografía, Dialectología, Lengua estándar.

Abstract

Antoni M. Alcover (Manacor, 1862 - Palma, 1932) promoted and led the Diccionari català-valencià-balear, a work that was a milestone for Catalan lexicography since its content is based on four pillars: the ancient language, the modern language, the dialectal language and the literary language. This work, finished by his disciple Francesc de B. Moll (Ciutadella, 1903 - Palma, 1991), is still academically relevant and valuable for specialists in Romance Studies.

Despite the value of his work, due to certain disagreements with members of the Institut d’Estudis Catalans, and specially with Pompeu Fabra, and due to the break with the politicians of the Lliga Regionalista, which until 1917 had supported Alcover, a legend was forged around his figure. This legend has increased throughout the 20th century and persists in some intellectual forums.

Moving away from clichés and unsubstantiated criticism, the purpose of this paper is to define Alcover’s linguistic ideology not only in relation with the Catalan language and its unity, but also with respect to the role of dialects in the configuration of the standard language.

Keywords:

Linguistic ideologies, Lexicography, Dialectology, Standard language.

Introducción

Antoni M. Alcover (Manacor, 1862 - Palma, 1932) es sobradamente conocido por haber promovido y liderado el Diccionari català-valencià-balear (DCVB), una obra que representa un hito para la lexicografía catalana puesto que su contenido descansa en cuatro pilares: la lengua antigua, la lengua moderna, la lengua dialectal y la lengua literaria. Esta obra, continuada y finalizada por su discípulo Francesc de B. Moll (Ciudadela, 1903 - Palma, 1991), es todavía de gran actualidad y merece todos los respetos por parte de los romanistas europeos.

Quien no parece que merezca estos respetos es precisamente su promotor: Alcover. A causa de desavenencias con miembros del Institut d’Estudis Catalans, y en particular con Pompeu Fabra, y de la ruptura con los políticos de la Lliga Regionalista, que hasta entonces habían dado apoyo a su proyecto lexicográfico, desde 1917 se forjó una leyenda (negra) alrededor de su figura, que se incrementó durante todo el siglo y que en algunos foros intelectuales todavía perdura.

Como ejemplo, diversos artículos dedicados a Alcover del ensayista valenciano Joan Fuster (Sueca, 1922 - 1992), de quien se conmemoró en 2022 el centenario, recogen y reiteran no solo opiniones controvertidas sobre la personalidad y el método de trabajo del dialectólogo de Manacor, que el mismo Moll, en alguna ocasión, y con una cierta voluntad apologética, destacaba,2 sino que inciden también en aspectos ideológicos. He aquí solo una muestra, extraída de su artículo “Centenari de Mossèn Alcover”: “ell veia la llengua com un fet folklòric més que no pas com un fet cultural” (1962: 233) o “Don Antoni Maria mirava el futur del català escrit com una eufòrica semibabel comarcal” (1962: 234).

En este trabajo se pretende, a partir de los textos del propio Alcover, definir su ideología lingüística no solo con relación a la lengua catalana y su unidad, sino con respecto al papel que ejercen los dialectos en la configuración de la lengua estándar.

Fuentes de documentación

La obra escrita de Alcover es muy extensa. Se han registrado hasta ahora casi tres mil documentos, entre artículos, dietarios, biografías, libros, manuscritos, etc., y algunos incluyen una notable información biográfica e ideológica. Se trata, en este caso, esencialmente de dietarios, aunque algunas informaciones personales también aparecen en biografías dedicadas a otros personajes, como las que redactó sobre el obispo Pere Joan Campins (Alcover 2021) y el sacerdote integrista Fèlix Sardà i Salvany (Alcover 2004a y 2004b). Estos textos constituyen referentes excelentes para ofrecer una aproximación a su ideología, en general, y a su ideología lingüística, en particular, que es en la que se centra este trabajo.

Por otro lado, la aplicación de un enfoque paratextual y metatextual, basado en el análisis de los paratextos (prólogos o prefacios de diccionarios, gramáticas o comentarios; cf. Collinot (1985) y Leiner (1990)), permite a su vez obtener una información ideológica considerable sobre su autor. Este procedimiento complementa el conocimiento de la ideología lingüística alcoveriana puesto que, en el primer volumen de 1930 del Diccionari català-valencià-balear (DCVB), y a diferencia de la edición actualizada que Moll publicó en 1968, su contribución en la parte introductoria fue muy notable y pueden hallarse en ella ciertas marcas ideológicas. Igualmente, cabe citar el documento emblemático que marcó el inicio de su proyecto lexicográfico: La Lletra de convit, cuya primera edición vio la luz en 1901, y que pretendía ofrecer las pautas para llevarlo a cabo, como explica más adelante su autor:

Mossèn Alcover exposà’l pla del diccionari y lo que aqueix ha d’esser, axò es, qu’ha d’abrassar, no una regió tota sola de la llengua, com feyen els diccionaris anteriors, sino totes les regions y totes les èpoques de la llengua; y feu avinent qu’una obra axí reclama la cooperació de tots els qui parlen y estimen la nostra llengua, cap dels quals, si vol esser consecuent, se pot escusar de prendrehi aquella part que les seues forses li permeten. (BLDC, II, 1904-1905: 20)

Estas líneas destacan el alcance, tanto histórico y como geográfico, del diccionario, la justificación afectiva —el amor a la lengua—, que constituye el motor del proyecto, y su singularidad. Concebido como obra colectiva y colaborativa, este carácter lo aleja de los métodos convencionales utilizados hasta entonces por la lexicografía tradicional. En efecto, el DCVB se basa, por un lado, en el vaciado de obras literarias y no literarias, es decir, en el uso de un corpus de referencia y, por otro, en la aplicación del trabajo de campo, mediante encuestas dialectales, para recopilar la lengua viva de los diversos territorios de habla catalana. Estos fundamentos confieren al diccionario y a su autor una gran modernidad.

Además, y enmarcado en el conjunto de conferencias y discursos que Alcover pronunció, el texto “Què’s el nostre regionalisme?”, que se publicó en 1909, ofrece asimismo muestras representativas de su ideología lingüística, a pesar del carácter indudablemente político del texto.

La colección de dietarios del dialectólogo, que vieron la luz, en su mayoría, en las páginas del Bolletí del diccionari de la llengua catalana (BDLC), abraza un extenso período temporal que se inicia en 1883 y termina en 1926. En este estudio se descartan los que constituyen meramente descripciones de viajes y que contienen poca doctrina lingüística. Los dietarios donde se aprecia un componente ideológico más significativo relacionado con la lengua son los que fueron redactados principalmente en la primera década del siglo XX; es decir, en los inicios de su etapa encuestadora. Grosso modo, los textos más útiles que permiten extraer la ideología lingüística de Alcover son los dietarios correspondientes a Alcover (2001 y 2002), que recogen los viajes efectuados entre 1900 y 1902, y el de 1906. Servían, en un primer momento, además de solicitar la participación, para informar y también para convencer al lector de la validez de la obra emprendida.

Hay que tener en cuenta que algunos de los dietarios posteriores a 1910, además de aspectos ideológicos estrictamente lingüísticos, que a veces reiteran algunas ideas que presentan los que fueron redactados en los primeros años del siglo XX, brindan excelentes descripciones dialectales y constituyen un testimonio real del estado de las variedades lingüísticas del catalán en sus diversas manifestaciones cuando se llevó a cabo el trabajo de campo.

Por otro lado, es a partir de 1901 que Alcover vuelve su mirada a la romanística europea y comienza su etapa autoformativa, ya que en el periodo previo bebía todavía de la doctrina de quien fue, sin ejercerlo estrictamente, su mentor: el filólogo y ensayista palmesano Tomás Forteza (Palma, 1838 - 1898). Este redactó una gramática, la Gramática catalana de la lengua catalana, fundamentada, entre otras fuentes lingüísticas e historicistas, en la versión francesa de la Grammatik der romanischen Sprachen (1836-1844) de Friedrich Diez; y fue el mismo Alcover quien, el 1915, no sin esfuerzo, se encargó de publicar.

Tipos de ideologías

Como se ha indicado, las fuentes de documentación citadas son extremadamente útiles para definir las creencias, los juicios, las ideas o las convicciones de Alcover en materia lingüística que le impulsaron a llevar a cabo un proyecto lexicográfico tan singular y trascendente como fue el DCVB. Sin embargo, la actitud hacia la figura de Alcover ha presentado —y aun presenta— posiciones ambivalentes y a menudo contrapuestas que se pueden sintetizar en lo que se denominarían “fobias” y “filias”.

Las “fobias” ya se encuentran testimoniadas durante la vida del mallorquín. De manera muy sintética, de “apóstol de la lengua catalana”, como fue calificado en Cataluña en los primeros años del siglo XX, se convirtió, en 1918, en un hombre de “bajo nivel científico y de más bajo nivel moral”, según las palabras de Josep Puig i Cadafalch pronunciadas en la sesión de la Diputación de Barcelona que tuvo lugar el 9 de julio. De hecho, de manera declarada, las actitudes hostiles hacia su persona y a su obra se manifestaron abiertamente un año antes, después de la discordia generada con Pompeu Fabra, el Institut d’Estudis Catalans y los políticos de la Lliga Regionalista. Los comentarios, a veces ofensivos (véase Perea 2020), que no siempre tienen que ver con su tarea lingüística, se convirtieron en tópicos que, en algunos ámbitos, se reproducen alegremente de manera acrítica. Así, las declaraciones negativas de Coromines, explotadas en extremo en su Diccionari etimològic i complementari de la llengua catalana, constituyen una buena muestra de la hostilidad declarada hacia Alcover. Es probable que, en general, el objetivo de las críticas sea generar una cierta morbosidad o un estado de opinión contrario, o quizá se pretende dar más relieve a la figura de su antagonista: Fabra, la cual a veces se complementa con la de su discípulo Moll. Véase, por ejemplo, un comentario de Sergi Sol (2005: 216), expresado demasiado a la ligera, que ningunea la figura de Alcover, otorgando toda la importancia a Moll: “Alcover era el mestre de Moll, tot i ser Moll el cervell que alimenta el diccionari que signaran conjuntament”.

Hay también dos elementos que fueron considerados sumamente negativos: en primer lugar, el título de la obra: Diccionari català-valencià-balear (que, con no muy buena intención, hay quien identifica con tres lenguas diferentes), y, en segundo lugar, que Alcover recurriera al gobierno central para obtener fondos para la publicación de su obra. Véase, como ejemplo, un comentario ilustrativo de Coromines, apud Sol (2005: 239), su biógrafo, que ni se molesta en citar la procedencia de las citas que atribuye al lexicógrafo barcelonés, en una de las cuales este último afirma:

Aquest títol és innacceptable per a tot amador de la nostra llengua i per tant de la seva unitat, perquè diguin el que vulguin, Diccionari català-valencià-balear només pot significar diccionari de les llengües catalana, valenciana i balear, en el títol d’un diccionari només es posa com a adjectiu el nom de la llengua i no dels països que la parlen”.

Las “filias” se canalizan a través de una actitud reivindicativa, que encabezó el desaparecido Josep Massot, a pesar de la severa crítica que incluían sus primeros trabajos (1977 o 1985, por ejemplo), en la que se pretende restituir el valor intelectual de Alcover y destacar el valor y el alcance de su obra, dejando de lado, por inútiles, las referencias a aspectos caracteriales o de su personalidad.

El presente trabajo, y a pesar de las poliédricas vida e ideología del mallorquín, cuyas múltiples caras merecen ser estudiadas en profundidad, se limita a incidir exclusivamente en su ideología lingüística.

En la introducción, ya se han insinuado algunas posiciones ideológicas de Alcover respecto a la lengua y, en particular, a la lengua catalana: en primer lugar, la lengua considerada como una abstracción; en segundo lugar, la lengua catalana contemplada desde una perspectiva unitarista, es decir, aplicando el concepto tan usado de “unidad de la lengua”; y, en tercer lugar, la lengua en su relación con los dialectos, por un lado, y con la lengua estándar, por otro. Sin embargo, estas posiciones, junto con otras, pueden incluirse, para su ordenación, en unas bases tipológicas que facilitan la clasificación su ideario lingüístico y a la vez actúan de hilo conductor. Se partirá, pues, de la propuesta de Swiggers (2018), que describe siete tipos de ideologías de la lengua. Es cierto que Swiggers ilustra cada tipología a partir del contenido discursivo que aparece en la introducción de determinadas obras. En nuestro caso, se aplicarán estas etiquetas tipológicas cuando sea posible, o se adaptarán, si es necesario, partiendo de las afirmaciones de Alcover en sus diversos trabajos.

Se enumeran, a continuación, las siete tipologías explicitadas por Swigger (2018: 77-83):

  1. Ideología de la lengua ‘territorial’ o ‘regional’, según la cual la lengua se concibe asociada a su territorio ‘original’.

  2. Ideología lingüístico-cultural europea, de índole religiosa, propia de la lingüística misionera, en la cual se defiende la preeminencia de las lenguas europeas respecto a las de otros países.

  3. Ideología de la lengua de índole ‘social’, a partir de la cual se concibe el mejor modelo de lengua (nacional) o el “buen/mejor uso”.

  4. Ideología de la lengua ‘nativista’, en clave xenófoba y defensiva, relacionada con el primer tipo, la cual se evidencia en un territorio que se encuentra amenazado por una lengua de ‘intrusión’.

  5. Ideología de la lengua ‘nativista’, similar al tipo anterior, que consiste en la alabanza de la lengua materna a través de discursos que subliman sus cualidades.

  6. Ideología de la lengua como instrumento sociopolítico, que está relacionada con acontecimientos políticos, y que se aprecia especialmente en la redacción de algunas entradas léxicas de los diccionarios.

  7. Ideología de la lengua político-religiosa, a nivel transnacional, que constituye una defensa y alabanza de una lengua situada en un contexto de enfrentamiento político y/o religioso.

Como indica el mismo Swigger, es posible que las tipologías lingüísticas no se presenten en estado puro, sino que se mezclen. En el caso de Alcover, las siete tipologías citadas no están totalmente representadas, y alguna de ellas puede matizarse.

Las ideologías lingüísticas de Antoni M. Alcover

El ideario lingüístico de Alcover puede encajarse en cinco de las siete tipologías propuestas por Swiggers, las cuales se ilustrarán a través de sus declaraciones. Se prescinde, en consecuencia, porque no son pertinentes, de la “Ideología lingüístico-cultural europea, de índole religiosa” y de la “Ideología de la lengua político-religiosa, a nivel transnacional”, porque la defensa de la lengua a partir de la amenaza que supone otra, se encuentra ya representada, como se apreciará a continuación, en el número 3.

He aquí los cinco tipos:

1. Ideología de la lengua ‘territorial’ o ‘regional’, en la que la lengua se encuentra estrechamente vinculada con su territorio ‘original’. Esta asociación se expresa explícitamente en la introducción de la primera edición del DCVB:

Quan deym “llengua catalana”, designam lo llenguatge de Catalunya y de les altres terres que ab la Reconquista foren poblades de gent catalana i se’n assimilaren lo parlar. An aqueixes terres la llengua s’hi era formada, del llatí, al mateix temps que a Catalunya, y després la modalitat de llenguatge que els catalans hi dugueren se fusionà ab la dels indígenes dels territoris conquistats. Aquest sentit tan extens de l’adgectiu català té, donchs, la seua raó històrica en l’idea de que foren els catalans los qui portaren a València y les Balears el nucli principal de l’actual llenguatge d’aquestes regions, y expressa molt bé l'unitat de llengua que s’observa dins la literatura dels segles XIII fins al XVI en les diverses comarques catalanisades. Per això conservam lo nom de “llengua catalana” aplicat an aquesta col·lectivitat ètnica i literària (Alcover & Moll 1930: I).

En la cita se hace referencia al catalán, desde una perspectiva histórica, como resultado evolutivo del latín. Sitúa la lengua en los territorios donde se habla, la cual se hace patente a través de los respectivos dialectos constitutivos y consecutivos. Observemos, en la parte final, la justificación del nombre de la lengua, tema que ha desatado tantas controversias.

Por otro lado, como indica la afirmación siguiente, la lengua está estrechamente asociada a la historia política, social y religiosa de este territorio:

Com la llengua és el mirall de l’ànima del poble que la parla, és l’expressió de l’ànima d’aquell poble, per això l’historia de tota llengua esta intimament lligada amb l’historia religiosa, social i política d’aquell poble (Alcover 1912-1913a: 323).

En este marco ideológico general es interesante considerar el concepto que tiene Alcover de lengua, que es concebida como una abstracción, la cual solo se manifiesta mediante los dialectos que la componen. El hablante, por lo tanto, no habla una lengua sino (al menos) un dialecto de esta lengua.

La llengo, l’idioma, lo que comunment se diu una llengo, un idioma, es el conjunt de dialectes que parla una nació, que formen un boldró llingüístic, diferent dels veynats (Alcover 1908: 18).

Esta idea también se refleja en el siguiente fragmento, donde se contemplan los dialectos en plan de igualdad, sin que exista entre ellos ninguna preponderancia ni supremacía:

Hi llitx lo discurs sostenint que la llengua catalana se compón de sis modalidats (valencià, balear, alguerès, català de França, català oriental i català occidental) i que totes han d’esser autònomes i independents dins lo camp literari, sensa que cap d’elles haja de dominar ni esclavisar les altres, com pretenen certs revel·lers de Barcelona (En Fabra n’ès lo cap de guayta) (Alcover 1918-1919, 214).

Buen conocedor de los dialectos, Alcover destaca las afinidades que existen entre las diversas variedades del catalán, cosa que incide en la definición de la variedad estándar (véase la tipología 2):

[...] que les divergències y particularitats dialectals hi son estades sempre, com son dins totes les altres llengües, y que la catalana es una de les que les presenta més petites, y per lo metex, una de les que’s parlen menys fraccionades (Alcover 1906-1907: 297).

El estudio de las variedades dialectales de todos los territorios de habla catalana conduce a Alcover a proclamar una y mil veces, a pesar de las críticas que ha recibido sobre esta cuestión, la unidad de la lengua:

[...] y per conseguent el mallorquí no es més qu’el català que’s parla a Mallorca, y el valencià, com el rossellonès y el català oriental y l’occidental, altres tantes variedats de la única y metexa llengua, que per les raons apuntades anomenam catalana, variedats que no alteren ni desfàn l’unidat de dita llengua, com no altaraven ni desfeien la de la opulentíssima y gloriosíssima llengua grega els quatre dialectes que la constituïen (Alcover 1902-1903a: 37).

[...] ben estudiats tots els territoris de la llengua, ha de resultar encara l’unidat del llenguatje vivent, lo qual ha d’esser una gran victoria per la causa del nostre renaxement literari y la restauració del nostro idioma (Alcover 2001: 175).

2) Ideología de la lengua de índole ‘social’. En esta tipología se pueden incluir las apreciaciones relacionadas no solo con el modelo lingüístico o del “buen/mejor uso”, que supone la definición del estándar, sino las que tienen que ver con la pureza del lenguaje. Cabe recordar que el objetivo de Fabra en la redacción del Diccionari general de la llengua catalana (1932) era crear una obra de buen uso y de buen gusto, que respondiese a las exigencias del habla del ‘honnête homne” (véase Colón 2007: 17). Desde esta última perspectiva, Alcover adopta la consideración de la dialectología tradicional, la cual veía en los dialectos las manifestaciones más puras de la lengua. He aquí unos ejemplos:

[...] el llenguatje es més pur. Com més enfora me fas de Barcelona, mes semblant se fa el llenguatje a-n el mallorquí (Alcover 2001: 109).

[...] i se posa a contarme una rondalla, y per cert amb molta gràcia y puresa de llenguatje (Alcover 2001: 162)

Estas afirmaciones suponen que es en las hablas locales o rurales donde el catalán se halla más incontaminado, y, en consecuencia, que, en las grandes ciudades, como Barcelona, es donde la lengua se halla más maltrecha y repleta de castellanismos que la desfiguran.

Cal, donchs, si no volém llevar l’autonomía a la nostra llengua, que la purifiquém de tota influencia que la fassi tributaria de la castellana, principalment per lo que’s refereix à la sintaxis, donchs son més de doldre, perque la desfiguren més, las corrupcions de la seva construcció, que las del seu propi vocabulari (Alcover 1904-1905: 24).

Lo mismo puede aplicarse a la influencia que pueden ejercer otras lenguas, como el francés respecto al habla de Perpiñán:

Ben prompte trob aquí, respecte del llenguatge de Barcelona, lo meteix que dins Catalunya francesa respecte del de Perpinyà: l’influència del dialecte de la capital demunt tots els núcleus de població, y especialment demunt les persones instruides, que aquí parlen just [com a] Barcelona (Alcover 1906-1907: 280).

[...] fins a portar a tothom al convenciment de la importància que té pe’ls catalans l’obra de purificació del seu llenguatge (Alcover 1904-1905: 22).

Esta concepción “purificadora” requiere una teorización previa, que tiene que ver con la autonomía del catalán respecto del castellano y que llevó a Alcover a polemizar tanto con Ramón Menéndez Pidal con relación a la independencia sintáctica de la lengua y no tributaria respecto al castellano (véase la controversia en Perea 2005), como con Benito Pérez Galdós, quien, en 1886, en el diario La Prensa de Buenos Aires, declaró, refiriéndose a la obra de Narcís Oller: “El catalán no tiene construcción propia. La sintaxis es la castellana y solo varían las voces”.

La siguiente cita de Alcover se refiere a un procedimiento, basado en el estudio profundo de los dialectos, que permite afirmar que el catalán tiene sintaxis propia. Como contrapeso, es cierto que en la producción de la prensa catalana de principios de siglo XX y en algunas obras de algunos autores catalanes el calco de estructuras sintácticas y de formas léxicas del castellano es evidente.

¿Com podem saber, donchs, si la nostra llengua té sintaxis pròpia?

Al meu entendre cal anar a fer l’estudi de la construcció sintàxica del idioma vivent en aquellas comarcas allunyadas de la influencia dels grans centres de població, en els que’l llenguatge està corromput i al’idioma escrit en els monuments anteriors a l’época en que’s senyala’l comensament de la influencia castellana. Aquest estudi’ns demostrarà que la nostra llengua té sintaxis propia i ben definida (Alcover 1904-1905: 23).

La consideración del “buen uso”, que incluye esta tipología, tiene, como se ha visto, repercusiones en la elaboración del estándar, el cual, en el caso del catalán, fue tardío (a principios del siglo XX), y se basó, siguiendo las directrices de su promotor y ejecutor, Pompeu Fabra, en el catalán de Barcelona.3 Para Alcover la base de la lengua estándar es absolutamente contrapuesta a la de Fabra, como recoge el texto siguiente:

Vetaquí per que la pronunciació del poble es de tanta trascendencia. El dia que tendrem aplegades, recullides, totes les paraules catalanes tal com el poble les pronuncía a cada una de les nostres comarques, aquell dia podrem formular les lleis de la formació de la nostra llengua; tendrem la clau per esplicar y donar raó de totes les seves varietats y formes; aquell dia podrem formular d’una manera completa y definitiva la nostra gramàtica. La gran varietat de formes y d’estructura que oferex la nostra llengua no es un defecte. No tenim, és ver, la uniformitat, ni’ns fa gens de falta (Alcover 2002: 167).

La opción por el estándar basado en la variedad de Barcelona, que, según Alcover, se encuentra repleta de castellanismos, generó en el mallorquín un gran rechazo, como ocurrió en otros escritores. Fue el mismo rechazo que provocó la tendencia del mismo Fabra a la adopción de galicismos, puesto que sus referentes lexicográficos eran mayoritariamente franceses: “Tant son una galtada a la llengua catalana els gal·licismes com els castellanismes (Alcover 1912-1913b: 378).

3) Ideología de la lengua ‘nativista’, que conlleva para el catalán una actitud defensiva, puesto que la presencia del castellano en tierras catalanas es vista como una ‘intrusión’; no es xenófoba, sin embargo, para Alcover.

Respecto a la tipología anterior y a su purificación, ya se ha destacado la independencia del catalán respecto del castellano; y, por lo tanto, está superada cualquier expresión que la considere un dialecto suyo. Esta opinión se incluye en la necrológica de Tomás Forteza que Alcover publicó en 1898, y que está recogida en sus obras completas, donde declaraba:

Allà se prova fins a l’última evidencia, amb raons històriques, etnogràfiques i filològiques lo adsurd, lo paradògic que ès el suposar dialecte la llengua del Bt. Ramon Llull, del rei En Jaume, de N’Ausiàs March, la nostra llengua; allà se demostra amb raons que ningú es capaç de desfer ni d’impugnar seriament, que la nostra llengua ès un vertader idioma, tant com ho puga esser el castellà, l’italià, el francès; allà se demostrà que no té cap vincle de dependencia del castellà, i que brollaren tots dos d’una mateixa font, d’una mateixa soca, del llatí, en brollaren amb diferencies radicals, seguint vies ben diverses, resultant el català en la seua encarnadura, complexió i fesomía molt allunyat i del tot diferent del castellà (Alcover 2020: 381)

Pero es innegable que la presencia del castellano en tierras catalanas ejerciendo de adstrato (es decir, en situación de convivencia), provoca interferencias y la aparición de considerables castellanismos en el catalán. Ante esta situación se genera una actitud defensiva. He aquí unas muestras donde se constata la influencia del castellano, especialmente en la sintaxis y en el léxico.

La sintacsis castellana ha invadida la valenciana, despullantla de casi tot lo característich y que constituex nostra autonomía lingüística (Alcover 2002: 115-116).

i que era cosa d’armarse de totes armes contra l’invasió del castellà, que du venuda la gent de Vila [se refiere a la Vila de Ibiza], la qual va massa bruixada ab l’aficar paraules castellanes sensa to ni so, donant lo tristíssim i depriment espectacle de despreciar i afrontar la llengua pròpia, estrem a que sols arriben els pobles degenerats que acaben els alens suicidantse (Alcover 1920: 27-28).

La misma influencia se aprecia, como se ha constatado en la ideología anterior, en el francés del área del Rosellón:

Es ferest, horrible, el catalá de molts d’aquests, tot ple de paraules franceses, contrafet, afollat [...] Axò de mesclar les llengües es una atrocidat, es barbarie. En parlar una llengua, siga la que siga, hi ha que parlarla sense aficarhi paraules ni frases de llengues estranyes (Alcover 2002: 164-165).

4) Ideología de la lengua ‘nativista’, que se basa en la alabanza de las cualidades de la propia lengua, a veces en contraste con otras.

En la cita siguiente, Alcover magnifica el catalán y su antigüedad, contrastándolo con las otras lenguas románicas.

A-les-hores tothom sap a Perpinyà que no hi ha llengua que’s puga comparar a la nostra; que no n’hi ha cap que sigui mes rica, mes hermosa, mes enérgica; que mentres que la Castellana y la Francesa eren noyes, la nostra ja era dona feta y Mare. Moltes vegades jo els hi havía dit axò; però, per ser jo foraster, les meves paraules no teníen creencia (BDLC I, 1902-1903: 7).

E insiste en este tema, en la polémica, ya citada anteriormente, que sostuvo con Menéndez Pidal: “el francés, el castellá, el galaych-portugués y l’italiá son més moderns que la llengua d’oc, això es, la nostra” (Alcover 1902-1903b: 336-337).

Esta actitud asocia el catalán a un origen galorománico, y, desde esta perspectiva, lo considera una ramificación de la lengua de oc. Es un modo, por otro lado, de otorgarle prestigio, ya que proviene de una lengua que poseía desde sus inicios una literatura trovadoresca de nivel, y que se manifestaba a través de una poesía cuyo cultivo comprendía una extensa región histórica. Como su antigüedad le infundía solera, Alcover no duda en afirmar: “la llengua d’Oc, la nostra, es la més antiga de totes les neollatines” (Alcover 1902-1903b: 336-337).

Con todo, esta vinculación con el occitano no es exclusiva de la ideología de Alcover sino que este se hace eco de las opiniones de los romanistas de su tiempo: desde Manuel Milà i Fontanals hasta romanistas egregios, como Wilhelm Meyer-Lübke, quien en 1925, en Das Katalanische, su último trabajo, defendía que el catalán era una lengua galorrománica4 que se había transmitido a la Península Ibérica en el siglo VIII. Con esta base, por lo tanto, respecto a su empresa lexicográfica, Alcover ya afirmaba en 1901, en su Lletra de convit:

Aquest diccionari no ha d’esser just de la llengua parlada a Mallorca y parlada actualment, sino de la llengua qui amb lo nom de llemosina o catalana es coneguda y famosa dins el mon literari des de’l sigle XII, y es une [sic] de les branques mes importants de la estensa, de la veneranda llengua d’oc, la qual floria a les totes ja en el sigle XI y reynava com cap altra d’Europa des de el Loire fins a l’Ebre, des de’ls Alps fins a l’Atlántich; era la llengua usual de casi tots els trovadors d’Occident, l’única llengua vulgar qui en aquelles saons ja tenia literatura, gramática i diccionaris (Alcover 1901: 7).

Con el paso de los años y en cuanto a la concepción respecto al occitano, la ideología de Alcover oscila entre dos afirmaciones: por un lado, coincide con Joseph Saroïhandy en “que’l catalá no es pròpiament cap dialecte del provensal ni cap casta de provensal” (Alcover 1908-1909a: 199); y, por otro, considera que el catalán, agrupado con el provenzal, el gascón, el tolosano o el lemosín, constituye una variedad de la lengua de oc (Alcover 1908-1909a: 198).

Sin embargo, la filiación del catalán es matizada más adelante, optando por la primera afirmación, cuando este se identifica con el lemosín y, por consiguiente, adopta su nombre:

No pertoca dirli llemosina, perque el llemosí es la branca de la llengua d’oc que’s parlava y’s parla dins el Limousin, regió de devora Poitiers, qui te per capital Limoges, dins el cor de França. Y si devers el sigle XIII qualcú donà el nom de llemosí a les diferents branques de la llengua d’Oc, fou per la preponderancia que alguns grans escriptors d’aquella regió donaren a n-el seu llenguatge entre’ls altres germans del Migdía de França, preponderancia que fou de ben curta durada. ¿Vengué la nostra llengua del Limousin? ¿Qui s’atrevirà a sostenirho? ¿Qui no sap qu’es tan antiga a Catalunya francesa y a Catalunya espanyola com el llemosí de la regió de Limoges? ¿Per quines cinch centes, donchs, li hem de dir llemosina? (Alcover 1902-1903b: 36).

Así, la frecuente identificación que, del valenciano, se hacía con el lemosín, y que, en el paso del siglo XIX al XX, se utilizaba para negar que fuese un dialecto del catalán, es desestimada por Alcover:

[...] Salvador Guinot, escriptor y erudit de lo més notable y escullit de tot el reyne de València, persona agradabilíssima, que no professa l’error, tan estés en tot aquell reyne, de que la llengua valenciana s’hage d’anomenar llemosina, nom que no té cap fonament histórich ni lingüístich, sinó que l’anomena catalana, qu’es el nom que l’història y la filología li donen (Alcover 2002: 157).

El mallorquín, por otro lado, intenta, con su discurso, reconducir las ideologías locales, resultantes del conflicto lingüístico (Aracil 1965), presente especialmente en el País Valenciano, que ya fueron posteriormente denominadas por Ninyoles (1995), con los términos de autoodio y retracción.

Ja les vaig fer jo un bon sermó [en Alicante] de l’ignomínia que es per un poble despreciar la seua llengua, y haverne de manllevar una altre per parlar amb Deu y fer obres de crestians y en les ocasions solemnes, y que axò sols ho fan els pobles que se’n van, trot trot, carrera uberta, per la pendent de la ximplesa a tirarse de cap dins l’abisme de l’anul·lació de si meteis (Alcover 2002: 131).

Es contre la raó y la justícia abandonar y despreciar a casa la llengua propia y prendre’n una en lloch seu de forastera. Això només ho fan els pobles vensuts quant el vencedor es d’una civilisació superior. El poble castellá no ha vensut el valencià, ni es Castella d’una civilisació superior a València (Alcover 2002: 146-147).

La llengua nostra se conserva prou bé a Ontinyent, però per desgrácia li succeeix lo que a casi tots els demés endrets del reyne valencià, això es, se troba abandonada a sí meteixa y tenguda per no res y com un moble vell a punt d’arreconar (Alcover 2002: 151-152).

A pesar de esta ideología y de la voluntad de aplicar un criterio científico al estudio de la lengua, un Alcover ingenuo, en pro de sublimar el valor de catalán, no deja de perpetuar ciertos modelos de prejuicios lingüísticos, que son herederos de la tradición ilustrada del siglo XVIII, y que fueron asumidos posteriormente por el Romanticismo y especialmente por Karl Wilhelm Humboldt. En opinión de este lingüista alemán, las lenguas proceden del genio del pueblo, el cual, a su vez, es el resultado de la confluencia de dos elementos: del tipo de gobierno y de las características climáticas del territorio. En particular, este tipo de prejuicio, basado en la percepción de lenguas más harmoniosas que otras, se manifestó en la pugna dialéctica que, en 1908, Alcover mantuvo con Miguel de Unamuno (Perea 2003) con relación al contraste entre los sonidos del catalán y del castellano. He aquí la declaración del mallorquín, que se convirtió en el detonante de la polémica:

El Dr. Schädel diu: —Parlau un poch en castellà, a veure quin efecte ferà a n-aquests senyors. —Hi parlam, y el grech y els altres diuen que troben aquexa altra llengua molt aspra, seca, massa metàlica. El grech diu: —Me sembla sentir turch. No es duptós que nosaltres dos no pronunciam bé el castellà, però cabalment es perque tenim l’accent català, que ha fet l’efecte d’armoniós. Per lo metex, si l’haguéssem pronunciat ben castellà, més aspre, més sech, mes metàlic els hauria semblat. ¡Y els castellans tot gojosos ab l’armonia y suavidat de llur llengua! Però resulta que no més son ells que la hi troben! (“Dietari de l’eixida de Mn. Alcover a Alemania y altres nacions l’any del Senyor 1907”, BLDC, V, 1908, 14).

5) Ideología de la lengua como instrumento sociopolítico. Esta ideología, a falta de un estudio profundo de las entradas léxicas del DCVB, se limita a la legitimación del catalán como instrumento sociopolítico respecto a su proyección internacional y a su admisión, como lengua de cultura, en el marco europeo. Un fragmento del discurso que Alcover pronunció en el Primer Congrés Internacional de la Llengua Catalana en 1906 constituye un buen testimonio de esta posición ideológica:

Amb una paraula, el Congrés resulta una gran passa donada cap a conseguir que la llengua catalana sia admesa dins el concert de les llengues cultes d’Europa, que son pròpiament les llengues mundials. Dependex de nosaltres, de l’esforç, de l’energia, de l’abnegació, de l’entusiasme de tots el pujar la llengua catalana a l’escelsa categoria de llengua mundial (Alcover 1908-1909b: 36).

Conclusiones

Esta primera aproximación a la ideología lingüística d’Alcover a partir de su agrupación en cinco de las tipologías descritas por Swigger (2018) muestra a un estudioso de la lengua catalana, a un dialectólogo, que tenía unas ideas innovadoras —a veces más acertadas, a veces más equivocadas—, pero siempre con el propósito de depurar y de modernizar el catalán, a partir, eso sí, de un conocimiento in situ profundo y no de elucubraciones teóricas. Sus declaraciones obligan necesariamente a desestimar las afirmaciones de Fuster: Alcover concebía, sin duda, la lengua como un hecho cultural, y no de índole meramente folklórica. Aunque no hay que olvidar que el folklorismo, es decir, dar voz a las manifestaciones populares, es un elemento esencial que permite dar forma a algunos de sus objetivos. Por otro lado, la consideración positiva de los dialectos no debe ser vista como la construcción de una “semibabel comarcal” en pugna con la supremacía de la lengua estándar; es decir, el catalán escrito a que se refiere el ensayista valenciano. Lo que cabe plantearse es qué lugar, qué trascendencia, tienen las variades dialectales en la configuración, siempre cambiante, de la variedad estándar.

Este examen ha permitido definir y clasificar hasta cierto punto la ideología lingüística de Alcover. Una ideología que hereda principalmente de Tomás Forteza, su maestro, y que se configura de manera bien definida a través de una autoformación que se basa en el estudio de la ciencia romanística de su época y del contacto presencial y epistolar con sus más insignes representantes (se encuentran en su epistolario, entre otros, los nombres de Wilhelm Meyer-Lübke, Eberhard Vogel, Leo Spitzer, Maurice Grammont, Carlo Salvioni o Venanzio Todesco).

Esta aproximación ha pretendido, a su vez, contrarrestar, y se espera que, de manera definitiva, ciertas opiniones redundantes, capciosas, y a veces insultantes, donde se ponen en boca de Alcover algunas afirmaciones que son absolutamente alejadas de la realidad.

Sin embargo, el análisis de la ideología de Alcover no está finalizado. Es preciso, por ejemplo, estudiar en profundidad la ideología que impera en la redacción de las definiciones de la obra DCVB, aunque aquí sería necesario separar la aportación de Alcover y la de Moll. Sobre esta cuestión, ya se ha hecho algún intento de contraposición de las ediciones de los dos primeros volúmenes (Perea 2017 y 2018), pero es necesario llevar a cabo un contraste sistemático para deducir la ideología de ambos autores, y la posible influencia que, en la primera edición, pudo ejercer Alcover sobre su discípulo Moll.

Precursor de muchos proyectos que contribuyeron a romper con una tradición lingüística de carácter estático, ya es hora de que Alcover sea valorado a partir de sus juicios reales sobre la lengua catalana, que lo impulsaron a desarrollar proyectos de gran calado, y que mantienen, en algunos casos, su vigencia en la actualidad. Y, en contrapartida, es necesario que se abandonen definitivamente los prejuicios y las opiniones negativas basadas exclusivamente en aspectos caracteriales y de temperamento. Ya se ha visto que Fuster, en los años 60 del siglo pasado, desdibuja al personaje, valorando únicamente el resultado de una conducta que sobrepasa los límites que pueden considerarse, con toda la relatividad del término, “normales”. Estas atribuciones continúan ya en el siglo XXI, con el riesgo de subsistir y de extenderse en el futuro.

Con respecto a la perpetuación de tópicos manidos, es significativo que, más de cuarenta años después de los comentarios de Fuster, el 24 de diciembre de 2004, Baltasar Porcel, escritor mallorquín nacido en 1937 y fallecido en 2009, inicie en las páginas de La Vanguardia, una columna dedicada a reseñar el dietario personal (véase Alcover 2003, “Dietari que jo, Antoni M. Alcover, duc de les coses més notables que em passen, des de 27 de juny de 1898 que vaig entrar en la Cúria de Mallorca”) que el autor del DCVB redactó entre 1898 y 1902, con las siguientes palabras: “Antoni Maria Alcover (1862-1932) fue un canónigo mallorquín de aspecto bovino, con una capacidad lingüística genealoiode, un carácter furibundo y unas ideas reaccionarias”. El dietario personal era el volumen que iniciaba la edición de la obra completa del dialectólogo mallorquín, aún en proceso de publicación, y constituye un documento muy interesante para conocer el entorno sociocultural, histórico e ideológico en que se encontraba inmerso Alcover.

Porcel, como puede apreciarse, poco admirador de su conterráneo, dedica al dietario otras lindezas; por ejemplo: “resulta vivaz, curioso y, a ratos, enloquecido”; y con esta pequeña muestra ya se puede deducir el contenido restante de la columna, que tuvo su continuación en La Vanguardia del día siguiente. La ideología alcoveriana, examinada recientemente, en contraste con la de su antagonista Pompeu Fabra (Perea 2022), no puede desvincularse naturalmente de sus posiciones religiosas (integristas de juventud)5 y políticas (carlistas y posteriormente regionalistas),6 pero cabe decir que estas no condicionaron su ideología lingüística para influir negativamente en el desarrollo de su obra.

Confiemos en que estos juicios de valor negativos sean superados a partir de una perspectiva objetiva y madura, y que se desvinculen, de una vez para siempre, el estado religioso del autor del DCVB o cuestiones asociadas a su carácter o personalidad de la labor científica ímproba que Alcover realizó a favor de la dignificación de la lengua catalana y de sus variedades dialectales.

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Notas

1Este trabajo se adscribe al proyecto PGC2018-095077-B-C43, financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades.
2“Mossèn Alcover era l’home rústic, ingenu, francot, expansiu i agressiu, bon replegador de minúcies però incapaç de sintetitzar-les ni, per tant, de sistematitzar-les” (Moll 1983: 20).
3Véase, para la evolución que experimentó el estándar diseñado por Fabra, Ferrando & Nicolás (2011) y Ferrando Francés (2018).
4Véase, respecto a esta cuestión, Lledó-Guillem (2017).
5Véase Moll (1996) para las posiciones integristas y carlistas de Alcover.
6Efectivamente, como indica Massot (1985: 14), Alcover defendió a ultranza los movimientos políticos de la Solidaritat Catalana y de la Lliga Regionalista.